M¨¦xico decomisa un enorme arsenal en poder del 'narco'
La polic¨ªa detiene a un jefe de sicarios reclamado en EE UU por narcotr¨¢fico
Chaparrito y de ojos rasgados, El Hummer no ofreci¨® resistencia a la hora de su captura. El capo Jaime Gonz¨¢lez Dur¨¢n, fundador de un grupo de sicarios llamados Los Zetas, ni siquiera hizo intenci¨®n de llevarse las manos al cinto, donde escond¨ªa una del 38 con cachas doradas. Pero cuando los federales lo trasladaban desde la casa de Tamaulipas donde fue detenido al aeropuerto de Reynosa, tres camionetas se cruzaron en el camino. Eran sus subalternos, armados con rifles de alto calibre, dispuestos a batirse para evitar el traslado de su jefe a la ciudad de M¨¦xico. No lo consiguieron.
Apenas dos horas despu¨¦s, El Hummer -un apodo relacionado con su afici¨®n a los autom¨®viles de lujo- era presentado a los medios en el hangar de la polic¨ªa federal del aeropuerto Benito Ju¨¢rez. Le hab¨ªan puesto un chaleco antibalas, y una escolta de 14 agentes federales encapuchados y empu?ando rifles de asalto daban fe de su captura.
No fue un mal d¨ªa para la lucha contra el narcotr¨¢fico. Adem¨¢s de la detenci¨®n del capo Gonz¨¢lez Dur¨¢n -de 32 a?os y al que tambi¨¦n se buscaba en EE UU por tr¨¢fico de coca¨ªna-, el Ej¨¦rcito consigui¨® decomisar en Reynosa, Estado de Tamaulipas, un arsenal gigantesco, el mayor incautado jam¨¢s al crimen organizado. 288 armas largas, 14 fusiles antiblindaje, siete fusiles antia¨¦reos, 287 granadas, un lote de pistolas Five Seven, tambi¨¦n conocidas como matapolic¨ªas, ba?adas en oro y con incrustaciones de piedras preciosas. Un lanzacohetes Law, capaz de perforar el blindaje de tanques de guerra, y medio mill¨®n de cartuchos. Mil cargadores de distintos calibres. Fajos de pesos y cajas llenas de d¨®lares. Todo estaba custodiado por tres tipos j¨®venes, de entre 27 y 30 a?os, que tambi¨¦n fueron puestos a buen recaudo.
La detenci¨®n del capo Gonz¨¢lez Dur¨¢n y la incautaci¨®n del arsenal propiedad del c¨¢rtel del Golfo -en acciones simult¨¢neas y ambas en Tamaulipas- admiten una doble lectura. La primera es la oficial, y es que el Gobierno de Felipe Calder¨®n sigue decidido a luchar sin tregua contra el crimen organizado. La segunda no es tan optimista. A pesar del acoso de los federales y del Ej¨¦rcito, no parece que el narco est¨¦ teniendo problemas ni para abastecerse ni para reclutar sicarios. El poder de fuego de las armas confiscadas es de ¨²ltima generaci¨®n. Los fusiles Barret -seg¨²n fuentes militares- son de los m¨¢s potentes. De largo alcance, disparan proyectiles del calibre 50 y son capaces de abatir un helic¨®ptero o perforar la pared de una casa. Los j¨®venes sicarios -como los que se interpusieron en la carretera de Reynosa para tratar de liberar al Hummer- son a¨²n m¨¢s aguerridos o m¨¢s locos que sus antecesores muertos o detenidos.
Por si fuera poco, el Gobierno de Calder¨®n vuelve a atravesar un nuevo bache de credibilidad. El dedo de la sospecha sigue apuntando a los m¨¢ximos responsables de la lucha contra el crimen. Algunos medios acusan a Genaro Garc¨ªa Luna (ministro de Seguridad P¨²blica) y a Eduardo Medina Mora (procurador general de la Rep¨²blica) de beneficiar a algunos c¨¢rteles en perjuicio de otros, o de bailar al son que le marcan los delincuentes. Seg¨²n estas acusaciones sin contestaci¨®n oficial, los federales organizan las batidas en funci¨®n de los pitazos o chivatazos intencionados que hacen llegar a la polic¨ªa los propios delincuentes y no debido a una verdadera labor de inteligencia.
Tampoco se sabe nada sobre las causas que pudieron originar la ca¨ªda de la avioneta en la que viajaba Juan Camilo Mouri?o, ministro de Gobernaci¨®n y hombre fuerte del Gobierno. Los investigadores descartaron ayer la presencia de explosivos entre los restos, pero la poblaci¨®n sigue temiendo que la mano criminal del narco sea a¨²n m¨¢s larga y poderosa de lo que se sospechaba. El padre de uno de los fallecidos -jefe de escolta de Mouri?o- sintetiz¨® ayer muy bien el sentimiento popular: "Dios quiera que s¨®lo haya sido un accidente". Lo dijo en Veracruz. En las manos llevaba una urna de madera con las cenizas de su hijo.
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