Borau, acad¨¦mico en soledad
El cineasta y escritor ocupar¨¢ este domingo el sill¨®n B de la RAE
Jos¨¦ Luis Borau cumplir¨¢ 80 a?os en 2009, este domingo ingresa en la Real Academia Espa?ola y sigue siendo un ni?o y sigue sintiendo miedo. Le fuimos a ver a la Sociedad General de Autores, que ¨¦l preside, y le pusimos ante una palabra, infancia, y por el tobog¨¢n de un torbellino de recuerdos hall¨® un s¨ªmbolo de ese tiempo suyo que se prolonga hasta hoy: una mecedora en la que se refugiaba siempre que su padre le hac¨ªa alg¨²n reproche, y en la que se sentaba, durante horas, rumiando su rabia y tambi¨¦n su "menosprecio por las personas mayores".
La mecedora sigue existiendo, y sigue siendo su amuleto. Ya no se sienta en ella, "podr¨ªa no resistir mi peso", pero est¨¢ en su casa, cada d¨ªa la ve. Es parte del ni?o que sigue siendo. "Un ni?oide, m¨¢s bien", dice ¨¦l.
"Siempre me califico, con bastante desconsuelo, de hombre ni?oide"
"Ahora la Academia; todo me asusta: qu¨¦ me van a pedir, qu¨¦ voy a hacer..."
Borau es grande, camina a zancadas, como escap¨¢ndose, aunque ande con muletas, y las necesit¨® hace poco. Ese "menosprecio por las personas mayores" arranca desde la infancia m¨¢s tierna, "cuando mis padres y sus visitantes se dirig¨ªan a m¨ª cambiando el tono de voz, como si yo no fuera una persona normal". La primera vez que explot¨® no ten¨ªa a¨²n tres a?os. "Mi madre me baj¨® a la calle, a ver los gigantes y cabezudos, y no me pude aguantar: 'Pero, mam¨¢, ?no ves que son hombres metidos en mu?ecos de cart¨®n?".
Era muy cr¨ªtico y muy aislado, y eso va con ¨¦l. Eligi¨® el cine, desde que era un chiquillo de nueve a?os, que es un trabajo que obliga a las aglomeraciones, pero es un solitario absoluto, militante. Y en esa soledad rumiaba de chico su rabia, que se parece a la de ahora. La guerra a¨²n lo hizo m¨¢s reconcentrado: "Durante la guerra no fui al colegio; hubo un bombardeo y mi padre dijo 'ni hablar, hasta que esto no acabe no sales de casa', y all¨ª me qued¨¦. Y esa mecedora que guardo como una reliquia fue el sitio en el que me pasaba las horas".
Era hijo ¨²nico, "y todos alrededor eran mayores, muy mayores, y adem¨¢s mis padres hablaban como si fueran del siglo XVII, de modo que cuando fui al colegio, despu¨¦s de la guerra, yo no entend¨ªa lo que dec¨ªan los chicos. Me dec¨ªan: '?Ch¨ªvate, no seas tonto!', y yo no sab¨ªa qu¨¦ significaba chivarse. Un d¨ªa compr¨¦ en la Cuesta de Moyano un diccionario de aragonesismos del siglo XVII, y ah¨ª entend¨ª c¨®mo hablaban mis padres; fue como recuperar aquel ambiente".
?Y qu¨¦ le pareci¨®, Borau, la gente cuando ya sali¨® y la vio en la calle? "Yo ten¨ªa tres primos, uno de ellos fue un escritor del exilio, Jos¨¦ Ram¨®n Arana, mucho mayor que yo, y estaban mis t¨ªas, que tambi¨¦n eran mayores, y viv¨ªan en casa, as¨ª que yo s¨ª sab¨ªa c¨®mo eran las personas mayores. ?Ya en la calle? Ya te digo que en general la gente me parec¨ªa tonta. Yo me cri¨¦ de ni?o pensando que no ten¨ªa (y perdona porque es muy petulante decirlo) interlocutor". ?Y le ha seguido pasando? "S¨ª, la verdad es que no debiera decirlo, pero me sigue pasando de alguna manera. Puedo estar amable con todo el mundo, y cari?oso con el que se lo merece, pero hay siempre dentro de m¨ª como ese menosprecio que yo sent¨ªa por mis mayores; luego los quer¨ªa much¨ªsimo, y siguen presentes en mi vida, sigo so?ando con ellos, acord¨¢ndome de lo que mis padres hac¨ªan... No deb¨ªa contarte estas cosas, ?pero ya que me preguntas por la infancia! Y he mantenido todas mis amistades de ni?o, todas, y qu¨¦ l¨¢stima que ya van quedando pocos, y algunas viudas".
Los amigos. "Yo escuchaba mucho esa frase, 'ya no me quedan amigos', y pens¨¦ que nunca me iba a pasar. Los he conservado siempre, hasta que se han muerto, y en Madrid tengo amigos estupendos, e hice muchos en Los ?ngeles, cuando viv¨ª all¨ª nueve a?os; con los estadounidenses tener amigos es tener un trabajo, porque tardas en escribirles, y cuando lo haces te responden enseguida. ?Est¨¢s siempre en deuda!".
?Y por d¨®nde se col¨® el cine, en medio de esa soledad? "Yo vi con mis padres, antes de la guerra, Nobleza baturra y otras pel¨ªculas; mi padre era muy aficionado, y le gustaban cosas horrendas... Y tengo la vaga impresi¨®n de haber visto una pel¨ªcula, creo que alemana, que ocurr¨ªa en un circo y que me produjo, a los seis a?os, una sensaci¨®n er¨®tico-aventurera: el chico de la pel¨ªcula se va a quemar, y la chica de la pel¨ªcula le va a socorrer, y se arranca un jir¨®n de su especie de enagua, y eso me pareci¨® maravilloso y me conmocion¨®... Yo iba a ver las pel¨ªculas del Gordo y el Flaco, unas pel¨ªculas tremendas, como las de fieras... Pero fue a los nueve a?os cuando me di cuenta de que las pel¨ªculas no las hac¨ªan los que sal¨ªan en pantalla, sino que detr¨¢s hab¨ªa un director. Y yo dije: 'Yo quiero ser ¨¦se', el director".
Claro, los amigos se rieron. "Y se hubieran re¨ªdo m¨¢s si yo les hubiera ense?ado la revista Primer Plano, que compraba cada semana con el dinero que ahorraba de los 10 c¨¦ntimos del transporte escolar. Como me daba mucha verg¨¹enza que en el colegio me vieran con una revista de cine, la compraba y me la met¨ªa bajo el jersey y me iba a casa a leerla a escondidas".
De ese ni?o queda todo; "por eso siempre me califico, con bastante desconsuelo, de ni?oide, de ser un hombre ni?oide, porque de aquel ni?o queda todo. ?Y qu¨¦ me ha mantenido en esa edad? El car¨¢cter reconcentrado. Yo no le hago confidencias a nadie, aunque no por guardar secretos, sino porque no me gusta hacer confidencias... Y la verdad es que no s¨¦ por qu¨¦ te estoy contando todo esto". Pero se ha hecho usted mayor, Borau. "Hombre, la vida me ha hecho mayor a la fuerza, pero me han quedado cosas del ni?o que soy: la manera de ensimismarme, de guardar cosas que no sirven para nada... Ser mayor no s¨¦ lo que es; ser mayor a lo mejor es ser peor, porque a pesar de lo malo que fui de ni?o entonces era un ni?o. La pena que tengo es que mis padres murieron sin verme hacer una pel¨ªcula, pensando quiz¨¢ que hab¨ªan hecho mal el mu?eco. Yo era malo en el colegio, falsificaba las notas... ?Un golfo? Hasta cierto punto s¨ª".
Un solitario. "Por vocaci¨®n. Pero soy un solitario frustrado, siempre hay gente alrededor, pero mi af¨¢n es la soledad. Tengo amigos, me invitan, me agasajan, y yo siempre estoy con una reserva: 'A ver si me dejan en paz'. No, para volver a la mecedora no, la tengo en casa, es un amuleto, pero no me siento en ella por si la rompo. Pero, s¨ª, lo que me gusta hacer es lo que hac¨ªa en la mecedora: darle vueltas a todo, a la vida, a mis amigos, a la familia de entonces".
Un hombre azotado por el miedo
"El miedo es una cosa oscura, me domina; en casa siempre hubo miedo, a la situaci¨®n econ¨®mica, a la guerra... Mi madre don¨® un reloj de oro de su abuelo para que constara que ellos apoyaban a Franco, para que no les pasara nada, y mi primo dec¨ªa que de todos modos no nos pasar¨ªa nada, porque mi padre compraba el Abc, pero ¨¦l era republicano, lo compraba para mi abuelo los domingos...". Palabra de Jos¨¦ Luis Borau, director de pel¨ªculas como Furtivos, Tata m¨ªa
o
Ni?o nadie. Miedo. "No, no me curo del miedo, soy un hombre azotado por el miedo... Y ahora la Academia. Miedo tambi¨¦n. Todo me da miedo. Qu¨¦ me van a pedir, qu¨¦ voy a hacer...".
?l fue con Garc¨ªa Berlanga a proponerle a Fernando L¨¢zaro Carreter, que en 1998 era director de la RAE, que hicieran acad¨¦micos del mundo del cine. L¨¢zaro acept¨®; quiso que fuera Rafael Azcona, y Azcona le hizo una escena. "?C¨®mo se te ocurre! ?Un discurso en la Academia!". El otro gran solitario se quit¨® de en medio, y el dedo acad¨¦mico cay¨® sobre Fernando Fern¨¢n-G¨®mez. "Si te digo la verdad, querido Jos¨¦ Luis, eso de estar en la Academia me interesa", le dijo el actor (y director de cine, y de teatro, y novelista...), y ahora en ese sill¨®n B va a estar Borau, acaso el primer ni?o grande que entra en la Real Academia Espa?ola.
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