Muerte en Afganist¨¢n

Dos soldados espa?oles resultaron muertos, un tercero herido de gravedad y tres leves a consecuencia de un atentado al sur de Herat, en Afganist¨¢n. El n¨²mero de militares espa?oles fallecidos en este conflicto se eleva, as¨ª, a 87, confirmando que se trata de la misi¨®n internacional m¨¢s peligrosa en la que han participado nuestras tropas desde 1989, fecha en la que comenzaron a integrarse en operaciones de mantenimiento de la paz. Este atentado exige reiterar el reconocimiento sin reservas a la labor de las Fuerzas Armadas.

El de ayer no es un episodio aislado. Se enmarca, por el contrario, en un avance sostenido de los talibanes, que el pasado mes de julio lanzaron la mayor ofensiva contra la presencia internacional desde el inicio de la guerra en 2001. No se debe actuar bajo la presi¨®n de los acontecimientos, y menos a¨²n cuando se trata de un conflicto en el que no s¨®lo est¨¢ en juego el futuro de Afganist¨¢n. La sola posibilidad de que los yihadistas reconstruyan el santuario que encontraron bajo el r¨¦gimen talib¨¢n supondr¨ªa quedar a merced de los mismos riesgos que se hicieron realidad el 11-S y en otros mort¨ªferos atentados, entre ellos el que tuvo lugar el 11 de marzo de 2004 en Madrid. Pero, adem¨¢s, certificar¨ªa una derrota de la Alianza Atl¨¢ntica y de Naciones Unidas que alentar¨ªa las expectativas de Al Qaeda y otros grupos terroristas afines.

La llegada de Barak Obama a la Casa Blanca, un presidente que se opuso a la guerra de Irak pero que concede la m¨¢xima importancia a la misi¨®n en Afganist¨¢n, podr¨ªa facilitar la petici¨®n de fuerzas adicionales a los aliados. De producirse, esta propuesta deber¨ªa ser sopesada con tanta lealtad como rigor, puesto que la soluci¨®n del avispero afgano no pasa s¨®lo por incrementar las tropas; ser¨ªa preciso reconsiderar, adem¨¢s, la estrategia militar y la aproximaci¨®n pol¨ªtica y diplom¨¢tica seguidas hasta ahora en un pa¨ªs capaz de desestabilizar Estados lim¨ªtrofes, como Pakist¨¢n. Sin una respuesta clara a estos puntos, las posibilidades de fracaso se multiplican.

Las tareas previstas por Naciones Unidas y la OTAN al enviar las tropas no coinciden con la realidad que hoy se vive sobre el terreno. La reconstrucci¨®n de un pa¨ªs devastado por el fanatismo y por a?os de guerra no ser¨¢ viable bajo el hostigamiento creciente y los continuos sabotajes contra las fuerzas internacionales por parte de los talibanes. Tampoco sin erradicar la corrupci¨®n del r¨¦gimen afgano y sin un compromiso inequ¨ªvoco de Pakist¨¢n, cuyo Gobierno se encuentra atrapado entre dos fuegos, las exigencias internacionales y la infiltraci¨®n de yihadistas en las estructuras del Estado.

Estos momentos de transici¨®n entre dos presidencias en Estados Unidos resultan especialmente peligrosos. Nada impedir¨ªa, sin embargo, que los aliados abrieran ya una reflexi¨®n sobre el sentido que pretenden dar a su presencia en Afganist¨¢n, para, a continuaci¨®n, redefinir la estrategia y estimar los medios necesarios.