"S¨®lo la cultura nos puede salvar de la violencia"
Parece mentira, pero todav¨ªa queda gente como Meira Delmar. En un momento en el que la poes¨ªa va camino de convertirse -como el lat¨ªn y el griego cl¨¢sico- en una lengua muerta que muchos lectores afirman no entender, todav¨ªa queda alguien por cuyo sistema circulatorio corren gl¨®bulos rojos, plaquetas, estrofas y versos.
Discreta y como de otro tiempo, bienhumorada pero con la ingenuidad que ya s¨®lo conservan los creyentes en la poes¨ªa, esta colombiana nacida en Barranquilla hace 86 a?os parece, contra lo l¨ªricamente correcto, m¨¢s poetisa que poeta. Hasta seud¨®nimo tiene, como en los viejos tiempos. Y bien sonoro. Claro que su nombre verdadero, Olga Isabel Chams Eljach, no le va a la zaga. "Mis padres eran libaneses pero se conocieron en Colombia", cuenta la escritora. "Eran muy lectores. Mi madre hab¨ªa llegado joven y le¨ªa bien en espa?ol. Mi padre, en ¨¢rabe. En mi casa los libros eran indispensables".
La poetisa colombiana cree que una biblioteca puede cambiar un barrio
Residencia del embajador de Colombia. Madrid
Ella se apoya ahora en un bast¨®n que hered¨® de su progenitor -"sus kil¨®metros ha hecho, es cierto"-. A su padre lo recuerda cari?oso y estricto: "No le gustaba que fuera al baile, pero, f¨ªjese, me ense?¨® a fumar".
Meira Delmar ya no fuma. Tampoco bebe vino. De hecho, se suma con una copa de agua al brindis con el que el embajador de su pa¨ªs celebra su visita a Espa?a. El fin de semana pasado visit¨® en el parque de Mar¨ªa Luisa, de Sevilla, la instalaci¨®n ?rboles parlantes con su voz y la de paisanos suyos como ?lvaro Mutis, Aurelio Arturo o Le¨®n de Greiff. Esta tarde, adem¨¢s, leer¨¢ sus poemas en la Casa de Am¨¦rica de Madrid (20.00).
Mientras pasa de la crema de verduras al pollo al estrag¨®n, la autora de t¨ªtulos como Verdad del sue?o o Sitio del amor, recuerda que su amigo Garc¨ªa M¨¢rquez acude a su casa siempre que viaja a Barranquilla: "Le encanta la comida ¨¢rabe, y en mi cocina nunca falta". El Nobel de Aracataca y ella formaron parte del grupo de escritores que, entre los a?os cuarenta y cincuenta, se reun¨ªa en una librer¨ªa-helader¨ªa barranquillera con el prop¨®sito de hacerse un hueco en la historia de la literatura: "Los conoc¨ª porque eran amigos de mi hermano, un basketbolista estrella". Los hombres se iban luego a un bar -"que era s¨®lo un bar", insiste- llamado La Cueva. Ella, a casa: "Entonces no estaba bien visto que una muchacha anduviese por los bares".
La poes¨ªa de Meira Delmar est¨¢ atravesada por el desamor. El tema queda ardiendo sobre la mesa, pero la poetisa no sale de su poes¨ªa. ?Ponerlo por escrito no aten¨²a el dolor? "No". ?Ni siquiera despu¨¦s de tantos a?os? Baja la mirada y, removiendo el helado, responde: "Eso no se olvida nunca". Despu¨¦s de la comida tiene prevista una visita a la Real Academia Espa?ola. Ella pertenece a la colombiana. "Me voy a que me pongan guapa". Dice, y a?ade con picard¨ªa: "Lo tienen dif¨ªcil". Antes, no obstante, le queda tiempo para recordar sus 36 a?os como directora de la biblioteca m¨¢s importante de su ciudad, que ahora lleva su nombre.
La red colombiana de bibliotecas p¨²blicas es uno de los grandes logros de un pa¨ªs agitado por el terrorismo y el narcotr¨¢fico. Tal vez por el escenario del almuerzo Meira Delmar es muy diplom¨¢tica, pero afirma: "Una biblioteca puede cambiar un barrio conflictivo. S¨®lo la cultura nos puede salvar de la violencia".
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