La raz¨®n frente al odio
"Dejan de odiar quienes dejan de ignorar". Con estas palabras de Tertuliano comenzaba un catedr¨¢tico de la Universidad de Navarra la primera clase de la ma?ana del viernes 31 de octubre. A pocos metros, el aparcamiento donde el d¨ªa anterior hab¨ªa estallado el coche bomba se encontraba todav¨ªa acordonado.
Esta frase simboliza nuestra reacci¨®n tras el atentado terrorista del pasado jueves. M¨¢s a¨²n, esta frase explica la solidaridad un¨¢nime que hemos recibido de miles de personas y de numerosas instituciones, en particular de las universidades espa?olas y de centros acad¨¦micos de otros pa¨ªses, que agradezco de nuevo ahora de todo coraz¨®n.
En efecto, las universidades son el lugar del conocimiento, de la convivencia y de la libertad. Al transmitir esos valores que forman parte de los cimientos de las sociedades democr¨¢ticas, ayudan a superar la ignorancia y vacunan contra el odio. Las universidades son, en suma, un ant¨ªdoto a la labor de los violentos, que cunde all¨ª donde se cultiva el rechazo del otro.
Las universidades son el lugar del conocimiento, de la convivencia y ant¨ªdoto a la labor de los violentos
En la Universidad de Navarra somos conscientes de que no tenemos que lamentar v¨ªctimas ni heridos graves, mientras que muchas otras personas han visto su vida mutilada por la p¨¦rdida de un ser querido como consecuencia de actos terroristas. A ellos se ha dirigido muchas veces el pensamiento de los estudiantes y profesionales de nuestra universidad.
Adem¨¢s, el pensamiento busca razones. Un profesor universitario tiende a reflexionar sobre todo lo que le sucede, bueno o malo. Medita acerca de su ciencia y tambi¨¦n de su experiencia. Eso me ha sucedido con motivo del reciente atentado. No pretendo resumir aqu¨ª mis conclusiones, porque muchas de ellas son muy ¨ªntimas. Pero siento la responsabilidad de compartir algo de lo que he aprendido en estos d¨ªas.
En aquellas horas que muchos vivimos con agitaci¨®n exterior y turbaci¨®n interior, la delegada de los estudiantes de la universidad, una alumna de 4? de Periodismo, hizo unas declaraciones a los medios. Entre otras cosas, afirm¨® que tenemos que responder a la violencia "con la reflexi¨®n y la palabra". Al leer esas declaraciones, pens¨¦: los j¨®venes no quieren violencia, quieren convivencia. Y nos piden un cambio. Necesitamos autocr¨ªtica.
Las palabras son semillas y nosotros, sembradores. Pol¨ªticos, profesores, periodistas, transmitimos conceptos que crean corrientes de opini¨®n, tendencias sociales, comportamientos colectivos. Nuestra siembra fomenta la comprensi¨®n o alienta la intolerancia.
A veces, los que trabajamos con ideas y opiniones tendemos a juzgar a nuestros adversarios con cierta dureza, nos cuesta ver la parte de verdad de quienes piensan de modo diferente. Caemos en las redes de la confrontaci¨®n, rebatimos con acidez un argumento y con la misma acidez somos capaces de descalificar a una persona.
En esa l¨ªnea interpreto un mensaje que hemos recibido en estos d¨ªas desde Venezuela. Una profesora universitaria explica los motivos de su dolor ante el atentado: "Me duele por ser un acto de violencia en el que se ha puesto en juego la vida de personas inocentes; me duele por el afecto que me une a quienes han sufrido este acto de terrorismo; me duele tambi¨¦n porque quienes lo realizan lo hacen en nombre de un pueblo que no se siente representado por ellos, y enarbolando una bandera -el nacionalismo- que en su d¨ªa mis antepasados alzaron con dignidad y respeto hacia todos aquellos que pensaban de modo diferente, que supieron sufrir la injusticia sin encender el odio en sus corazones, y jam¨¢s proclamaron la violencia para sostenerlo". Toda una lecci¨®n magistral.
Con m¨¢s frecuencia de lo deseable, los j¨®venes ven a pol¨ªticos, periodistas e intelectuales, divididos entre s¨ª de modo aparentemente irreconciliable. Ante el espect¨¢culo de la violencia verbal, algunos j¨®venes con menos recursos cr¨ªticos anidan sentimientos de repulsa hacia quienes piensan de modo diferente, los consideran enemigos que no merecen vivir. No me refiero ahora solamente a los que nutren las filas de los terroristas. Estoy pensando tambi¨¦n en los que emprenden otras v¨ªas de autoexclusi¨®n y de violencia.
Vale la pena recordar que existen verdades universales, comunes a todos, a las que no podemos renunciar, en las que nos debemos encontrar. Y entre ellas est¨¢ la dignidad de la persona y el derecho a la vida.
Nuestros j¨®venes merecen algo mejor. Tienen derecho a beneficiarse de los frutos de una siembra de palabras que no levanten muros sino que tiendan puentes; palabras que sirvan para defender posturas diferentes sin atacar a quienes las sostienen, para confrontar ideas, respetando a las personas. ?No es ¨¦sta una seria responsabilidad de los l¨ªderes pol¨ªticos y sociales? ?No es ¨¦sta una de las misiones m¨¢s nobles de la universidad y de la educaci¨®n en general?
Si los pol¨ªticos, los periodistas y los profesores hacemos un uso diferente de la palabra, si alcanzamos una nueva madurez pol¨ªtica, podremos ofrecer a los j¨®venes un nuevo horizonte de esperanza.
?ngel J. G¨®mez Montoro es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional y rector de la Universidad de Navarra.
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