Adi¨®s al macho y algunas mujeres salvajes
Recordando a Marco Ferreri y su amigo Azcona, ese cin¨¦filo y peculiar matrimonio a la italiana, ahora recuperados en un documental de Maite Carpio estrenado en Valladolid. Un viaje por la vida y la obra de los responsables de algunas de las pel¨ªculas m¨¢s desesperanzadas jam¨¢s filmadas sobre la mujer, el hombre y su uni¨®n llamada matrimonio. El hombre generalmente es un ser perdido, d¨¦bil, oprimido, cobarde e inseguro. La mujer es caprichosa, ego¨ªsta, interesada, infiel y devoradora. No eran mis¨®ginos, pero tampoco eran simuladores de lo que de miserable encontraban en el ser humano. Fuera hombre, mujer, cura o matrimonio. Parte de su cine es sobre la imposibilidad de pensar en familias felices. En la vida real eran diferentes, eran dos buenos maridos que jugaban al cine de verdad. De verit¨¦. No de mentir¨¦, evasi¨®n y descanso como le hubiera gustado al poder civil. Y al eclesi¨¢stico.
Ferreri y Azcona hac¨ªan suyo lo que escribi¨® Wilde: "El matrimonio puede ser confortable, jam¨¢s placentero"
La pareja Ferreri / Azcona hac¨ªa suyo aquello que escribi¨® un marido tan poco ejemplar como Oscar Wilde: "El matrimonio puede ser confortable, jam¨¢s placentero". Y desde El pisito hasta Los negros tambi¨¦n comen tuvimos una serie de viajes conyugales, de recorridos por matrimonios, parejas infieles, castradoras, obsesivas, asesinas, libertinas o suicidas que parece mentira que todav¨ªa seamos supervivientes capaces de hablar de amor. No digo ya amor eterno, ese que no hay manera de quit¨¢rselo de encima, seg¨²n dec¨ªa Groucho Marx y repet¨ªa Azcona, sino de cierto pacto de convivencia. Los raros eran ellos, que segu¨ªan casados. Dos tipos contradictorios, dos respetuosos con una de las instituciones que menos les gustaban.
No era el matrimonio la ¨²nica instituci¨®n de la que desconfiaban, por encima estaba la Iglesia cat¨®lica. Nunca perdon¨® Azcona a la Iglesia la propagaci¨®n de viejos miedos, de c¨®digos represivos y la prohibici¨®n de los instintos. La consider¨® una f¨¢brica de producir monstruos, seres hip¨®critas que crec¨ªan con miedo de acercarse a las mujeres, que representaban el peligro: "El hombre es yesca, la mujer estopa, viene el diablo y sopla".
Mujeres que ahora, en el cine ¨²ltimo de D¨ªaz Yanes, en S¨®lo quiero caminar, han tomado la decisi¨®n de ser ellas las que organicen la fiesta, las que controlen esa tauromaquia llamada convivencia. Un particular grupo salvaje, unas pasionarias quinquis, unas tipas duras que entran a matar, que se vengan del sometimiento del macho, que pagan por hacer el amor o que manejan las pistolas y los pu?os. Dec¨ªa Ferreri que el futuro es mujer, que no hab¨ªa que tocar a la mujer blanca. Viendo a las mujeres de Tano, me doy cuenta de que el demonio trabaj¨® seriamente con nosotros. No soy capaz de dejar de desearlas a pesar de la grasa y las pistolas que acompa?an su camino. Hay cosas que ni el buen cine las enmienda.
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