Amigos que no duermen
1 - Un insomnio puro y duro empuja a un novelista amigo a escribirme en plena noche y hablarme del mercado editorial, donde cada vez cuentan menos los autores y m¨¢s los negociantes de todo tipo que orbitan a su alrededor. Me habla de un mercado analfabeto que va acostumbrando a la gente a leer inmundicias, hasta el punto de que pronto ya nadie se acordar¨¢ de lo que fue la alta literatura. Ocurre con esto como con la calidad de nuestros alimentos. A medida que desciende pavorosamente la exigencia de calidad, la gente cada vez recuerda menos lo que se com¨ªa antes, y habr¨¢ un d¨ªa en que, por falta absoluta de memoria, la gente creer¨¢ que la bazofia es lo que se ha comido siempre.
A la vista del panorama, ha decidido hacerse fuerte en la idea de que ha trabajado ya bastante a lo largo de su vida. Le ha apasionado siempre la cultura del trabajo, aquella que tanto fomentan los protestantes. Pero cree que todo tiene un l¨ªmite. Ya es suficiente con lo que ha hecho como escritor. A partir de ahora, tratar¨¢ de dedicarse s¨®lo a vivir. Espera que alej¨¢ndose de la biograf¨ªa de su estilo -le parece que la verdadera vida de un escritor es la historia de su estilo y que eso le ha impedido saber qui¨¦n es realmente- podr¨¢ comenzar a respirar por s¨ª mismo y conocerse. Ya ser¨ªa hora de que eso sucediera. Ocurra o no, algo ya es seguro: se le ver¨¢ respirar por fin. Lo m¨¢s probable es que se ponga a vivir a life reprehensibly perfect, que dir¨ªa Larkin: una vida reprochablemente perfecta.
2 - Otro amigo que tampoco duerme -amiga en este caso- da vueltas a ese fen¨®meno que tanta gente ha experimentado y que han comentado, entre otros, Bioy Casares y Andr¨¦s Ib¨¢?ez. Tenemos insomnio y caminamos en la oscuridad por nuestra propia casa porque es de noche y no queremos despertar a los otros. Se ven d¨¦bilmente los contornos de los objetos, y con eso nos basta. Pero vamos avanzando por un pasillo hasta que la oscuridad es total. ?Qu¨¦ suceder¨ªa si sigui¨¦ramos andando en esta total negrura y de pronto lleg¨¢ramos a otro lugar? Para Ib¨¢?ez, las pel¨ªculas de David Lynch tratan siempre de ese pasillo que nos conduce a lugares mentales de nuestra propia casa o cerebro que no hab¨ªamos antes visitado. Para mi amiga insomne, el maestro de los pasillos oscuros es el novelista Murakami.
Me hacen recordar a un vecino que me dio una versi¨®n distinta de esa historia del pasillo oscuro cuando me habl¨® de noches en las que regresaba a casa borracho y al d¨ªa siguiente recordaba todo, incluida la conversaci¨®n con el taxista, todo salvo lo ocurrido a partir del momento en el que hab¨ªa cerrado la puerta de su apartamento y, sin darle al interruptor de la luz, hab¨ªa avanzado, de memoria y confiado, por la oscura casa en sombras. Para mi vecino era como si la ¨ªntima y serena certeza de sentirse en el hogar le hiciera relajarse por completo. Seg¨²n me dijo, tanto llegaba a relajarse que dejaban de pasarle cosas hasta el d¨ªa siguiente.
"Si uno piensa que est¨¢ en casa, no puede pasarle nada que no sea estar en casa", recuerdo que dec¨ªa Flann O'Brien, y lo dec¨ªa tan bien que, aunque le faltaba toda la raz¨®n, parec¨ªa que la tuviera.
3 - El m¨¢s insomne de mis amigos me cuenta que su falta de sue?o ha potenciado su obsesiva man¨ªa de sacar a la luz lo que ha sido relegado a la sombra. Le pregunto por el ¨²ltimo escritor que ha rescatado del olvido, y me habla, con una sonrisa en los labios, de Alcanter de Brahm, que naci¨® en 1868 en Mulhouse y fue poeta, chansonnier, cr¨ªtico y ensayista. Nadie lo lee hoy en d¨ªa y sin embargo ha pasado a la historia por haberse inventado una palabra y un signo, lo que no es poca cosa, pues ya quisieran muchos haber pasado por la vida habiendo dejando semejante legado. La palabra que invent¨® es arribista. Cuando decimos de alguien que es un arribista estamos utilizando la palabra que con tanta fortuna cre¨® el se?or Alcanter de Brahm cuando para mofarse abiertamente de Maurice Barr¨¨s escribi¨® el libro L'arriviste. En cuanto al signo de puntuaci¨®n que creara, ¨¦ste se us¨® muy poco, aunque ¨²ltimamente est¨¢ resucitando. Se trata del llamado "signo de iron¨ªa". Alcanter de Brahm lo ve¨ªa c¨¢ndidamente como indispensable para el matiz de la lectura. Y aunque lo invent¨® para marcar las frases zumbonas o sat¨ªricas que dan tono al idioma literario, su punto de iron¨ªa no dur¨® mucho porque es obvio que quien sabe leer no necesita que con un punto le indiquen la entonaci¨®n que debe dar a las frases.
4 - Un buen tratamiento contra el insomnio es dormir mucho (W. C. Fields).
5 - Un amigo que duerme mucho dice que duerme menos desde que no hacen m¨¢s que preguntarle todo el rato qu¨¦ va a ser de la era Gutenberg -"nena, qu¨¦ va a ser de ti"- a causa del auge de lo audiovisual y todo eso. Ya le aburre el tema, dice. ?Pero mucho! Adem¨¢s, en realidad esta ola de lo visual y de lo digital es un fen¨®meno que recuerda al que tuvo lugar en el siglo XVI cuando la experiencia literaria pas¨® a ser visual en lugar de auditiva. A principios de aquel siglo, la gente todav¨ªa entend¨ªa mejor lo que se le¨ªa en voz alta que su propia lectura en silencio. Y es que hasta que se invent¨® la imprenta, la sensibilidad literaria de la gente fue auditiva. Y ya entonces se discuti¨® si la llegada de la lectura visual en silencio no iba a ser una cat¨¢strofe.
Si en la actualidad hay tanto moderno y arribista que oculta su falta de talento con la coartada de las nuevas t¨¦cnicas, en aquel siglo hab¨ªa modernos que le¨ªan en silencio para epatar a los que no estaban al d¨ªa. Y es que, como ahora dir¨ªa un castizo -si quisiera demostrarnos que tiene ocurrencias y un punto de iron¨ªa-, est¨¢ todo inventado. Claro que es bien sabido que el casticismo y la ocurrencia fueron siempre las dos peores variantes del t¨®pico, de ese gran t¨®pico en el que tantos arribistas, sin punto de iron¨ªa alguno, viven hoy instalados.
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