Voto atrincherado
Desde que la derecha espa?ola se recuper¨® -bien entrados los a?os noventa- del terremoto que supuso la desaparici¨®n de UCD y de que fuera un partido de extrema derecha, AP, liderado por Manuel Fraga, el que ocupara la posici¨®n de ¨²nica alternativa de gobierno frente al PSOE, el cuerpo electoral espa?ol se ha escindido en dos bloques del mismo tama?o, que representan aproximadamente el 80% del mencionado cuerpo electoral. Esta igualdad entre ambos bloques se ha mantenido pr¨¢cticamente inamovible desde 1993, con la ¨²nica excepci¨®n de las elecciones generales de 2000, en las que el descenso en la participaci¨®n electoral explica la ruptura de esa igualdad a favor del PP. Con cifras de participaci¨®n normalizada, es decir, con la participaci¨®n media que se viene produciendo en Espa?a desde la recuperaci¨®n de la democracia, desde 1993 hay una suerte de empate entre el PSOE y el PP o el PP y el PSOE, seg¨²n el momento.
La persistencia del empate pol¨ªtico entre el PSOE y el PP desliza al sistema hacia una cierta par¨¢lisis
Entre 1993 y 2008 han cambiado much¨ªsimas cosas en Espa?a. El largu¨ªsimo ciclo de prosperidad que se inici¨® inmediatamente despu¨¦s de superada la crisis de 1993 y que se ha prolongado hasta este mismo a?o ha transformado el pa¨ªs de una manera muy acusada. La diferencia entre la Espa?a de 2008 y la de 1993 no es menor que la que hab¨ªa entre la Espa?a de 1993 y la de 1979. Y, sin embargo, esa diferencia entre 1979 y 1993 se expres¨® electoralmente de manera variada en las diferentes consultas que se celebraron durante esos a?os, mientras que la diferencia entre 1993 y 2008 ha tenido una expresi¨®n electoral muy uniforme en todas las consultas excepto en la de 2000, que puede considerarse la excepci¨®n que confirma la regla.
La persistencia de esta igualdad sorprende todav¨ªa m¨¢s, porque entre 1993 y 2008 se ha producido la renovaci¨®n del liderazgo en los dos partidos de gobierno de Espa?a. Y la renovaci¨®n no de cualquier tipo de liderazgo, sino de liderazgos que podr¨ªamos calificar de fundacionales. Felipe Gonz¨¢lez hab¨ªa sido el l¨ªder del PSOE desde los momentos iniciales de la Transici¨®n, antes incluso de la muerte del general Franco, y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ha sido el primer l¨ªder de la derecha espa?ola que ha competido con ¨¦xito una vez finalizada la Transici¨®n y que ha refundado un partido consistente y con presencia en todo el territorio del Estado por primera vez en la historia democr¨¢tica de Espa?a. La sustituci¨®n tanto de uno como del otro parece que deber¨ªa haber tenido una expresi¨®n electoral de cierto alcance.
Pero no ha sido as¨ª. Entre 1993 y 2008 la tendencia al empate electoral se ha mantenido, independientemente de que se sucedieran acontecimientos de tanto impacto emocional como el atentado terrorista del 11-M, se hayan introducido reformas de tanto calado como las de los Estatutos de Autonom¨ªa, se haya debilitado el terrorismo de ETA de manera muy pronunciada, se haya constituido un Gobierno tripartito en Catalu?a con presidente socialista, que puso fin a la hegemon¨ªa del nacionalismo convergente desde las primeras elecciones auton¨®micas en dicha comunidad; se han rechazado todas las propuestas del lehendakari, Juan Jos¨¦ Ibarretxe, sobre el llamado "derecho a decidir" y estemos en puerta de unas elecciones vascas, en las que tambi¨¦n puede acabar poni¨¦ndose fin al Gobierno del PNV. La enumeraci¨®n es puramente ejemplificativa.
La persistencia de este empate pol¨ªtico entre los dos partidos de gobierno de Espa?a, aunque no haya sido nunca empate electoral, constituye un obst¨¢culo notable para la gobernabilidad del pa¨ªs, en la medida en que desliza al sistema pol¨ªtico hacia una cierta par¨¢lisis. El Gobierno no puede considerar que en las ¨²ltimas elecciones ha recibido un mandato claro de los electores. Ha ganado y ha podido formar Gobierno, pero el PP ha incrementado su apoyo electoral y puede estar record¨¢ndole, como permanentemente est¨¢ haciendo, que su acci¨®n de gobierno no puede ni debe ir m¨¢s all¨¢ de lo que es la administraci¨®n ordinaria de los asuntos p¨²blicos, en la medida en que cualquier mayor¨ªa que pueda constituirse para ir algo m¨¢s all¨¢ tiene que ser con el apoyo de opciones pol¨ªticas territorialmente parciales.
El voto en Espa?a parece haberse atrincherado. La serie del bar¨®metro del CIS que hemos conocido este jueves lo pon¨ªa de manifiesto con mucha claridad. Sorprend¨ªa en dicha serie que el partido de gobierno no obtuviera r¨¦dito electoral de una situaci¨®n econ¨®mica tan favorable como la de la pasada legislatura y que tenga un castigo electoral tan reducido en un momento como el actual, en el que la crisis est¨¢ golpeando con la intensidad con que lo est¨¢ haciendo. Nos vamos deslizando en una mala direcci¨®n.
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