EE UU elige hoy entre pasado y futuro
McCain representa la honestidad y la figura del h¨¦roe; Obama, la ilusi¨®n de cambio - El dem¨®crata se beneficia de la necesidad colectiva de pasar p¨¢gina
![Antonio Ca?o](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fbeac12ba-699c-4d3e-89c6-e30be1d9a86c.png?auth=74fed457e58f28ed1f5682cefdc437f0ffd7a482e0124e2212ab78e056c83af2&width=100&height=100&smart=true)
Concluida la m¨¢s larga y apasionante campa?a electoral de la historia, el pueblo estadounidense est¨¢ obligado hoy a optar entre un cambio sin precedentes que promete dibujar un nuevo escenario en este pa¨ªs y en el mundo o una ligera correcci¨®n del rumbo seguido en los ¨²ltimos a?os. Barack Obama y John McCain representan dos visiones distintas de la vida y de la pol¨ªtica, dos generaciones. Ambos son, en diferente medida, s¨ªmbolos de la grandeza de esta naci¨®n. Pero, mientras McCain basa su credibilidad y su fuerza en el pasado, Obama es el mejor testimonio posible del futuro.
Con todos sus altibajos y con todas sus dificultades, esta campa?a ha permitido descubrir a dos grandes personalidades. Una, la de McCain, m¨¢s conocida. Su leyenda de preso en Vietnam, su tradici¨®n de independencia, de contestaci¨®n y de honestidad intelectual, estaban acreditadas desde hac¨ªa tiempo y, probablemente, conseguir¨¢n sobrevivir a una campa?a republicana muy mal dise?ada estrat¨¦gicamente; otra, la de Obama, desconocida para el gran p¨²blico. Pero hoy su figura esbelta y su voz de bar¨ªtono forman parte de la cotidianidad de los norteamericanos, que han descubierto en estos casi dos a?os a un pol¨ªtico tranquilo, bien preparado y, en ¨²ltima instancia, confiable.
La popularidad de Bush es raqu¨ªtica y hay empacho de conservadurismo
"Las encuestas hablan de un electorado que ha llegado a la conclusi¨®n de que Obama ser¨¢ un buen presidente. Las dudas que prevalec¨ªan al principio se han desvanecido", afirma Peter Hart, el responsable de la encuesta publicada ayer por The Wall Street Journal que le da al candidato dem¨®crata ocho puntos de ventaja.
Es relevante el hecho de que tambi¨¦n puede deducirse de la mayor¨ªa de las encuestas que McCain ser¨ªa un gran presidente. Aunque ¨¦ste ha ofrecido algunos perfiles inquietantes en la campa?a, como su car¨¢cter impulsivo y su pasividad al aceptar el juego sucio. Pero los ciudadanos parecen retener todav¨ªa la imagen del pol¨ªtico que apareci¨® el s¨¢bado por la noche en el programa de televisi¨®n Saturday Night Live ri¨¦ndose de s¨ª mismo, de su partido y de su campa?a, un pol¨ªtico entra?able a qui¨¦n es f¨¢cil querer.
No ha sido ¨¦sta una batalla entre el bueno y el malo. No llegan hoy los estadounidenses a las urnas con la duda sobre qu¨¦ figura les ha inspirado o cu¨¢l merece m¨¢s confianza. Obama es el claro favorito a la victoria, no porque su rival haya fracasado, sino porque ¨¦l representa el futuro y McCain, por su edad, por su historia, por su mensaje, es el pasado. Un pasado no necesariamente aborrecido por electores o, al menos, no en todas sus facetas. Hay aspectos del patriotismo y la entrega de McCain que muchos votantes de Obama admiran y quisieran incluso ver en su propio candidato.
Pero el tiempo en el que McCain le ha tocado pedir la confianza a sus conciudadanos para ser presidente no es su tiempo; es el tiempo de Obama. Desde el 11 de septiembre de 2001 hasta la fecha han pasado demasiadas cosas -demasiadas cosas malas- como para que los norteamericanos no deseen pasar la p¨¢gina.
La popularidad del Gobierno de George W. Bush es raqu¨ªtica -poco m¨¢s del 20%- y el empacho de conservadurismo (especialmente de sus expresiones m¨¢s toscas, como Guant¨¢namo, las torturas, las escuchas telef¨®nicas, la invasi¨®n permanente del espacio privado, los abusos de poder, la indiferencia ante el dolor de Nueva Orleans, la insensibilidad ante el deterioro de las condiciones econ¨®micas) resulta evidente.
El senador McCain no ha estado ligado a todas esas pol¨ªticas. Incluso ha sido detractor de algunas de ellas. Pero su etiqueta partidista le pesa hoy m¨¢s de lo que ¨¦l quisiera, y su propia biograf¨ªa no deja de ser una muestra de aquellos tiempos que millones de norteamericanos quieren dejar atr¨¢s.
La alternativa que encuentran no es f¨¢cil: un negro con escas¨ªsima experiencia, hijo de un inmigrante que se desentendi¨® de ¨¦l cuando era ni?o, con un nombre suajili y un segundo apellido tan explosivo en esta ¨¦poca como Husein.
?sa es la apuesta que los estadounidenses tienen que hacer si quieren optar por el futuro. Algunos de los rasgos personales de Obama lo certifican como una opci¨®n muy arriesgada, pero, al mismo tiempo, acent¨²an su dimensi¨®n de cambio y, en todo caso, si las encuestas no fallan, se trata de un riesgo que los estadounidenses est¨¢n dispuestos a correr.
?Qu¨¦ puede nacer de esa victoria? Muy dif¨ªcil de saber. Pero es m¨¢s f¨¢cil responder a ?qu¨¦ puede surgir de esta campa?a que acab¨® ayer? De esta campa?a no va a surgir, por ejemplo, un Gobierno revanchista de izquierda que deshaga por deshacer y que castigue o premie con arbitrariedad ideol¨®gica. De esta campa?a va a surgir con alta probabilidad un pa¨ªs m¨¢s unido.
Algunas voces conservadoras extremistas est¨¢n alertando del riesgo de que una presidencia dem¨®crata, sumada al refuerzo de la mayor¨ªa de ese partido en el Congreso, instaurar¨¢ un r¨¦gimen de partido ¨²nico que amenazar¨¢ las tradiciones norteamericanas. Otros radicales del otro bando se frotan las manos ante la oportunidad que se le presentan a los sindicatos y a los activistas de izquierdas. Obama ha advertido a ambos lados que se olviden. Ha prometido gobernar desde el centro, integrar a republicanos -incluso en altas instancias de Gobierno- y liderar el cambio para un pa¨ªs que, en su mayor¨ªa, parece mirar hacia el futuro, pero hacia un futuro con estabilidad.
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