Nace la familia transoce¨¢nica
Las mujeres inmigrantes revolucionan el modelo patriarcal al convertirse en sost¨¦n de sus hijos - Las madres asumen a distancia la desgarradora relaci¨®n con unos ni?os desde otro continente
La emigraci¨®n femenina se emancipa. En los ¨²ltimos a?os, la mujer ha tomado la iniciativa a la hora de emigrar. Lo hace cada vez con m¨¢s autonom¨ªa, hasta el punto de representar casi la mitad del colectivo emigrante en el mundo (100 millones de 190, seg¨²n el Fondo de Poblaci¨®n de Naciones Unidas). Esta feminizaci¨®n no es novedosa, pero s¨ª la intensidad del fen¨®meno. Y tambi¨¦n el hecho de que muchas son la cabeza de un nuevo tipo de familia.
"Las familias transnacionales son configuraciones transitorias a la espera de un retorno al pa¨ªs de origen o de una reagrupaci¨®n que no siempre se da", explica el profesor de Antropolog¨ªa de la UNED Ra¨²l S¨¢nchez Molina. "Estas familias han existido siempre, pero las de ahora presentan una caracter¨ªstica singular: la mujer, sobre todo la latinoamericana y la filipina, est¨¢ adquiriendo protagonismo dentro de estructuras patriarcales, y emigra masivamente".
Las mujeres representan casi la mitad del colectivo inmigrante mundial
El 67% de los hijos de estas familias tiene problemas de conducta
En solitario o como punta de lanza de la unidad familiar, seguidas, o no, por marido e hijos, muchas se convierten en el principal sost¨¦n econ¨®mico del hogar, pero no sin conflictos. La din¨¢mica migratoria introduce una serie de transformaciones. En primer plano, aparecen los cambios en las relaciones intergeneracionales -con los hijos- y el impacto en las de g¨¦nero; esas mujeres env¨ªan parte del dinero que ganan a su pa¨ªs y adem¨¢s deciden c¨®mo gastarlo, cobran autonom¨ªa frente a la tradicional subordinaci¨®n al var¨®n.
?Qu¨¦ les anima a dar el paso? Lo primero, el hecho de que su incorporaci¨®n al mercado de trabajo es casi inmediata, en ocupaciones tradicionalmente femeninas: servicio dom¨¦stico, cuidado de ni?os o mayores. En segundo lugar, el apoyo de redes informales (amigos u otros familiares que facilitan el viaje y la recepci¨®n en destino). Y, finalmente, el deseo de proporcionar mayor bienestar a los suyos, a los que intentar¨¢n traerse o con quienes pretender¨¢n volver, aunque el proyecto de retorno sea m¨¢s una hip¨®tesis que un escenario de futuro. Porque la emigraci¨®n, una din¨¢mica de cambios, impone tambi¨¦n sus leyes.
Sandra Roc¨ªo Ruiz, boliviana de 41 a?os, es un caso protot¨ªpico. Madre de cuatro hijos de entre 7 y 22 a?os, lleg¨® a Espa?a hace tres, encontr¨® trabajo enseguida y hoy se ocupa de una casa y de tres ni?os ajenos. Vino con la intenci¨®n de quedarse s¨®lo un a?o para sufragar las deudas del marido, que qued¨® en Bolivia con los hijos. Luego se sumaron los gastos de la carrera universitaria del mayor, y ahora ya no piensa en volver. "Aqu¨ª hay m¨¢s oportunidades, un futuro mejor, sobre todo, para los chicos, pero mi marido no quiere o¨ªr hablar de ello. Yo quisiera traerme a los peque?os, y mi hijo mayor lo entiende y me apoya. Pero mi marido est¨¢ atascado all¨¢ y no tolera que se lo plantee. Yo tengo una visi¨®n distinta, aqu¨ª aprendes muchas cosas", explica.
La imposibilidad de "hacer entender" al marido es una de las grietas en esta "familia transoce¨¢nica", como las llaman en la Asociaci¨®n de Cooperaci¨®n Bolivia-Espa?a (ACOBE), de la que Sandra es voluntaria. "El hombre est¨¢ descolocado. Se ve en casa, al cuidado de los hijos, y no se reconoce", explica Josune Huidobro, responsable de acci¨®n social de esta asociaci¨®n.
ACOBE tiene un sistema pionero para facilitar el contacto de las dos mitades de estas familias. Por medio de un sistema gratuito de tel¨¦fono a trav¨¦s de Internet y una webcam, los emigrantes contactan con los suyos en alguna de las sedes de la ONG en Bolivia (La Paz, Santa Cruz y Cochabamba). "No es un contacto arbitrario, ni espont¨¢neo", explica Huidobro; "hay cruce previo de informes sociales entre las oficinas de Bolivia y Espa?a para determinar el grado de necesidad del contacto. Adem¨¢s, durante la conexi¨®n est¨¢n presentes un psic¨®logo y un trabajador social, porque se necesita contenci¨®n. No es bueno que en una comunicaci¨®n de 15 minutos, alguien se pase 10 llorando". Sandra Roc¨ªo contacta con su familia d¨ªa s¨ª, d¨ªa no. "Y con el mayor, por Internet", cuenta.
El 92% de los familiares de emigrantes en Espa?a tienen tel¨¦fono m¨®vil y el 48%, ordenador, seg¨²n el informe Situaci¨®n de familias de migrantes a Espa?a en Bolivia, de ACOBE. Esta investigaci¨®n refleja tambi¨¦n cu¨¢l es el coste psicosocial, afectivo, de la separaci¨®n. Si bien los encuestados confirman que su econom¨ªa real ha mejorado tras la emigraci¨®n de sus familiares, el 62% habla de traumas emocionales. Los ni?os y adolescentes presentan los porcentajes m¨¢s altos y, aunque la educaci¨®n es uno de los contextos que m¨¢s se benefician del env¨ªo de remesas por el inmigrante (en el 53% de los casos ha mejorado), el 67% de los hijos presentan problemas de conducta, y el 48%, una merma en su rendimiento escolar. La deserci¨®n del colegio se da en el 10% de los casos.
Educar es una funci¨®n de la que las madres no hacen dejaci¨®n ni en la distancia. Pero cuando se agolpan las emociones resulta dif¨ªcil encontrar una estrategia adecuada. "En una conversaci¨®n de diez minutos, la madre no puede dedicar nueve a dar ¨®rdenes, tampoco a llorar o a lamentar la ausencia", indica Huidobro. Hablar en presente, sin instalarse en el pasado pero tampoco en un futuro remoto, es indispensable. Tambi¨¦n tomar la lecci¨®n al hijo, preguntarle c¨®mo le ha ido el d¨ªa en el colegio o embarcarle en alg¨²n proyecto com¨²n. As¨ª lo cree la pedagoga e inmigrante argentina Nora Rodr¨ªguez, autora de Educar desde el locutorio (Plataforma Editorial), la ¨²nica gu¨ªa para madres a distancia disponible en Espa?a. "En estas mujeres se da una sobrecarga de funciones. No s¨®lo dejan atr¨¢s a sus hijos para cuidar los de otros, tambi¨¦n se ven privadas de herramientas para desarrollar una actitud educativa normal hacia sus propios hijos: pueden caer en el error de transmitirles su ansiedad, consentirles en exceso o sobrecargarles de regalos que generan fantas¨ªas. Son mujeres que trabajan 14 ¨® 16 horas al d¨ªa por y para sus hijos. Hay que tener en cuenta que estas familias no se rompen, s¨®lo entran en una fase distinta. El proyecto com¨²n sigue existiendo, por eso es vital alimentar la sensaci¨®n de apego. Tambi¨¦n es fundamental no instalarse en el pasado, pero tampoco supeditarse a un futuro lejano", dice Rodr¨ªguez.
Hacer que los hijos formen parte de ese proyecto de futuro resulta dif¨ªcil cuando se interponen los kil¨®metros, y a veces los a?os. La deseada reunificaci¨®n depende sobremanera de la legislaci¨®n del pa¨ªs de destino, pero su ¨¦xito estriba tambi¨¦n en la duraci¨®n de la separaci¨®n y en el tramo de edad de los hijos. "La mayor parte de las mujeres intentan traer a sus hijos antes de que entren en la adolescencia, antes de que se agudicen las divergencias generacionales. El escenario m¨¢s dram¨¢tico posible es cuando se trata de varios hermanos y se reagrupan por tandas. Conozco el caso de seis, en el que uno de ellos se ha visto obligado a quedarse en su pa¨ªs", cuenta Nora Rodr¨ªguez.
Sandra Roc¨ªo Ruiz desea traer a los dos peque?os. Porque la adolescencia puede convertirse en una barrera a¨²n m¨¢s infranqueable si se le a?ade el cambio de pa¨ªs, de costumbres y a veces tambi¨¦n de lengua. La rumana Estrella Duica, de 39 a?os, acaba de reunirse con sus dos hijos, de 22 y 16 a?os, en Espa?a. Madre en solitario, experimenta el abismo de divergencias creado por una separaci¨®n de tres a?os en los que s¨®lo se reuni¨® con ellos una vez. Sus hijos no se amoldan a Espa?a; la mayor, licenciada en Psicolog¨ªa, quiere volver y el peque?o ha estado una temporada evitando el colegio. Todo le resulta dif¨ªcil. "Me pregunta por qu¨¦ tiene que vivir aqu¨ª, no le gusta nada, le est¨¢ costando mucho adaptarse", explica Estrella. El sentimiento de culpa se multiplica.
La vivencia de cuidar de hijos ajenos mientras se a?ora a los propios tambi¨¦n es un duro trago. Sandra Roc¨ªo reconoce: "Llegas a encari?arte de los ni?os, es un poco como si fueran tuyos". Estrella Duica, al contrario, ha debido sacar fuerzas de flaqueza para encargarse del bienestar y la satisfacci¨®n de hijos ajenos. Un d¨ªa, el padre de uno de ellos le espet¨®: "No me gusta tu cara, siempre est¨¢s triste". "Si estoy triste es porque as¨ª me siento, ?c¨®mo no es capaz de entenderlo?", contest¨®. La resignaci¨®n, el acomodo o incluso la entrega son variedades unidas por un com¨²n denominador: la expectativa de ser buenas madres.
Las emigrantes sostienen en muchos casos a sus familias y contribuyen por tanto al PIB de sus pa¨ªses de origen tanto como los hombres. "Las remesas que env¨ªan son menores en cuant¨ªa que las que mandan los hombres, porque ganan menos, pero destinan en promedio una porci¨®n mayor de sus ingresos a sufragar necesidades cotidianas y servicios en salud o educaci¨®n", afirma la psic¨®loga Ana Bellocchio, directora del ?rea de Inmigraci¨®n de la Federaci¨®n de Mujeres Progresistas (FMP), que brinda apoyo legal, laboral y psicosocial a mujeres inmigrantes.
Econ¨®micamente, la emigraci¨®n no responde a un impulso aislado; obedece m¨¢s bien a un proyecto conjunto. "La decisi¨®n de migrar nunca se toma individualmente, hay negociaciones previas en las familias para decidir qu¨¦ miembro emigra y qu¨¦ otro se queda al cuidado de los hijos del que se va", explica el antrop¨®logo S¨¢nchez Medina. En el caso de Estrella, se ocuparon sus padres y una hermana. En el de F¨¢tima Ahmadi, marroqu¨ª de 37 a?os, divorciada y con tres hijos de 17, 12 y 10, lo hace su madre. Lleva un a?o y medio sin verlos, desde que lleg¨® a Espa?a; s¨®lo habla con ellos por tel¨¦fono "para decirles que se porten bien, que saquen buenas notas y se lleven bien entre ellos", cuenta a trav¨¦s de su compatriota Houda Hdaidane, mediadora intercultural de la FMP. Pero F¨¢tima pasar¨¢ inevitablemente por el mismo proceso que Estrella: una din¨¢mica de cambios generacionales que puede hacer a?icos la imagen idealizada que en la distancia los unos van haci¨¦ndose de los otros.
Psicol¨®gicamente, las madres que emigran deben "hacer el duelo" antes de proceder a reconstruir a golpe de tel¨¦fono o e-mail la unidad familiar, y eso implica un gran desgaste psicol¨®gico. Adem¨¢s del abismal sentido de culpa que tanto Estrella como F¨¢tima reconocen sentir, cuando no la sensaci¨®n de censura que aprecian por su decisi¨®n, la salud mental y f¨ªsica de las madres migrantes acusa una serie de trastornos: "Ansiedad, merma de autoestima, insomnio, casos de anorexia y avitaminosis, sin contar dolores inespec¨ªficos de est¨®mago, dolencias musculares, alergias y todo tipo de afecciones dermatol¨®gicas...", enumera Ana Bellocchio. Y depresi¨®n. Como la de Estrella Duica, que se aferra a las sesiones que semanalmente organiza la FMP para encontrarse con otras mujeres como ella. "El precio ha sido demasiado alto. Te cuesta tu salud mental. La experiencia me ha tocado mucho y dejado un poso de amargura. Te planteas si ha merecido la pena y no s¨¦ realmente qu¨¦ responder", apunta. Y musita: "Creo que no".
"Es fundamental no estar aislada ni sola, crear redes sociales de apoyo", indica Bellocchio. "La autoestima es su tal¨®n de Aquiles, y hablo tambi¨¦n de autoestima laboral: mujeres tituladas aqu¨ª se emplean en el servicio dom¨¦stico. Siempre llegan varios grados por debajo de su clase", dice la responsable de Inmigraci¨®n de la FMP. Para colmo, "el instrumento de trabajo de un inmigrante es su cuerpo, porque suelen desempe?ar trabajos f¨ªsicos, as¨ª que el miedo a la enfermedad se suma a sus padecimientos", seg¨²n esta experta.
La experiencia de emigrar transforma tambi¨¦n la sociedad emisora. La influencia que en la transmisi¨®n de conocimientos y valores ejerce la mujer emigrante, contribuye en gran medida a mejorar el estado de salud y reducir las tasas de mortalidad infantil gracias a la educaci¨®n en salud que reciben en los pa¨ªses de destino, seg¨²n un informe del Banco Mundial. Esa transmisi¨®n entra dentro de lo que los expertos denominan "remesas sociales": intercambios de ideas, recursos pr¨¢cticos, consejos, actitudes y aptitudes que las familias transnacionales incorporan al bagaje com¨²n. La consideraci¨®n social del esfuerzo que supone a estas mujeres emigrar es tambi¨¦n un valor a?adido. "El papel que la mujer tiene en el contexto social se fortalece", apunta Ana Bellocchio. F¨¢tima Ahmadi lo corrobora: "En mi pa¨ªs lo que yo hago, tanto familiar como socialmente, est¨¢ muy valorado".
En Espa?a, las mujeres representan hoy el 46% de los trabajadores extranjeros documentados, que eran, seg¨²n la Encuesta de Poblaci¨®n Activa del 2? trimestre de 2007, 3.536.347. Protagonistas de un fen¨®meno imparable, el de la feminizaci¨®n de la emigraci¨®n, estas madres-man¨¢, cabezas de un nuevo modelo de familia, la transnacional o "de techos abiertos" -en definici¨®n de Nora Rodr¨ªguez-, contribuyen sobremanera a que la rueda implacable de la globalizaci¨®n siga girando.
C¨®mo ser madre por tel¨¦fono
C¨®mo ser madre por tel¨¦fono
- Consejos pr¨¢cticos de la pedagoga Nora Rodr¨ªguez para sacar el m¨¢ximo partido a las charlas telef¨®nicas. Figuran en su libro Educar desde el locutorio (Plataforma Editorial).
1. Saber usar las palabras para no producir m¨¢s estr¨¦s y dolor en los hijos. Es conveniente hablar en t¨¦rminos tales como "imagino", "deseo", "nos har¨ªa bien"... Hay que evitar palabras como "deber¨ªas", "no debes" o "tienes que".
2. Hablar del pa¨ªs de acogida a los hijos para no generar falsas expectativas. No contar s¨®lo lo positivo.
3. Plantear juegos a distancia seg¨²n la edad: acertijos, trabalenguas o canciones.
4. Re¨ªr. Una carcajada libera tensiones y contagia alegr¨ªa.
5. Evitar dramatizar para no generar en los hijos ansiedad. No llorar ni hacerles depositarios del dolor de la separaci¨®n.
6. Consejos, los justos. No abrumarles con ellos.
7. Fomentar la sinceridad y no comparar el antes y el ahora.
8. Las palabras de amor deben usarse a menudo.
9. No colmarles de regalos. Es preferible uno solo por hijo, a ser posible personalizado.
10. Ser generosa en los halagos y alabar las capacidades del hijo; reforzar¨¢ su autoestima.
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