Comprarle un piso a Robin Hood
Cuando todas las islas est¨¢n lejos, s¨®lo puedes ser Robinson Crusoe con los ojos cerrados, porque la imaginaci¨®n es una forma de escasez, el ¨²ltimo recurso de los que deben de conformarse con so?ar lo que no pueden tener. Y cuando vives en un mundo en el que todos los bosques de Sherwood han sido recalificados para hacer urbanizaciones, la ¨²nica forma de ser Robin Hood es quit¨¢ndole solares a los ricos para repartirlos entre los pobres, que por lo visto es lo que hace un promotor inmobiliario de Fuenlabrada, llamado Jos¨¦ Moreno, que vende casas baratas a los j¨®venes y a los divorciados cuyo dinero se vaya cada mes por el desag¨¹e de su ex matrimonio. El nuevo pr¨ªncipe de los mendigos, que parece haber hecho realidad el deseo de John Keats, quien en su poema sobre Robin Hood dec¨ªa que aunque su historia hubiese acabado nosotros podr¨ªamos cargar con el peso de sus sue?os, acaba de poner en el mercado pisos de tres dormitorios, con jard¨ªn, polideportivo, garaje, trastero y piscina, al precio de 82.000 euros. Por no ir m¨¢s lejos, las viviendas de tres habitaciones que hay alrededor del lugar donde van a estar las suyas cuestan 405.000 euros. "Es decir, que si aqu¨ª s¨®lo cabe una lectura posible", me interrumpe de pronto Juan Urbano, que en estos momentos est¨¢ sentado junto a m¨ª y lee el peri¨®dico por encima de mi hombro, "haces una simple resta y descubres que los otros constructores le est¨¢n robando 323.000 euros a cada uno de sus clientes".
Si uno est¨¢ dispuesto a mojarse siempre es posible nadar contra las corrientes de opini¨®n
Tiene raz¨®n, aunque la tenga a su modo, siempre directo y a menudo un poco radical. En cualquier caso, imag¨ªnense la cantidad de cosas que van a poder hacer con esos 323.000 euros las 2.000 familias que consigan uno de los pisos solidarios del Rob¨ªn de los Bosques de Fuenlabrada, esa gente que desde hace d¨ªas guarda cola en la calle y acampa a las puertas del centro c¨ªvico en el que tiene su sede la Asociaci¨®n de Vecinos de La Avanzada para poder ser uno de los afortunados, porque las escrituras se otorgan por orden de llegada, y que cuando sean propietarios ni m¨¢s ni menos que de una casa comprada a un precio justo se sentir¨¢n como si en lugar de hacer negocios con una inmobiliaria se les hubiese aparecido un santo. Cuando se le pregunta al protagonista del asunto, responde con sobriedad pero clavando la frase en el centro de la diana: "A m¨ª me parece feo que si yo puedo hacer los pisos por 14 millones, otras cooperativas cobren m¨¢s y otras empresas los vendan todav¨ªa mucho, much¨ªsimo m¨¢s caros". La l¨®gica es un arma sencilla, pero que tiene la punta muy afilada.
La lecci¨®n que se puede sacar de todo esto es que el poema de Keats tiene raz¨®n y que, cuando uno est¨¢ dispuesto a mojarse, en este mundo siempre es posible nadar contra las corrientes de opini¨®n, desertar del ej¨¦rcito de los especuladores y no caer en el cinismo de pensar que como resulta tan dif¨ªcil vencer a la injusticia, lo mejor ser¨¢ unirse a ella. Al contrario, aqu¨ª y ahora a¨²n son posibles las soluciones individuales, algo que demuestran las iniciativas de personas como Jos¨¦ Moreno, que ha hecho ya cientos de viviendas baratas y bien construidas y ha salvado de la demolici¨®n bloques abandonados en los que ahora viven familias que, de lo contrario, tal vez habr¨ªan acabado a la intemperie o enredadas en una hipoteca salvaje, de esas que te saltan encima desde la espesura violeta de las sucursales bancarias y te comen poco a poco, durante 30 a?os, hasta dejarte en el esqueleto.
Ojal¨¢ toda esta historia no se ensucie ni tenga parte de atr¨¢s, ni pueda ser desacreditada, como suele suceder, por los enemigos de las causas justas, esas personas con ocho ceros a la izquierda que ven peligrar su posici¨®n cada vez que alguien logra que se respete un derecho tan elemental como el de tener una vivienda digna, que es lo que dice nuestra Constituci¨®n, algunos de cuyos puntos siguen siendo invisibles para los pol¨ªticos, mientras sobre otros hay una luz eternamente encendida que no se sabe muy bien si est¨¢ ah¨ª para hacernos ver o para deslumbrarnos.
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