Crisis econ¨®mica y crisis ideol¨®gica
El Partido Popular distribuye estos d¨ªas entre sus militantes un argumentario para que aborden sin complejos -como le gusta decir a Aznar- el debate ideol¨®gico sobre la crisis. En ¨¦l pueden leerse perlas como ¨¦sta: "Lo que ha fallado no son los mecanismos del mercado, sino las instituciones reguladoras y de control de las pol¨ªticas monetarias. Es decir, que el fallo ha sido de los bur¨®cratas y de los pol¨ªticos", lo cual, dicho desde un partido pol¨ªtico, resulta a su vez ideol¨®gicamente revelador.
No ser¨¢ tan cierto cuando dirigentes tan poco sospechosos de izquierdismo como Sarkozy van por el mundo pregonando que hay que "refundar el capitalismo", nada menos. Y que todos los dirigentes del mundo, incluidos los dos candidatos a la Presidencia de Estados Unidos, coinciden en la necesidad de establecer un nuevo orden econ¨®mico global. Claro, que son s¨®lo pol¨ªticos... Por lo que se ve, los del PP que han redactado este argumentario no son pol¨ªticos, y mucho menos bur¨®cratas: son almas celestiales, soldados de la verdad revelada del sacrosanto libre y ciego mercado.
No es verdad, y nunca lo ha sido, que los mercados financieros sean capaces de corregirse a s¨ª mismos
Nuestra carpetovet¨®nica derecha siempre se ha distinguido por ser m¨¢s papista que el Papa. Por eso alecciona a los suyos para que repitan sin rubor cosas como ¨¦sta, que tambi¨¦n puede leerse en el argumentario de marras: "Se ha demostrado que es la intervenci¨®n -no la liberalizaci¨®n- la que ha provocado la crisis".
Toma ¨¦sa y vuelve a por otra, que dir¨ªa un castizo. La opini¨®n p¨²blica universal, sin duda enga?ada por la propaganda socialista, est¨¢ convencida de que la intervenci¨®n concertada de los gobiernos es lo que ha salvado in extremis al sistema financiero internacional de una cat¨¢strofe causada por el descontrol en el que ha vivido durante a?os. Eso cre¨ªamos todos.
?Todos? No, los agudos analistas del PP, reserva espiritual de Occidente y ¨²ltimos resistentes -cual aldea gala- de las ideas verdaderas, saben muy bien que todo ha sucedido exactamente al contrario: que quien ha producido la crisis que ha estado a punto de llevarse por delante la econom¨ªa mundial ha sido precisamente la intervenci¨®n de los gobiernos, y quien nos conducir¨¢ a la tierra prometida de la prosperidad es la liberaci¨®n de toda clase de reglas para los mercados -y s¨®lo para los mercados, ojo, que una cosa es la libertad y otra el libertinaje-.
Otro pelo les lucir¨ªa a los Bush y Paulson, Sarkozy, Merkel y Trichet si siguieran las sabias indicaciones de la c¨¢tedra del profesor Montoro y de la doctora Aguirre en lugar de dejarse seducir por los cantos de sirena de la insidiosa izquierda intervencionista.
Bueno, al menos estamos de acuerdo en algo esencial: que la naturaleza de la crisis que estamos viviendo no plantea exclusivamente un debate t¨¦cnico de medidas econ¨®micas, sino un debate de fondo con importantes derivaciones ideol¨®gicas.
Porque no estamos ante una crisis convencional que pueda explicarse con la teor¨ªa de los ciclos econ¨®micos: no se trata simplemente de que hayamos entrado en la fase baja del ciclo y que s¨®lo tengamos que capear el temporal hasta regresar a la fase alta.
Estamos ante la crisis terminal de un modelo econ¨®mico; y tambi¨¦n de la base ideol¨®gica sobre la que ese modelo se ha sustentado. La democracia ha triunfado sobre las alternativas totalitarias que se le opusieron en el siglo XX -el comunismo y el fascismo- no s¨®lo por su superioridad moral, sino porque ha demostrado ser el ¨²nico sistema pol¨ªtico capaz de gestionar la modernidad de forma eficiente.
Las econom¨ªas dirigidas por el Estado se desplomaron no s¨®lo por ser incompatibles con la libertad, sino por su propia ineficiencia esencial. Y ahora le ha llegado el turno a otro fundamentalismo: el de la supremac¨ªa absoluta del mercado desregulado sobre cualquier otro principio social o pol¨ªtico de organizaci¨®n de la vida en sociedad. No s¨®lo es inmoral, es que, como todo lo que camina a ciegas, ha terminado encontrando el camino del precipicio.
Dicen que quien se arroja desde el piso 80 de un edificio tiene 79 pisos para creer que est¨¢ volando. Eso les ha ocurrido a los doctrinarios del mercado infalible: que cre¨ªan volar cuando en realidad se estaban -y nos estaban- despe?ando.
Los neoconservadores del ala m¨¢s dura tratan ahora de salvar los muebles del dogma derrumbado argumentando que s¨®lo se ha hecho una mala aplicaci¨®n de unos buenos principios. Pero como en todos los casos anteriores, el problema no ha estado en la aplicaci¨®n de los principios, sino en los principios mismos.
No es verdad, y nunca lo ha sido, que los mercados financieros, dejados a su propia inercia, sean capaces de corregirse y equilibrarse a s¨ª mismos, sino al contrario: cuando carecen de todo control y de toda regulaci¨®n, los mercados son capaces de desestabilizarse a s¨ª mismos y desestabilizar a todo el sistema econ¨®mico.
No es verdad, y nunca lo ha sido, que estimular el enriquecimiento ilimitado de unos pocos termine beneficiando al conjunto, sino al contrario: cuando se pretende convertir la codicia sin freno en el motor de la sociedad, el desastre colectivo est¨¢ asegurado. Se ha querido transformar la econom¨ªa de mercado en una econom¨ªa para el mercado. No la sociedad gobernando al mercado, sino el mercado gobernando a la sociedad.
La asociaci¨®n del pensamiento reaccionario en pol¨ªtica con el anarcoliberalismo econ¨®mico -esa es la f¨®rmula neocon- ha resultado ser una mezcla explosiva. Y mientras pagamos la dolorosa factura de esta alucinaci¨®n ideol¨®gica, sabemos que ya nada volver¨¢ a ser igual.
Todos tenemos mucho que revisar en nuestros enfoques y mucho m¨¢s que innovar en nuestras soluciones. Pero hoy volvemos los ojos al pacto socialdem¨®crata que dio lugar en la vieja Europa a la forma de organizaci¨®n pol¨ªtica y social m¨¢s civilizada que ha conocido la humanidad; y sabemos al menos que sigue siendo una linterna ¨²til con la que alumbrar el incierto futuro.
Jos¨¦ Blanco es vicesecretario general del PSOE.
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