Adi¨®s a la rabia
?Qu¨¦ es lo que esperan los ciudadanos europeos del nuevo presidente americano? Lo dir¨¦ con una frase de Joseph Nye: "Que Estados Unidos deje de ser exportador de rabia y miedo". La Administraci¨®n Bush ha puesto en escena lo peor de la pol¨ªtica americana: la arrogancia del maniqueo que lo simplifica todo; el provincianismo del que se cree pueblo elegido; y el militarismo de la impotencia. Europa quiere que esta p¨¢gina pase ya y que se puedan reanudar unas relaciones entre iguales, no sometidas al capricho del que premia a los que obedecen y castiga a los que tienen ideas propias.
Con la legalizaci¨®n de la tortura, Bush dej¨® claro que todo estaba permitido, con lo cual no puede sorprendernos que este desastre econ¨®mico que llamamos crisis haya sido causado por quienes cre¨ªan que ten¨ªan impunidad absoluta. Con la doctrina del eje del mal, recuper¨® un discurso belicista que recordaba el de la guerra fr¨ªa, aunque sin el paraguas nuclear como garant¨ªa de la imposibilidad de la guerra. Esto es lo que muchos europeos esperan que el nuevo presidente entierre para siempre.
En la sociedad global, el gobierno de la principal potencia debe asumir una cultura cosmopolita. El cosmopolitismo, para sintetizarlo al modo de Kwame Apphiah, "es universalidad m¨¢s diferencia". El cosmopolita respeta las diferencias por respeto a las personas y porque sabe mantener la actitud cr¨ªtica hacia sus propias certezas. Y al mismo tiempo, entiende perfectamente que la diferencia no puede justificar ninguna forma de desprecio de los dem¨¢s. Lo contrario del cosmopolitismo es el provincianismo del que se cree poseedor de la verdad y se empe?a en imponerla por la fuerza f¨ªsica o moral a los dem¨¢s. El retorno del cosmopolitismo a la pol¨ªtica americana es lo que Europa espera.
S¨®lo as¨ª se dar¨¢n las deseables relaciones de colaboraci¨®n y respeto mutuo. S¨®lo as¨ª se podr¨¢ encauzar el caos global hacia formas de cooperaci¨®n mundial. Y s¨®lo as¨ª la democracia dejar¨¢ de ser vista en muchos lugares del mundo como un arma m¨¢s del imperialismo americano.
Europa ha de poder decir no a Estados Unidos y viceversa, pero ambos tienen la obligaci¨®n de buscar las maneras de colaborar ¨²tilmente en una tarea urgente que con Bush era imposible: construir los mecanismos necesarios para gobernar la globalizaci¨®n. Y garantizar una alianza no de civilizaciones sino de dem¨®cratas que impida que el mundo entre en una fase ca¨®tica entre el capitalismo autoritario y la cada vez m¨¢s emergente criminalidad econ¨®mica. Menos odios, menos insolencia, menos miedo, m¨¢s pol¨ªtica y m¨¢s empat¨ªa. Es la esperanza de los que deseamos volver a hablar bien de Estados Unidos.
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