Perplejidad
La comunidad universitaria est¨¢ perpleja ante lo que sucedi¨® la semana pasada. Ya saben: el rector de la Universitat de Val¨¨ncia, acompa?ado por algunos miembros de su equipo, estuvo cuatro horas discutiendo con un millar de alumnos que ped¨ªan insistentemente su dimisi¨®n por negarse a convocar un refer¨¦ndum sobre la implantaci¨®n del llamado proceso de Bolonia. No quiero entrar en los argumentos que manejaron las partes, pues su an¨¢lisis requerir¨ªa un art¨ªculo largo y casi un ensayo para ocuparse a fondo de ello. Dir¨¦, como resumen de lo que pienso, que el rectorado tiene raz¨®n en oponerse al refer¨¦ndum, pues no est¨¢ facultado para promoverlo: el plan de Bolonia fue impulsado por la Uni¨®n Europea, de la que Espa?a forma parte, de la que la Comunidad Valenciana forma parte, de la que las universidades valencianas forman parte a su vez; y donde hay patr¨®n no manda marinero. Pero esto no equivale a desautorizar la postura de los estudiantes: Bolonia -no nos enga?emos- se ha echado al monte sin consultar con las bases, de manera que los alumnos tienen raz¨®n en algunas de las cosas que dicen, y tambi¨¦n la tienen los profesores, mayoritariamente contrarios a esta movida y a los que nunca la UE ha pedido tampoco la opini¨®n.
Mas la perplejidad a la que alud¨ªa no viene de este enfrentamiento verbal, sino de lo que hemos visto en el campus. Llevan los estudiantes un mes largo de movilizaciones, con ocupaciones de centros, con asambleas, con actividades l¨²dicas paralelas, en definitiva, llevan un mes haciendo lo que no hac¨ªan desde... los a?os setenta del siglo pasado. Los profesores menores de cuarenta a?os nunca hab¨ªan visto algo parecido (y bien que sienten no haber vivido algo as¨ª cuando eran estudiantes, estoy seguro). S¨®lo que los alumnos equivocan la diana: en los setenta, cuando las huelgas se resolv¨ªan con expedientes y las manifestaciones con cargas policiales, no hubo nadie dispuesto a discutir nada con ellos, as¨ª que hemos progresado (un poco: hasta ahora tampoco lo ha hecho ning¨²n pol¨ªtico, s¨®lo un rector; nuestra democracia sigue siendo manifiestamente mejorable). Formular¨¦ la pregunta del mill¨®n: por qu¨¦ ocurre esto ahora y por qu¨¦ en Valencia. Pues el rechazo a Bolonia no es una excepci¨®n: claman contra ella en todas las universidades europeas y en todos los estamentos universitarios.
No me hago ilusiones: el campus valenciano no es la Sorbona ni UCLA a fines de los sesenta, pero, salvando las distancias, los tres centros tienen algo en com¨²n: el profundo hartazgo de los j¨®venes ante la falsa prosperidad consumista que les rodea y ante la falta de expectativas vitales que les quieren servir en bandeja. Esto no es una revoluci¨®n, los nuestros no son los estudiantes de Tiananmen ni los de Praga, esto es una abstenci¨®n. Paren el mundo, que me bajo, dec¨ªa una pintada parisina de 1968. El des¨¢nimo que inspira a nuestros estudiantes es parecido. ?Por qu¨¦ en Valencia?: tal vez porque el inmenso tejido de mentiras que ha llegado a ser la sociedad espa?ola es especialmente hiriente en este patio de Monipodio en el que nos hemos convertido. ?Por qu¨¦ ahora?: quiz¨¢s porque, arruinado definitivamente el b¨¢rbaro modelo desarrollista que nos vendieron, sus gestores se han quedado sin argumentos y resulta patente que nos han dejado sin futuro. De momento, la revuelta se circunscribe a los estudiantes de Humanidades que, por obligaci¨®n profesional, son los m¨¢s cr¨ªticos. Pero si no se pone remedio desde el poder -y no me refiero al poder acad¨¦mico- poco tardar¨¢n en sumarse las dem¨¢s facultades y las otras universidades. Yo me tentar¨ªa la ropa, pues los grandes cambios pol¨ªtico-sociales, como la II Rep¨²blica o la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, vinieron precedidos de disturbios estudiantiles. Luego que no se quejen.
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