Pelados de fr¨ªo

Y es que hac¨ªa fr¨ªo. Pero fr¨ªo. 2 grados sobre cero a las nueve de la noche en la Ciudad Universitaria. Y la calefacci¨®n del colegio mayor en su primer d¨ªa de funcionamiento que no daba abasto, lo que no hubiera tenido importancia de tratarse de una banda de tunos, un ejemplo, pero resultaba notablemente insuficiente para un m¨²sico de edad provecta cual Henry Threadgill. En otras palabras, que el susodicho andaba de puntillas sobre el escenario a un punto de la congelaci¨®n, y nosotros tambi¨¦n, s¨®lo que a nosotros no nos tocaba soplar instrumento musical alguno, y a ¨¦l s¨ª. Conclusi¨®n: el susodicho toc¨® una hora de reloj, ni un minuto m¨¢s ni uno menos, y march¨® raudo al hotel con ¨¢nimo de arrimarse al braserito.

Ni bis ni cristo que lo fund¨®. Y el p¨²blico, parte de ¨¦l, gritando "?tongo!" en lugar de contentarse con lo escuchado, como si esto del arte pudiera medirse al peso, a tanto el minuto de corcheas. Uno respeta el criterio de los amotinados, como no pod¨ªa ser menos, aunque disiente. Aunque s¨®lo fuera porque en una hora tuvimos m¨¢s m¨²sica que la que puede hallarse en la mayor¨ªa de los recitales tama?o extralargue.

Se habla de Gran M¨²sica. La que practica Henry Threadgill. M¨²sica sin referencias ni principio ni fin que le lleva a uno en volandas hasta que uno no sabe d¨®nde se halla, ni c¨®mo ha llegado hasta aqu¨ª, ni qu¨¦ ha ocurrido entre medias. Y es que todo en la m¨²sica de Threadgill constituye un enigma, empezando por los t¨ªtulos de sus composiciones: It never moved, Lying eyes, Extremely sweet William... Como Ornette Coleman, este viejo le¨®n de las vanguardias ha desembocado en una obra enteramente personal donde todo parece estar atado y bien atado y bien pudiera tratarse de una ilusi¨®n.

?C¨®mo definir la m¨²sica de Henry Threadgill? No hay modo. Es posible que ¨¦ste sea su principal encanto. M¨²sico singular, este Threadgill. Porque existen tipos como ¨¦l, existe todav¨ªa el jazz.