Pornograf¨ªa econ¨®mica
En d¨ªas como estos, de esperanzas, de cambios globales, de nuevos ciclos -"Cambiaremos el mundo", dijo Obama, la gran esperanza negra- no puedo evitar echar la vista atr¨¢s, no muy atr¨¢s, apenas unos meses, y da pavor, temblor, rabia, cuando no asco. La terminolog¨ªa econ¨®mica inventa e inventa subterfugios para no decir que todo est¨¢ jodido; los liberales de pro (es decir los insufribles neocon) reclaman ayudas al Estado para que les saque las casta?as del infierno; los socialdem¨®cratas de pro dicen que el Estado llega hasta donde llega y el resto es cosa del mercado, y los independientes de todo (pongamos, Sarkozy) entienden que ha llegado su momento m¨¢gico para dirigir a la vieja Europa.
Nada m¨¢s f¨¢cil que salvar un sistema; ah¨ª nunca falta mano de obra cualificada
En d¨ªas como estos, la pornograf¨ªa econ¨®mica ha alcanzado su grado m¨¢s hard, bizarre incluso. El mundo se ha movilizado en unos meses para salvar bancos y empresas tramposas, directivos hartos de ¨¦xitos y de fracasos, sumideros financieros, bancos tontos (miren el KfW alem¨¢n que transfiri¨® 319 millones a Lehman cuando ya estaba en quiebra), fondos de pensiones, cuentas bancarias. Se ha movilizado, en definitiva, para salvar el sistema. Nada m¨¢s f¨¢cil que salvar un sistema; ah¨ª nunca falta mano de obra cualificada.
Pero c¨®mo creer, entonces, que es imposible acudir al rescate de las zonas subdesarrolladas, luchar contra el hambre, contra la malaria, salvar las cosechas de los peque?os pa¨ªses. C¨®mo creer que sea tan dif¨ªcil producir dinero para combatir las lacras sociales del sistema y tan f¨¢cil para cimentar de nuevo el sistema que las produce...
Resulta pornogr¨¢fica esa desnudez nada inocente, mucho menos art¨ªstica (el arte gubernamental es como la m¨²sica militar, ya saben lo de Chesterton). La ideolog¨ªa ya hab¨ªa retratado estos asuntos, pero nada m¨¢s expl¨ªcito que este sexo financiero que no ve m¨¢s all¨¢ de lo que enfoca la c¨¢mara.
Recientemente, los doctores espa?oles Pedro Alonso y Clara Men¨¦ndez, premio Pr¨ªncipe de Asturias por su lucha contra la malaria en un centro de Mozambique, confirmaban un dato aterrador: simplemente con un adecuado programa de mosquiteros en ?frica (una tela impregnada de un producto que apenas cuesta 25 d¨®lares) se podr¨ªa reducir en un 40% la muerte por malaria. En 20 siglos y pico, el mundo ha sido incapaz de aprovisionar de tan sencillo medicamento, viendo morir ni?os y madres infectadas como quien oye llover. Un par de desmanes burs¨¢tiles -previsibles, por otra parte, por el "todo vale" del capitalismo m¨¢s brutal- han movilizado a todos los gobiernos y bancos nacionales. En apenas unos d¨ªas ha aparecido ese dinero negro, que resultaba imposible para la negritud y s¨ª eficaz para el blanqueo de desmanes y desastres.
El mundo no ha sido capaz de dedicar el 0,7% del PIB para el desarrollo de los pa¨ªses pobres, por falta de recursos, ni de condonar deudas en pa¨ªses con todas las alarmas encendidas, para evitar el declive econ¨®mico, seg¨²n el FMI o el Banco Mundial. El mundo occidental ha sido el garante de esa pel¨ªcula pornogr¨¢fica de escaso di¨¢logo. En realidad, s¨®lo uno: el que dicta la vieja m¨¢xima de que para que existan los ricos siempre deben existir los pobres ("si no, ?qui¨¦n limpiar¨¢ tus zapatos o te servir¨¢ en el hotel?", dicen en la cultura anglosajona).
No nos enga?emos. Se puede cambiar el mundo. Lo ha demostrado la crisis financiera antes que los esperanzadores mensajes de Barack Obama. De momento, su primera reuni¨®n ha sido con la CIA.
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