En busca de revistas
Adoro las revistas: confieso que me acuesto con libros pero vivo devorando revistas. Despliegan miradas caleidosc¨®picas sobre la realidad; a veces, son objetos hermosos. Quiero imaginar que las escriben gentes solventes y apasionadas. Me atraen incluso las que tratan temas especializados como los trenes de juguete -perd¨®n, se debe decir "trenes a escala"- o los ritos funerarios (existe: se llama Adi¨®s).
De alguna manera, las revistas predestinaron mi trayectoria vital. Era un mocoso arrogante cuando decid¨ª que deb¨ªa dejar atr¨¢s los tebeos -grave error, luego remediado- e ingresar en el mundo adulto leyendo revistas. En el quiosco del pueblo encontr¨¦ dos publicaciones que podr¨ªan ayudarme a cumplir mi objetivo: una cubr¨ªa el mundo del motor y otra, el musical. De esta ¨²ltima (Disc¨®bolo) ten¨ªan dos n¨²meros; calcul¨¦ que, compr¨¢ndome ambos ejemplares, entraba con buen pie en ese nuevo coleccionismo.
Una peque?a tragedia: la FNAC est¨¢ cerrando los quioscos en sus almacenes
Esa fascinaci¨®n me acompa?a desde entonces. Suma en mi c¨®mputo de motivos para viajar. Francia tiene un f¨¦rtil mercado de revistas, siempre con novedades visualmente atractivas y originales. ?msterdam funge como zoco espl¨¦ndido para t¨ªtulos de todo el mundo. Igual ocurr¨ªa en Buenos Aires, pero a precios disuasorios. En Londres estaba la c¨¦ntrica megatienda de Tower Records, con un impresionante stock de revistas. Aunque, en amplitud de oferta, nada comparable con esas tiendas estadounidenses que s¨®lo pueden denominarse como revister¨ªas. En contra del t¨®pico de EE UU como desierto cultural, incluso en ciudades del interior funcionan establecimientos con miles de publicaciones a la venta; las consideraciones sobre el peso del equipaje no impiden que uno salga de all¨ª cargando bolsas repletas de semanarios, quincenales, mensuales...
Se trata de un vicio que cuesta practicar en Espa?a. La FNAC est¨¢ cerrando los quioscos en sus almacenes, una peque?a tragedia dado que all¨ª aparec¨ªan revistas francesas o italianas poco habituales, aparte de t¨ªtulos minoritarios espa?oles, con la posibilidad de hojearlos c¨®modamente. Ahora, porca miseria, su espacio est¨¢ ocupado por secciones de telefon¨ªa o similares.
Felizmente, en mi barrio est¨¢ Madrid Comics, que -adem¨¢s de tebeos- cuenta con abundante prensa musical y muchas revistas mal llamadas "modernas". Pero uno puede recorrer toda la Gran V¨ªa sin conseguir un Vanity Fair en ingl¨¦s. En estos aspectos, la capital todav¨ªa palidece ante Barcelona. Los quioscos de las Ramblas son lugares prodigiosos y en sus librer¨ªas pueden localizarse la New York review of books, el Times literary suplement o -m¨¢ximo deleite est¨¦tico- The believer.
Alguien sugerir¨¢ la soluci¨®n obvia: suscribirse a las cabeceras favoritas. Qu¨¦ ingenuidad, amigo. En mi experiencia, dig¨¢moslo finamente, el servicio de Correos ha perdido fiabilidad en los ¨²ltimos a?os: frecuentemente, me llegaba menos de la mitad de los ejemplares pagados. S¨®lo cabe deducir que en Correos tambi¨¦n trabajan amantes de las revistas raras y maravillosas.
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