Criaturas de la noche
La ¨²ltima novela de Haruki Murakami se abre con un reloj: est¨¢ colgado en la esquina superior derecha de la p¨¢gina, y marca las 23.56. El mismo reloj aparecer¨¢ al comienzo del ¨²ltimo cap¨ªtulo, 237 p¨¢ginas m¨¢s tarde, y marcar¨¢ para ese momento las 6.52. Y el mismo reloj puntea cada cap¨ªtulo de After Dark con tanta insistencia, con impertinencia tan mal disimulada, que al final uno tiene la tentaci¨®n de echar mano de un martillo, como en los dibujos animados, y hacerlo pedazos. Pero claro, ese ¨²ltimo reloj tambi¨¦n trae consigo el final de una de las noches m¨¢s largas y m¨¢s extra?as de la literatura reciente, y los lectores, que llevamos todas esas horas compartiendo con los personajes sus melancol¨ªas y sus soledades adem¨¢s de su insomnio, compartimos con la misma intensidad el alivio de la ma?ana. "La noche se ha acabado por fin", nos dice al final la voz que cuenta esta novela. "A¨²n falta mucho tiempo para que nos visiten de nuevo las tinieblas".
After Dark
Haruki Murakami
Traducci¨®n de Lourdes Porta
Tusquets. Barcelona, 2008
248 p¨¢ginas. 17 euros
After Dark es una nueva instancia del reconocible universo Murakami, a medio camino entre el realismo exacerbado y la fantas¨ªa surrealista. La novela, como ya lo ha visto el lector, ocurre en el curso de una sola noche, y su ambiente es el mismo de aquellas pel¨ªculas nocturnas -Noche en la tierra, digamos, o tal vez After Hours, sin descartar Sombras y niebla- donde las reglas del mundo normal y diurno quedan por completo suspendidas y las cosas funcionan de otra manera.
After Dark se abre con unos ojos que sobrevuelan una ciudad y una voz narradora que tiene la misma (falsa) imparcialidad de una c¨¢mara. A trav¨¦s de ella bajamos hasta un Denny's cualquiera y conocemos a Mari, una joven de diecinueve a?os, estudiante de chino, que lee un libro an¨®nimo junto a la ventana. El problema es que la noche, o las reglas de la noche, est¨¢n decididas a que la pobre Mari no pueda continuar la lectura en paz: primero la interrumpe Takahashi, un hombre demasiado flaco que lleva consigo un tromb¨®n, que conoce a Mari y tambi¨¦n a su hermana Eri, y que se lanza de buenas a primeras a contarle historias con moraleja; y m¨¢s tarde, cuando Mari ha podido retomar la lectura, llega Kaoru, que regenta un love-ho -un hotel/burdel que no por nada se llama Alphaville- y necesita ayuda. Un cliente ha golpeado salvajemente a una de sus prostitutas; la v¨ªctima es china, y Kaoru necesita un int¨¦rprete. ?Podr¨ªa Mari ayudarla?
Lo que sigue es una especie de geograf¨ªa de estas criaturas nocturnas, el relato de sus encuentros y desencuentros y, sobre todo, de sus miedos y sus frustraciones: de las razones, en fin, por las que estos personajes han decidido vivir de noche. A una mujer la persiguen, y trabaja en el love-ho porque all¨ª no hay que tener contacto con nadie y nadie podr¨¢ reconocerla; un hombre -el mismo que, dicho sea de paso, golpe¨® a la prostituta- se pasa la noche fuera, en su oficina o en burdeles, para no enfrentarse al cari?o de su mujer y sus hijos. Tambi¨¦n Mari tiene una raz¨®n que, como suele suceder con las razones en el mundo Murakami, es tan il¨®gica como convincente: su hermana Eri est¨¢ dormida desde hace dos meses -a lo cual se han resignado su familia, sus m¨¦dicos y sus psiquiatras-, y para Mari se ha vuelto imposible conciliar el sue?o. Pronto nos damos cuenta de que la novela bascula entre el mundo de los despiertos, all¨ª donde hay jazzistas que ensayan y prostitutas que trabajan y hombres violentos que se esconden, y la habitaci¨®n de Eri, la Bella Durmiente del cuento, donde s¨®lo hay eso: una mujer dormida. Bueno, no: tambi¨¦n hay un televisor, un televisor que emite una luz misteriosa y cuya pantalla tiene la misteriosa capacidad de sustraer a Eris del mundo real y llevarla all¨ª, a una realidad alterna o paralela que existe del otro lado. As¨ª como lo oyen. Y para colmo, el televisor ni siquiera est¨¢ conectado.
"Es evidente que aqu¨ª hay algo incompatible con lo natural", nos dice en alg¨²n momento la voz narradora. Hombre, yo dir¨ªa que s¨ª. Pero es que lo mismo puede decirse de Kafka en la orilla o de Cr¨®nica del p¨¢jaro que da cuerda al mundo, dos novelas cuyos personajes van desesperadamente busc¨¢ndose a s¨ª mismos en un mundo que no es de fiar. En el Tokio de After Dark hay un Denny's y un Starbuck's y un 7-Eleven, en una camiseta se lee Adidas y en una gorra Red Sox, pero no hace falta escudri?ar demasiado para darse cuenta de que el frenes¨ª de las marcas globalizadas, esa construcci¨®n de paisajes que son el mismo en cualquier parte del mundo, est¨¢ ah¨ª para contrastar violentamente con la profunda incertidumbre en que viven los personajes de Murakami. Aqu¨ª todo el mundo se mira al espejo: Mari "estudia su imagen" como si no quisiera "que se le pasase por alto el menor cambio", y Shirakawa "estudia su rostro" con la esperanza de que "aparezca frente a ¨¦l una cosa distinta". Aqu¨ª nadie est¨¢ c¨®modo con su nombre: a Takahashi le "dan ganas de olvidarlo a veces", para Kaoru el nombre no le "pega mucho", el de Komugi "suena raro, pero es su nombre de verdad", y el de K?rogi "no es su verdadero nombre". Los personajes de Murakami son siempre gente de identidad incierta; en After Dark, la noche es el lugar donde podr¨ªan encontrarla.
After Dark es una novela abierta incluso para los est¨¢ndares habituales de su autor: no termina, sino que simplemente se detiene, dejando al lector colgado de sus preguntas. Yo tengo las m¨ªas: ?de d¨®nde sale la fascinaci¨®n que se siente al final de este libro? ?C¨®mo hace Murakami para ser al mismo tiempo cinematogr¨¢fico y literario, inocente y entendido, metaf¨ªsico y casual? ?De d¨®nde saca el talento?
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