La casa tomada
Uno de los elementos que m¨¢s desconcierta de esta crisis econ¨®mica es la oscuridad que la rodea. Ya hace semanas que economistas y expertos en finanzas destripan el fen¨®meno en p¨¢ginas de peri¨®dicos, tertulias radiof¨®nicas y programas de televisi¨®n; sus explicaciones est¨¢n siempre basadas en cifras, en estad¨ªsticas, en conceptos econ¨®micos cuya oscura prosopopeya nos permite apenas vislumbrar los contornos del problema. Cuesta trabajo sacar algo en claro de ese aluvi¨®n de explicaciones y encima, simult¨¢neamente, hay que experimentar en carne propia eso que no aciertan a explicarnos, ese combate diario contra una entelequia maligna que no se ve, que no se sabe bien por d¨®nde atacar¨¢ la pr¨®xima vez y cuyos efectos son tan palpables como el morro acezante de un oso del Pirineo.
A estas alturas de la crisis ya es dif¨ªcil distinguir qu¨¦ es fruto de la econom¨ªa y qu¨¦ de la psicosis
El verdadero poder lo tienen los tipos de 'La hoguera de las vanidades'
Este enemigo invisible que nos acecha ¨²ltimamente, la c¨¦lebre crisis, se parece al del cuento Casa tomada, de Julio Cort¨¢zar: dos hermanos cuarentones viven en una casona que han heredado de su familia; Irene pasa las tardes tejiendo calcetines y jers¨¦is y el hermano, que es el narrador del cuento, lee un libro tras otro mientras aviva displicentemente el fuego en la chimenea; los d¨ªas pasan en el cuento con un ritmo inalterable, antes de la lectura y el tejido los hermanos limpian la casa, cocinan y comen siempre a sus horas, llevan una vida perfectamente estable, reciben mensualmente el dinero que les dejan unas tierras que tambi¨¦n han heredado y ninguno de los dos tiene inquietudes sociales ni, hasta donde se sabe, carnales; llevan una vida perfecta hasta que un d¨ªa, en el extremo oscuro de la casa, ese que nunca visitan, pues para vivir les basta con la zona que habitan, se oyen unos ruidos, "el sonido ven¨ªa impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversaci¨®n", escribe Cort¨¢zar, y su narrador, que es tambi¨¦n personaje, avisa a su hermana: "Han tomado la parte del fondo". Poco a poco eso que ha tomado la mitad de la casa y que, aunque no se ve, deja sentir despiadadamente su presencia, va arrincon¨¢ndolos en sus habitaciones, en la cocina, y cuando llegan al garaje se ven orillados a tomar una determinaci¨®n, que no revelar¨¦ para no arruinar la lectura de qui¨¦n no conozca el cuento.
Buena parte de la sensaci¨®n de casa tomada con la que vivimos estos d¨ªas se debe al exceso de informaci¨®n sobre la crisis, un tema naturalmente complejo, pr¨¢cticamente ininteligible para la mayor¨ªa de la gente, que al ser tratado con la simpleza grandilocuente que exigen los titulares de primera plana, da la impresi¨®n de que nos estamos acercando al fin del mundo. A estas alturas ya es dif¨ªcil distinguir qu¨¦ ha sido producido porla crisis y qu¨¦ por la psicosis que ¨¦sta provoca.
Las noticias sobre la econom¨ªa han ganado un protagonismo que ¨²ltimamente tiene, por ejemplo, a los taxistas, machacando a sus pasajeros con la teor¨ªa econ¨®mica personal que han ido confeccionando a fuerza de tertulias radiof¨®nicas; un discurso ins¨®lito lleno de t¨¦rminos novedosos, como ¨¦se de "deuda t¨®xica", un binomio que podr¨ªa servir de nombre para una hero¨ªna de c¨®mic. Pongo a los taxistas de ejemplo porque su oficio entra?a casi siempre la conversaci¨®n con la clientela, pero lo mismo podr¨ªa decirse de los m¨¦dicos o de los novelistas; abstraerse del tema resulta imposible, no es necesario abrir un peri¨®dico o atender un noticiario para estar al tanto, estos d¨ªas las noticias econ¨®micas se generan y se diseminan a una velocidad pasmosa.
"Han tomado la parte del fondo", dictamina el personaje de Cort¨¢zar en cuanto oye ciertos ruidos del otro lado de la casa, sabe que han empezado a invadirlos y que la situaci¨®n es grave, y hasta es probable que ¨¦l conozca la naturaleza de su enemigo, un enemigo del que el lector del cuento no conoce absolutamente nada, no lo ve en ning¨²n momento, lo intuye por los ruidos que hace, igual que nosotros intuimos la crisis porque hemos o¨ªdo ese "volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversaci¨®n"; es todo lo que podemos hacer, intuirla y padecerla porque a diferencia de otras cat¨¢strofes como los terremotos o los huracanes, ¨¦sta no puede explicarse como un fen¨®meno de la naturaleza; el sistema financiero es un invento del hombre que s¨²bitamente, como la criatura del doctor Frankenstein, se ha salido de control.
Es sorprendente c¨®mo los que controlan la econom¨ªa mundial hablan sobre esa gran mara?a de n¨²meros y valores que ellos mismos han inventado, como si no tuvieran nada que ver, como si se tratara de un tsunami, de una fuerza natural que de pronto, sin previo aviso, arrasa una poblaci¨®n. Ya se ha explicado que el origen de este desastre financiero est¨¢ en Wall Street, en la pr¨¢ctica irresponsable de unos cuantos individuos, con la evidente complicidad de instancias superiores; pero esta explicaci¨®n, adem¨¢s de servirle poco a una se?ora que padece los efectos de la crisis en Vallecas, pone de manifiesto nuestra irrelevancia, a nivel personal, nacional y continental, y adem¨¢s evidencia que el planeta, por m¨¢s que se habla de las potencias emergentes y del nuevo equilibrio geopol¨ªtico, sigue amarrado al destino de Estados Unidos, y, de paso, nos sugiere que el verdadero poder no lo detentan ni los Estados, ni los terroristas, ni George W. Bush, ni la Iglesia, ni los medios de comunicaci¨®n; el verdadero poder mundial, si tomamos en cuenta el n¨²mero de afectados, es esa pandilla de financieros repeinados, vestidos a medida por Hugo Boss, que en una juerga se cargan tranquilamente la estabilidad mundial; esa estirpe cuyo oficio describi¨® magistralmente Tom Wolfe, en La hoguera de las vanidades, con una met¨¢fora llena de sarcasmo que, palabras m¨¢s palabras menos, dice que un banquero de inversi¨®n es aquel que recoge las migajas que van soltando los trozos de un pastel que ni es suyo, ni cocin¨® ¨¦l; las migajas son los bonos, explica el personaje de Wolfe, y un pastel tras otro el banquero va formando un capital importante hasta que un buen d¨ªa, y esto ya no lo dice Tom Wolfe, retira su fortuna de migajas y al resto nos pasa, justamente, lo que ahora nos pasa.
Y aqu¨ª estamos, a expensas de esa pandilla que nadie conoce en realidad, ese grupo an¨®nimo que despu¨¦s de la crisis que ellos mismos han producido, y de la cu¨¢l se han beneficiado, ya opera nuevamente con el dinero que les ha dado el Tesoro, prepara la siguiente crisis que nos caer¨¢ encima, si hacemos caso a la naturaleza c¨ªclica de la banca de inversi¨®n, en la siguiente d¨¦cada. ?Y qui¨¦nes son estos se?ores? ?Tienen hijos? ?Van a misa? Damas y caballeros: la casa est¨¢ oficialmente tomada. Pero ?por qui¨¦n?
Jordi Soler es escritor
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