"El Rey no abdicar¨¢ jam¨¢s"
La Reina aborda en sus conversaciones con Pilar Urbano para el libro La Reina muy de cerca el tema de una posible abdicaci¨®n del Rey.
"?Abdicar? ?Nunca! El rey no abdicar¨¢ jam¨¢s". Y a?ade: "Ni lo hablamos nunca. Se da por sobrentendido que reinar¨¢ hasta la muerte. A un rey s¨®lo debe jubilarle la muerte. Salvo que... Lo deseable, lo conveniente por el asentamiento de la propia instituci¨®n en los tiempos nuevos de Espa?a es que el Rey muera en su cama y alguien diga: el Rey ha muerto, ?Viva el rey! Yo eso lo viv¨ª en mi casa, en Atenas. Cuando muri¨® mi padre, inmediatamente el primer ministro aclam¨® a mi hermano Constantino como nuevo Rey".
"Aqu¨ª, aunque la monarqu¨ªa es tan antigua, en el ¨²ltimo siglo hubo una discontinuidad, una fractura: Alfonso XIII tuvo que exiliarse por la Rep¨²blica, luego estall¨® la Guerra Civil, el largo franquismo... Cuando mi marido empieza a reinar no tiene referentes cercanos. Un gran vac¨ªo. Era el sucesor legal desde seis a?os antes, pero nadie sab¨ªa qu¨¦ hab¨ªa que hacer, ni qu¨¦ iba a pasar a la media hora siguiente".
"A un rey s¨®lo debe jubilarle la muerte. (...) Que muera en su cama y se diga: 'el Rey ha muerto"
"No es urgente reformar la Constituci¨®n (...) Ni el Rey est¨¢ cansado ni el Pr¨ªncipe est¨¢ impaciente"
"La de mi hijo ser¨¢ una monarqu¨ªa m¨¢s socializada, m¨¢s abierta a los debates de la calle
"Gracias a Carmencita, la hija del General¨ªsimo, mi marido obtuvo el testamento de Franco"
"Sin embargo", contin¨²a, "aunque mi marido, al final final¨ªsimo de Franco, ya ejerc¨ªa como Jefe del Estado sin vuelta atr¨¢s y ten¨ªa todos los poderes, desde el momento preciso de morir Franco y hasta despu¨¦s de la jura como Rey, cualquiera que no quisiese la monarqu¨ªa sino el continuismo de lo anterior habr¨ªa podido sublevarse, levantarse contra ¨¦l. Era todo muy incierto. Estaban los militares, los falangistas, la Guardia Civil. Estaban los jueces, los procuradores...".
"Gracias a Carmencita, la hija del General¨ªsimo", contin¨²a la Reina "mi marido obtuvo el testamento de Franco, que luego Arias ley¨® por televisi¨®n. En la situaci¨®n aqu¨¦lla, ese documento fue clave, porque en uno de los p¨¢rrafos el Caudillo dec¨ªa que los espa?oles deb¨ªan ponerse al lado del nuevo Rey".
Do?a Sof¨ªa ve el futuro muy distinto. "Mi hijo no tiene ese problema de la falta de eslab¨®n. No parte de cero. Es el heredero del sucesor. Ser¨¢ una monarqu¨ªa m¨¢s socializada, m¨¢s abierta a los debates de la calle... esa tendencia se va viendo ya en todas las monarqu¨ªas europeas. Las juventudes en las familias reales ya han sido todos educados y formados en las mismas universidades y academias que los dem¨¢s j¨®venes de su generaci¨®n. Obviamente, el reinado de mi marido y el de mi hijo no ser¨¢n iguales. Cada uno es hombre de su tiempo".
Para la Reina "la monarqu¨ªa no son plumas, armi?os y tronos. Es servicio... toque lo que toque".
Tambi¨¦n se pronuncia sobre la reforma sucesoria. "Hay que hacerla. Pero hay que hacerla bien. No es urgente. Y como no es urgente, conviene no reformar la Constituci¨®n s¨®lo en ese punto, sino en algunos m¨¢s sobre los que haya bastante consenso. De todos modos el heredero existe: es mi hijo Felipe. Y todav¨ªa no reina". Y concluye: "Ni el Rey est¨¢ cansado, ni el Pr¨ªncipe est¨¢ impaciente".
La reina do?a Sof¨ªa se extiende en su conversaci¨®n con Pilar Urbano en hablar sobre Ceuta y Melilla y las relaciones con Marruecos. "Ceuta y Melilla son Espa?a, los territorios, la historia, la poblaci¨®n, y en nuestra visita toda aquella gente se ech¨® a la calle, con banderas para decir eso: 'Somos espa?oles'. Lo que pasa es que Mohamed, como antes Hassan II, su padre, cada dos por tres tiene que reclamar y protestar para que la cuesti¨®n siga abierta. Y, como gesto llamativo que deja contento al pueblo, retira a su embajador en Madrid. Pero, bueno... ya lo sabemos. No es nada bueno. Y desde luego, no nos quita el sue?o".
Tambi¨¦n la Reina habla de peque?os detalles de c¨®mo han sido y son las relaciones con la monarqu¨ªa de Marruecos. Sobre Hassan, desvela: "La verdad es que se apreciaban y se respetaban. Se quer¨ªan los dos, y acababan resolviendo amistosamente sus problemas, que no eran pocos: inmigrantes, c¨ªtricos, pesca, fosfatos, pateras ilegales o el contencioso del S¨¢hara. A veces, por tel¨¦fono de madrugada, y la cosa no llegaba a m¨¢s". Tambi¨¦n relata una an¨¦cdota de algunos de sus encuentros. "Es una peque?ez, pero me pon¨ªa frita con sus man¨ªas en las comidas. Ven¨ªa a Madrid, invitado por nosotros a El Pardo, y se tra¨ªa no s¨®lo sus cocineros y sus pinches, sino la carne de ternera, los pollos, los quesos, las lechugas, la harina y la manteca para el cus cus. Dec¨ªa: 'Es por mi religi¨®n, no quiero infringir un precepto por inadvertencia'. Pero era que no se fiaba". Y a?ade: "Es posible, en cambio, sabiendo que yo no como carne, cuando nos invitaba ¨¦l me la iba encontrando en todos los platos, disfrazada y escondida en bu?uelos, en croquetas, en raviolis, en el arroz, en la ensalada... ?una pesadilla!".
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