Se proh¨ªbe hacer lo que ya est¨¢ hecho
"Y qui¨¦n no", se dijo Juan Urbano despu¨¦s de leer el titular de una entrevista en la que un f¨ªsico que ha dedicado su carrera a estudiar la materia oscura del universo dec¨ªa: "Llevo toda la vida buscando algo que no se ve". Tiene raz¨®n, porque la mayor¨ªa de las personas somos as¨ª, y a menudo pensamos que lo posible vale menos que lo probable, le damos la espalda a lo que tenemos para luchar por lo que no quiere ser nuestro y, muchas veces, a base de ser generosos nos convertimos en esclavos de los ego¨ªstas, cuyo viaje consiste en ir saltando de tonto en tonto hasta quedarse solos, porque ya se sabe que no se puede enga?ar todo el tiempo a todo el mundo.
Pero Juan Urbano pas¨® pronto esa p¨¢gina del peri¨®dico y se interes¨® por otra que demostraba que si empe?arse en lo irrealizable es bastante com¨²n, lo raro es lo contrario: prohibir que se haga lo que ya est¨¢ hecho. Por eso era tan extra?a, aunque fuese tan frecuente, la noticia de que un juzgado de Madrid hab¨ªa anulado la obra de la M-30, como si con esa orden los t¨²neles y el asfalto sobre el que ruedan los coches fueran a desaparecer. No se alarmen: que algo sea a la vez extra?o y frecuente es normal, y no tienen nada m¨¢s que pensar en ustedes mismos y en la forma en que a veces se enga?an o se confunden; o en m¨ª, que en alguna ocasi¨®n tambi¨¦n he cre¨ªdo desenterrar un tesoro mientras en realidad cavaba una tumba; o en la propia ciudad de Madrid, donde lo que ahora sucede con la M-30 ocurri¨® antes con el cierre de la colonia Marconi, la imposici¨®n de la tasa de vados, la ampliaci¨®n de Mercamadrid, la ampliaci¨®n del Plan General de Ordenaci¨®n Urbana y la ampliaci¨®n del Servicio de Estacionamiento Regulado, todas ellas disposiciones que tambi¨¦n fueron anuladas por un juez cuando ya estaban hechas. Ya lo ven, la diferencia entre el teatro y la pol¨ªtica es que aqu¨ª Romeo y Julieta primero se suicidan y despu¨¦s se enamoran.
Imagin¨® una sociedad en la que los juzgados ten¨ªan una m¨¢quina del tiempo que correg¨ªa los errores
Como ten¨ªa un d¨ªa creativo, porque acababa de despertar de una pesadilla y ten¨ªa ganas de empezar a vivir de nuevo, o de recuperar su vida a fuerza de aplicarle ese m¨¦todo que consiste en correr hacia delante para recuperar todo lo que se hab¨ªa dejado olvidado atr¨¢s, cosas como la ilusi¨®n, el orgullo o la seguridad en s¨ª mismo, Juan Urbano cerr¨® los ojos y se puso a imaginar una sociedad en la que los juzgados ten¨ªan una m¨¢quina del tiempo que realmente pod¨ªa corregir los errores y los delitos arrastrando el presente hasta el pasado, para resolver all¨ª sus equivocaciones adelant¨¢ndose a ellas. De pronto, cuadrillas de obreros municipales llenaron la ciudad y empezaron a demoler edificios y replantar parques, comenzaron a tirar bloques espantosos y a reconstruir casas hist¨®ricas, y, en general, como sab¨ªan lo que iba a ocurrir en el futuro, ellos y los legisladores que los dirig¨ªan iban evitando los problemas, las injusticias y las equivocaciones.
Pero Juan tambi¨¦n sabe que la realidad siempre gana, y que ese sue?o hermoso que ¨¦l forzaba en aquel instante por el puro placer de hacerlo, es el mismo que todos tenemos cada vez que nos damos cuenta de que hemos hecho algo mal y nos hemos metido en un callej¨®n sin salida: nos gustar¨ªa volver atr¨¢s, no hacer lo que hicimos sino otra cosa y, de ese modo, fabricarnos un ahora mejor, m¨¢s feliz, menos lleno de arrepentimientos, fallos y derrotas. No, las M-30 de la vida van a seguir ah¨ª, porque lo hecho se puede deshacer, pero no eliminar; y las carreteras de verdad tambi¨¦n, porque no hay juzgado en este mundo capaz de parar los relojes y conseguir que no se haga lo que ya est¨¢ hecho. La ley es una ficci¨®n y, en ocasiones, parece que es una burla, o un montaje de cara a la galer¨ªa.
Juan abri¨® los ojos y, por alg¨²n motivo, tuvo la impresi¨®n de que lo hac¨ªa por primera vez en a?os. Empez¨® a andar, alej¨¢ndose de la plaza de ?pera, y de pronto sinti¨® que, seg¨²n caminaba, la energ¨ªa regresaba a ¨¦l; tanto que en un momento determinado, sin ninguna raz¨®n aparente, empez¨® a correr, y una sonrisa triste, pero al fin y al cabo una sonrisa, asom¨® en sus labios, y se sinti¨® muy feliz al ver lo deprisa que avanzaba.
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