?Qu¨¦ suceder¨¢ el martes?
Con independencia del resultado electoral, el martes termina una ¨¦poca entera. Si se produce la gran sorpresa, que desmienta todos los sondeos electorales, todos los an¨¢lisis y pron¨®sticos, y gana McCain, igualmente va a terminar una ¨¦poca. Terminar¨¢ de otra manera, quiz¨¢ con m¨¢s lentitud e incluso dificultad. Pero terminar¨¢. Es evidente que la victoria republicana ser¨ªa m¨¢s ambivalente: la ruptura con Bush, que el veterano senador republicano se empe?a en subrayar en todos los cap¨ªtulos de su programa, no consigue evitar la sensaci¨®n de que ser¨ªa una mera pr¨®rroga de la presidencia que ahora se clausura. El luchador que es McCain no se conformar¨ªa con convertirse en un t¨ªtere en manos de los republicanos m¨¢s conservadores, como lo ha sido con suma complacencia George W. Bush. De ah¨ª que f¨¢cilmente la pr¨®rroga se convertir¨ªa en agon¨ªa. No es el momento de hacer ejercicios sobre qu¨¦ suceder¨ªa con el vendaval de ilusiones y esperanzas levantadas por Obama si no consiguiera alcanzar al fin la Casa Blanca. La apuesta es demasiado alta, la ocasi¨®n demasiado excepcional y la necesidad de cambio demasiado perentoria. Todo es excesivo en este envite, sobre todo para que termine en la frustraci¨®n de unas elecciones mal organizadas e incluso falsificadas, en las que no quede garantizado el derecho de voto a todos por igual, como sucedi¨® en 2000 en el estado de Florida.
Si se produce la gran sorpresa y gana McCain, igualmente va a terminar una ¨¦poca en EE UU
Si una victoria republicana s¨®lo conseguir¨¢ frenar el cambio, la victoria de Obama significar¨¢ una transformaci¨®n de Estados Unidos aun antes de que el nuevo presidente tome posesi¨®n el 20 de enero. Nada ser¨¢ como antes a partir del mi¨¦rcoles. Terminar¨¢ la era de Bush, esos ocho a?os de frustraci¨®n y de infamia, emparedados entre los ataques terroristas del 11-S y la crisis financiera de este septiembre negro financiero. Deber¨¢ percibirse inmediatamente, incluso antes de que Obama tome posesi¨®n el 20 de enero. El candidato dem¨®crata ya tiene listos los equipos y las ideas para la transici¨®n, para evitar sobre todo un arranque dubitativo, como le sucedi¨® a Bill Clinton, lo que le perjudic¨® notablemente y prepar¨® la victoria republicana en el Congreso en las elecciones de mitad de mandato dos a?os despu¨¦s, que le dejaron sin mayor¨ªa parlamentaria en las dos c¨¢maras.
Pero junto a la era de Bush termina tambi¨¦n otra era, de m¨¢s largo aliento, que es la que inici¨® Ronald Reagan. "Hace 30 a?os, la idea de que reducir impuestos a los ricos era la mejor soluci¨®n para todos los problemas econ¨®micos inspiraba s¨®lo a unos pocos en el extremo de la derecha", escribe Sean Wilentz, en su reciente libro La ¨¦poca de Reagan. Una historia 1974-2008. Y esta era termina no porque vaya a decirlo Obama, sino por algo mucho m¨¢s profundo: porque han hablado los hechos. Despu¨¦s del desastre financiero de las ¨²ltimas semanas, la opini¨®n de los norteamericanos acerca de los impuestos ha virado, probablemente de forma duradera. Hasta tal punto que la ret¨®rica pol¨ªtica va por un lado, incluyendo a Obama, y las encuestas de opini¨®n por otro.
El candidato dem¨®crata presenta sus planes fiscales como una reducci¨®n de impuestos para el 95% de la poblaci¨®n, para apretar las clavijas a los restantes, los m¨¢s ricos. McCain, en contraste, denuncia la actitud confiscadora del redistribuidor en jefe y promete, en un gesto incoherente con su oposici¨®n a los recortes de Bush, mantener sus reducciones de impuestos y recuperar el d¨¦ficit s¨®lo mediante el recorte del gasto. "Los dioses de la pol¨ªtica han llevado a McCain a terminar su campa?a, que quiere ser del triunfo de la autenticidad, con una nota de inautenticidad", escribi¨® ayer Michael Gerson, periodista conservador que estuvo al servicio de Reagan en la Casa Blanca. Sea quien sea el presidente, lo m¨¢s probable es que deba incrementar los impuestos a todos para empezar a llenar el fabuloso agujero que deja Bush. Pero los votantes parecen saberlo y prefieren el programa fiscal de Obama por una diferencia de 14 puntos.
El presidente saliente ha tenido parte muy activa en este cambio de actitud. Las diferencias de riqueza han aumentado en los ¨²ltimos ocho a?os. Clama al cielo la vulnerabilidad en que se encuentra una gran proporci¨®n de la poblaci¨®n en el cap¨ªtulo de cuidados y asistencia sanitaria. Los Gobiernos republicanos, empezando por Reagan pero alcanzando la apoteosis con Bush, han demostrado que son unos manirrotos en el gasto p¨²blico, principalmente en defensa; tanto como quieren ser generosos con la imposici¨®n sobre los beneficios empresariales. La guinda que corona el conjunto de razones para un cambio de mentalidad entre los norteamericanos ha sido el hundimiento de la banca financiera y el p¨¦simo ejemplo de sus directivos.
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