Todos a Washington
Las crisis del futuro ya est¨¢n aqu¨ª, y el mundo no est¨¢ preparado para afrontarlas. Antes del verano tuvimos la crisis alimentaria y el mundo asisti¨® impotente al descenso al hambre de millones de personas. Tambi¨¦n hemos sufrido una crisis energ¨¦tica, con una escalada de precios que trastoc¨® los equilibrios geopol¨ªticos y econ¨®micos vigentes. Tambi¨¦n convive con nosotros una crisis clim¨¢tica y medioambiental permanente, que se traduce en desertificaci¨®n y presiones migratorias. Ahora padecemos una crisis financiera que tendr¨¢ un impacto social demoledor, tanto en el centro como en la periferia del sistema. Y mientras, seguimos con crisis de seguridad humana como la de Congo o Darfur, que al contrario que los llamados conflictos congelados est¨¢n permanentemente en ebullici¨®n, pese a lo cual no reciben la suficiente atenci¨®n por parte de la comunidad internacional.
En el futuro Espa?a tendr¨¢ que devolver el asiento a Sarkozy y resignarse a estar excluida
?Cu¨¢ntas crisis m¨¢s necesitamos para asumir definitivamente el hecho de que las instituciones dise?adas para gobernar el mundo del siglo XX han quedado obsoletas para gobernar el mundo del siglo XXI?
La ¨²nica buena noticia en todo este desastre es que en Washington vamos a tener, a partir de enero, un presidente del siglo XXI, no uno del XX. Obama va a ser un nuevo Franklin Delano Roosevelt, el presidente que hizo frente a la crisis de 1929 con el New Deal, redibujando las fronteras de lo p¨²blico y lo privado. Para lograr sus objetivos, enormes, necesitar¨¢ un entorno internacional favorable y unos socios fiables y comprometidos as¨ª que, tal y como ocurri¨® al final de la II Guerra Mundial, Estados Unidos buscar¨¢ un nuevo orden multilateral.
En Europa, por el contrario, carecemos de una visi¨®n propia sobre qu¨¦ hacer, tanto hacia dentro, desde el punto de vista de la propia integraci¨®n europea, como hacia fuera, en lo que se refiere a nuestras propuestas de gobernanza global. La unificaci¨®n alemana desencaden¨® la uni¨®n monetaria, pero esta crisis no parece que vaya a desencadenar nada: ni en lo pol¨ªtico ni en lo econ¨®mico. Por no hacer, ni siquiera parece haber convencido a los irlandeses de que, sin el Tratado de Lisboa, Europa juega en el mundo con una mano atada a la espalda. Europa parece haber decidido que m¨¢s integraci¨®n no es la soluci¨®n: estar¨ªa bien saber con qu¨¦ argumentos. La UE naci¨® para proveer seguridad a los europeos. Entonces la seguridad era f¨ªsica, frente al flagelo de la guerra; ahora se requieren medidas de otro tipo, pero nadie las propone.
?Nos quieren decir nuestros l¨ªderes con esto que la Uni¨®n Europea es tambi¨¦n un producto obsoleto del siglo XX y que a partir de ahora vamos al s¨¢lvese quien pueda? Basta mirar lo que est¨¢ sucediendo en Islandia, Hungr¨ªa o Polonia, incluso en Dinamarca, para darse cuenta de que, sin el euro, esta crisis se habr¨ªa llevado por delante a muchos Estados miembros de la UE, incluyendo el nuestro. La Uni¨®n Europea ha dado a Espa?a los mejores 20 a?os de su historia: ?no es hora de que devolvamos a la UE parte de lo que nos ha dado?
Tras un duro forcejeo diplom¨¢tico, Espa?a ha logrado un asiento en la reuni¨®n del G-20 que se celebrar¨¢ en Washington el 14-15 de noviembre. La f¨®rmula, por la que Par¨ªs cede a Madrid uno de sus dos asientos (como Grupo de los Siete y como presidencia europea), es pr¨¢ctica, pero no podr¨¢ repetirse, al menos durante todo el a?o que viene, dado que la presidencia corresponder¨¢ a checos y, luego, a suecos. Por ello, a menos que el Gobierno logre que de la cumbre salgan unas reglas m¨¢s incluyentes para futuras convocatorias, nuestro pa¨ªs tendr¨¢ que devolver el asiento a Sarkozy y resignarse a estar excluido de futuras reuniones.
En estas circunstancias, a Espa?a se le plantea un triple desaf¨ªo. Por un lado, deber¨ªa promover el debate dentro de la UE acerca de qu¨¦ reformas de calado se deben adoptar en el marco europeo para preparar mejor a Europa para hacer frente a la crisis. En otras palabras: ?c¨®mo debe ser la UE del siglo XXI? Por otro, deber¨ªa incitar a los europeos a plantearse qu¨¦ tipo de instituciones globales quieren crear para hacer frente a los nuevos desaf¨ªos. Finalmente, no deber¨ªa darse por satisfecha con haber sido invitada de forma ad hoc, sino suscitar la cuesti¨®n de la legitimidad del G-20 para emprender una tarea tan compleja como la reforma de la gobernanza mundial y, a partir de ah¨ª, contribuir a conformar unas reglas del juego justas.
Eso implica que no s¨®lo deber¨ªa hablar por s¨ª misma y defender sus propios intereses, sino tambi¨¦n hablar en nombre de los que no est¨¢n en Washington, tanto de la UE como en el resto del mundo, y pensar m¨¢s a largo plazo.
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