Arias quer¨ªa ir a la guerra con Portugal
El ¨²ltimo jefe del Gobierno de Franco se ofreci¨® a EE UU contra el comunismo - El 'n¨²mero dos' del Departamento de Estado dio cuenta a Kissinger en 1975
El ¨²ltimo presidente del Gobierno de Franco, Carlos Arias Navarro, dijo en privado a Estados Unidos en 1975 que Espa?a estaba dispuesta a ir a la guerra con Portugal si empezaba a extenderse el comunismo como consecuencia de la formaci¨®n de un Gobierno de izquierdas en Lisboa.
Seg¨²n varias transcripciones de conversaciones con diplom¨¢ticos y legisladores estadounidenses obtenidas por EL PA?S, Arias "expresaba su profunda preocupaci¨®n" por los acontecimientos de Portugal y deseaba que Washington le garantizase que apoyar¨ªa a Madrid si estallaba una guerra. Era un momento crucial en las relaciones entre los dos pa¨ªses, porque Estados Unidos deseaba renegociar el alquiler de las bases militares y Arias quer¨ªa que Washington impulsara la entrada de Espa?a en la OTAN.
"Portugal es una amenaza contra Espa?a", seg¨²n un alto cargo de EE UU
Espa?a pidi¨® a Washington entrar en la OTAN a cambio de las bases
Sin embargo, durante esa misma ¨¦poca, los diplom¨¢ticos estadounidenses ve¨ªan que Arias ten¨ªa una relaci¨®n dif¨ªcil con el dictador enfermo y otros ministros, sobre todo a prop¨®sito de las ejecuciones de miembros de ETA y del FRAP el 27 de septiembre de 1975, a las que se hab¨ªa opuesto. Adem¨¢s, Arias era partidario de ampliar el espectro pol¨ªtico, aunque dejando fuera al Partido Comunista de Espa?a (PCE), pero, seg¨²n observaba la embajada de Estados Unidos, la crisis portuguesa le hab¨ªa hecho dudar.
Estas revelaciones se incluyen en una serie de cablegramas diplom¨¢ticos entre funcionarios de la Embajada estadounidense en Madrid y el Departamento de Estado, que se han hecho p¨²blicos y que EL PA?S ha obtenido a trav¨¦s de los Archivos Nacionales en Washington. Los documentos reproducen las observaciones de EE UU durante los ¨²ltimos meses antes de la muerte de Franco.
Durante una reuni¨®n celebrada en Jerusal¨¦n en marzo de 1975, Arias expuso sus inquietudes al entonces vicesecretario de Estado, Robert Ingersoll, sobre la r¨¢pida evoluci¨®n de los acontecimientos en el vecino Portugal, debido a lo que el presidente del Gobierno llam¨® "el ¨²ltimo acto insensato de Spinola". "Portugal es una seria amenaza contra Espa?a, no s¨®lo por el desarrollo que est¨¢ teniendo la situaci¨®n, sino por el apoyo exterior que podr¨ªa obtener y que ser¨ªa hostil a Espa?a", escribi¨® Ingersoll en un cable del 18 de marzo al secretario de Estado, Henry Kissinger.
"Espa?a estar¨ªa dispuesta a librar el combate anticomunista a solas si es necesario. Es un pa¨ªs fuerte y pr¨®spero. No quiere pedir ayuda. Pero conf¨ªa en que tendr¨¢ la cooperaci¨®n y la comprensi¨®n de sus amigos, no s¨®lo en inter¨¦s de Espa?a sino en inter¨¦s de todos los que piensan igual", inform¨® Ingersoll, que resumi¨® as¨ª lo que le hab¨ªa dicho Arias y dijo que le hab¨ªa visto "profundamente inquieto" por Portugal.
El 25 de abril de 1974, un grupo de oficiales portugueses de izquierdas dio un golpe de Estado para derrocar el Gobierno autoritario de Marcelo Caetano, sucesor del dictador Ant¨®nio Oliveira Salazar. Los oficiales quer¨ªan la democracia, y el respaldo popular a su causa fue extendi¨¦ndose en multitudinarias manifestaciones. Era lo que se llam¨® "la revoluci¨®n de los claveles".
Con la intenci¨®n de evitar un ba?o de sangre, Caetano cedi¨® el poder al popular Spinola, que contaba con grandes apoyos entre las fuerzas armadas. The Financial Times lo cont¨® as¨ª: Caetano, "sentado en el cuartel del Carmo, rodeado por las fuerzas rebeldes, rog¨® a Spinola que se hiciera cargo del pa¨ªs [porque era] el ¨²nico hombre que pod¨ªa salvarlo. El momento coincidi¨® con la llegada al modesto apartamento de Spinola de unos emisarios del cuartel general de los rebeldes, que le ped¨ªan que ocupara la presidencia".
Siete meses despu¨¦s, Spinola renunci¨® al poder, pero el 11 de marzo de 1975, mientras las fuerzas de izquierda ganaban terreno, trat¨® de recuperarlo en un golpe fallido. Arias asegur¨® a Ingersoll que estaban tom¨¢ndose las "precauciones apropiadas" para impedir que "los sucesos de Portugal se extiendan al otro lado de la frontera espa?ola". "Est¨¢ convencido de que Espa?a debe democratizarse y abrir sus puertas a una mayor participaci¨®n pol¨ªtica popular", observ¨® Ingersoll. "No obstante, la experiencia de Spinola le ha convencido de una cosa: 'no hay que subir ni bajar una colina demasiado deprisa". Y el diplom¨¢tico a?ad¨ªa: "Parece evidente que los sucesos portugueses han tenido un fuerte efecto negativo en la idea de la liberalizaci¨®n".
El presidente del Gobierno espa?ol reiter¨® su preocupaci¨®n un mes despu¨¦s, cuando se entrevist¨® con el senador estadounidense Hugh Scott (republicano de Pensilvania) y cinco colegas m¨¢s en Madrid, el 7 de abril de 1975. Pero asegur¨® a los congresistas que en Espa?a no se iba a repetir lo sucedido en Portugal porque las circunstancias eran distintas. Entre ellas, dec¨ªa, "m¨¢s libertades" en Espa?a, m¨¢s crecimiento econ¨®mico y mayor distribuci¨®n de la riqueza. Y las fuerzas armadas espa?olas no hab¨ªan "sufrido la tensi¨®n de una guerra colonial".
"Arias dice que el Ej¨¦rcito espa?ol conoce los peligros del comunismo por la experiencia de la Guerra Civil y est¨¢ totalmente unido", dec¨ªa el embajador estadounidense, Wells Stabler, en un cable enviado el 9 de abril. El 28 de mayo, Stabler informaba: "Con su larga frontera con Portugal, a Espa?a le resultar¨ªa dif¨ªcil protegerse de una acci¨®n subversiva portuguesa".
El 24 de julio, Stabler volvi¨® a reunirse con Arias para hablar de posibles nuevos contratos para las bases estadounidenses en territorio espa?ol. Un acuerdo firmado en 1953 hab¨ªa establecido bases a¨¦reas en Torrej¨®n, Zaragoza y Mor¨®n de la Frontera y una base naval en Rota. La renovaci¨®n de los contratos sali¨® a colaci¨®n durante los ¨²ltimos meses de Franco. Arias dijo que a Espa?a le parec¨ªa "inaceptable" contribuir al sistema de defensa de la OTAN sin ser miembro, sobre todo cuando algunos pa¨ªses de la Organizaci¨®n "no s¨®lo vilipendian a Espa?a sino que intervienen en sus asuntos internos".
"Arias parece deseoso de demostrar a ciertos pa¨ªses de la OTAN que la situaci¨®n actual no puede continuar", escribi¨® Stabler. "Pero no est¨¢ muy seguro de c¨®mo es posible eso sin poner gravemente en peligro la relaci¨®n con Estados Unidos".
En otro encuentro con el embajador estadounidense, el 8 de octubre, Arias no tuvo reparos en criticar las opiniones europeas sobre Espa?a. "En particular mencion¨® la incongruencia de los pa¨ªses europeos con su actitud hacia la total anarqu¨ªa que impera en Portugal, que sigue desliz¨¢ndose hacia el dominio completo de los comunistas, y la que tienen hacia Espa?a, que ha sido siempre un basti¨®n contra la expansi¨®n comunista".
Algunos pa¨ªses europeos peque?os no contribu¨ªan pr¨¢cticamente en nada a la defensa de Occidente pero eran miembros de la OTAN, explic¨® Arias. "Mientras que la contribuci¨®n de Espa?a tiene una importancia considerable y, sin embargo, los europeos contin¨²an pensando, irracionalmente, que lo que m¨¢s les conviene es aislar a Espa?a", dijo Arias. Stabler dijo a Arias que no compart¨ªa esa opini¨®n y que reconoc¨ªa su contribuci¨®n. Pero Washington no quer¨ªa comprometerse a presionar a sus aliados de la OTAN para que aceptaran a Espa?a mientras Franco siguiera con vida. Espa?a no entr¨® hasta 1982.
En agosto, surgieron especulaciones de que Franco iba a obligar a dimitir a Arias porque ¨¦ste segu¨ªa adelante con la liberalizaci¨®n pol¨ªtica, y los franquistas m¨¢s duros estaban en contra. La extrema derecha pensaba que Arias era desleal, dijo Stabler cuando Estados Unidos quiso saber qu¨¦ hab¨ªa de cierto en los rumores.
"Hemos ido a ver a un amigo bien situado en el Gabinete de Arias y le hemos hecho la pregunta directamente", escribi¨® Stabler el 20 de agosto. "Reconoci¨® de inmediato que Arias est¨¢ pasando apuros, pero dijo que va a permanecer en su puesto. Nos record¨® que Arias y sus hombres hab¨ªan llegado al Gobierno convencidos de que iban a dirigir la transici¨®n de Franco a Juan Carlos". El embajador a?ad¨ªa que no cre¨ªa que Franco se deshiciera de Arias, porque tendr¨ªa "efectos desestabilizadores a largo plazo".
El mes siguiente, Espa?a fue blanco de la indignaci¨®n internacional cuando Franco orden¨®
el 27 de septiembre la ejecuci¨®n de tres miembros de ETA y dos del FRAP. El encargado de negocios de Estados Unidos, Samuel D. Eaton, escribi¨® a sus superiores en Washington, dos d¨ªas despu¨¦s de las ejecuciones, que hab¨ªa "insistentes rumores de que, en las deliberaciones preliminares del Gabinete, entre cuatro y ocho ministros de los m¨¢s liberales se opusieron a las penas de muerte". Entre los mencionados estaban Arias, el ministro de Trabajo, Adolfo Su¨¢rez; el de Sindicatos, Alejandro Fern¨¢ndez Sordo; el de la Presidencia, Antonio Carro Mart¨ªnez; el de Agricultura, Tom¨¢s Allende y Garc¨ªa B¨¢xter; el de Exteriores, Pedro Cortina, y el de Comercio, Jos¨¦ Luis Cer¨®n Ayuso.
"La unanimidad se logr¨® a rega?adientes, s¨®lo con el fin de proteger la fachada de unidad del Gobierno en este momento crucial", escribi¨® Eaton.
Por su parte, Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, futuro ministro de Exteriores, cont¨® a los funcionarios de la Embajada estadounidense en noviembre, s¨®lo unas semanas antes de que muriera Franco, que el rey Juan Carlos ten¨ªa que echar a Arias cuando asumiera el poder porque el presidente del Gobierno ser¨ªa un obst¨¢culo para la democracia. Fern¨¢ndez Ord¨®?ez mencionaba, entre los posibles candidatos con "prestigio liberal" para el puesto, a Manuel Fraga y a Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza, que m¨¢s tarde fue ministro de Exteriores.
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