Historia y trapicheo
La verg¨¹enza ajena por las conmemoraciones patri¨®ticas de 1808 ha sido y sigue siendo intensa y extensa, sobre todo entre quienes soportan a la presidenta de la Comunidad de Madrid y su devoci¨®n por el cine distinguidamente pobre de Jos¨¦ Luis Garci y por el nacionalismo m¨¢s tercamente mitificador. Algunos libros han servido para reparar en privado esa tendencia a la leyenda nacional, y me acuerdo con placer de Ricardo Garc¨ªa C¨¢rcel y las varias reimpresiones de un ensayo de historia sin rastros de patriotismo miope y ecu¨¢nime en el an¨¢lisis de supuestas rebeld¨ªas nacionales, heroicas, espont¨¢neas y populares. Su libro El sue?o de la naci¨®n indomable est¨¢ tan bien titulado como subtitulado: Los mitos de la guerra de independencia.
De esa guerra, o dicho a la catalana, de la guerra del franc¨¨s, nos hemos acordado poco aqu¨ª, aunque a veces haya parecido que s¨ª, pero de una manera un tanto original. El sitio de Gerona no fue exactamente una broma menor y pasajera, y la quiz¨¢ b¨ªgama y sin duda aguerrida Agustina de Arag¨®n era barcelonesa casada con un se?or de Ma?anet de Cabrenys, as¨ª que alg¨²n motivo de pura pedagog¨ªa hist¨®rica pod¨ªa haber para tocar algo de ese asunto. A mis hijos mayores, pensando en eso, los he puesto delante del televisor los dos mi¨¦rcoles en los que Canal 33 ha emitido el documental titulado La vida bajo Napole¨®n, dirigido por Steffen Schneider. De acuerdo: dos horas no daban para contar por completo el auge y ca¨ªda de Napole¨®n entre 1794-1796 y su muerte en 1821 con Borodino y la derrota de Waterloo por en medio, pero seguro que dos chavales pod¨ªan aprender cosas concretas. La metodolog¨ªa pod¨ªa ayudar porque se apoya en el rastreo de fuentes privadas y documentaci¨®n de archivo (cartas, diarios, documentos municipales...), y desde luego salen muchas cosas de ese estilo sobre Napole¨®n y sobre los modos de subsistencia bajo un ej¨¦rcito que avanza y domina hasta Mosc¨² y empieza a desfondarse hasta la derrota de Waterloo a manos, entre otros, de Wellington. Todo no iba a caber, naturalmente, pero estuvo bien tra¨ªda la menci¨®n del modo en el que el c¨®digo civil napole¨®nico se impone en los territorios que ocupan los franceses, o el modo en el que se establece el metro como medida universal, o el invento de un sistema de telegraf¨ªa que agiliza las comunicaciones en el ej¨¦rcito, o el fracaso del bloqueo econ¨®mico a Inglaterra y la obsesi¨®n napole¨®nica con los brit¨¢nicos, o incluso las menciones aisladas, anecd¨®ticas, de las formas de la rebeld¨ªa civil contra ese ej¨¦rcito napole¨®nico que avanza y saquea. De hecho, los episodios hist¨®ricos que dramatizan unos actores alemanes muy verdes son comentados por un solo historiador, experto en la historia comparada de Alemania y Francia, ?tienne Fran?ois. Es ¨¦l quien subraya con ¨¦nfasis que en 1812 y por primera vez, Napole¨®n tiene que enfrentarse con la derrota y c¨®mo desde entonces en Alemania y despu¨¦s en su ruta hacia Rusia "empieza la rebeld¨ªa contra Napole¨®n". Tambi¨¦n explica emocionadamente el fusilamiento de dos rebeldes integrados en la "lucha de liberaci¨®n del ej¨¦rcito de ocupaci¨®n franc¨¦s". Una muchacha rubia como el trigo dulcemente dorado se corta el pelo y lo vende a un peluquero para contribuir a la causa y desde entonces se convierte en "una figura femenina de culto de la resistencia antifrancesa", capaz de dejar a todo el mundo "bocabadat", dice el documental. Se llama Ferdinand von Schemettan y actu¨® un poco antes de la derrota de 1813 en Leipzig, v¨ªctima el pobre Napole¨®n del "patriotismo m¨¢s puro" de los alemanes. Y de ah¨ª pasamos a Waterloo, Santa Elena y fin del documental.
Se me pone cara de idiota; mis dos hijos me miran, preguntan lentamente si Espa?a, Catalu?a, Gerona, Agustina de Arag¨®n, Barcelona o incluso Ma?anet de Cabrenys hab¨ªan tenido alguna vez algo que ver con Napole¨®n y me pongo a escribir este art¨ªculo para contestarles: ?es una torpeza nada m¨¢s la adquisici¨®n de un documental tan germ¨¢nicamente sesgado? ?Por qu¨¦ emite Canal 33 un producto tan pobre de factura y concepci¨®n, que excluye por completo la campa?a de Napole¨®n en Espa?a y la guerra que se arm¨® (tambi¨¦n en Catalu?a), y silencia del todo, del todo quiere decir del todo, la existencia misma de problemas en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica para Napol¨¦on? ?Ninguna televisi¨®n o paratelevisi¨®n del mundo, privada, p¨²blica o mixta, ha sido capaz de fabricar un producto algo menos xen¨®fobo?
Los usos de la memoria, el trapicheo con la historia, se puede practicar por v¨ªa de abuso simplista y mitificador (estilo Esperanza Aguirre y Garci) o se puede practicar por la v¨ªa de la exclusi¨®n y el silenciamiento estrictamente embustero: mejor emitir esto, el documental de Schneider, que no s¨®lo pasa de puntillas sobre el asunto, sino que, mejor a¨²n, ni siquiera lo saca, como si Madrid no existiese, ni sucediese nada al oeste de Francia, ni Wellington fuese el militar que derrota a Napole¨®n y lo hace aqu¨ª. La pertenencia transitoria de Catalu?a a la Francia napol¨¦onica mejor la pasamos por alto tambi¨¦n y de paso para qu¨¦ explicar que la primera vez, pero esta vez de verdad, que Napole¨®n encontr¨® alguna forma consistente de rebeld¨ªa m¨¢s o menos popular en forma de guerrilla fue en 1808, y tuvo que fusilar a unos cuantos, como seguramente mis hijos y los de ustedes saben porque hay un cuadro que lo cuenta, excepto en los documentales que selecciona y paga Canal 33.
Jordi Gracia es catedr¨¢tico de Literatura Espa?ola de la UB.
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