Justicia frente a los pa¨ªses en desarrollo
Una crisis financiera global requiere una soluci¨®n global. Lo mismo es v¨¢lido para las regulaciones. Durante mucho tiempo hubo una especie de carrera por aflojar las regulaciones cada vez m¨¢s, guiada por la concepci¨®n err¨®nea de que la liberalizaci¨®n conduce a la innovaci¨®n.
En realidad los mercados financieros no deber¨ªan ser m¨¢s que un medio para posibilitar una econom¨ªa pr¨®spera y estable y desarrollando una mejor gesti¨®n de los riesgos. Pero los mercados financieros no gestionaron los riesgos, los crearon.
Las familias estadounidenses no estaban en condiciones de hacer frente a los impredecibles tipos de inter¨¦s y millones de personas perdieron sus casas. Por otra parte, miles de millones de d¨®lares se invirtieron mal, lo que acarre¨® p¨¦rdidas muy abultadas.
Si queremos garantizar en el futuro una liberalizaci¨®n de los mercados financieros a escala mundial, en donde los productos financieros traspasen fronteras, debemos procurar que esos productos sean seguros y que, a su vez, las entidades vendedoras sean seguras y sanas y respalden estos productos.
Los ¨®rganos de control nacionales e internacionales han fracasado. Las nuevas normas acordadas en Basilea II para la regulaci¨®n de los bancos se basan en gran parte en la autorregulaci¨®n, lo que constituye en s¨ª una contradicci¨®n. Los bancos han demostrado que no son capaces de gestionar sus propios riesgos.
La estructura financiera global actual no es s¨®lo insuficiente, sino tambi¨¦n injusta, en especial con los pa¨ªses en desarrollo. Ellos forman parte de las v¨ªctimas inocentes de esta crisis mundial ocasionada por EE UU. Incluso los pa¨ªses que hicieron bien las cosas, que regularon mejor sus econom¨ªas y obraron con prudencia macroecon¨®mica se han visto arrastrados por los errores de EE UU.
Peor a¨²n es que el Fondo Monetario Internacional (FMI) exigiera en el pasado medidas proc¨ªclicas (por ejemplo, la subida de tipos de inter¨¦s y de impuestos y restricci¨®n de gastos en una recesi¨®n), mientras que Europa y EE UU actuaban de forma diametralmente opuesta, es decir, implantaban medidas antic¨ªclicas. Esto conduce a que en una situaci¨®n de crisis se produzca una fuga de capital de los pa¨ªses en desarrollo. Y aqu¨ª es donde empieza el c¨ªrculo vicioso.
Se acumulan los indicios de que los pa¨ªses en desarrollo necesitar¨¢n mucho dinero. Sumas que exceden la capacidad del FMI. Las fuentes de liquidez se encuentran en Asia y en Oriente Pr¨®ximo. Pero, ?por qu¨¦ habr¨ªan de ceder esos pa¨ªses el dinero ganado con esfuerzo a una instituci¨®n con un balance de resultados miserable, cuya pol¨ªtica de liberalizaci¨®n ha provocado el caos actual y que contin¨²a practicando una pol¨ªtica asim¨¦trica que contribuye a la inestabilidad?
Necesitamos una nueva instituci¨®n para los pa¨ªses en desarrollo cuya direcci¨®n refleje las realidades de nuestro tiempo.
Habr¨ªa que crear esta instituci¨®n lo antes posible.
Esto tiene que venir seguido de otras reformas: el sistema de reserva monetaria dependiente del d¨®lar est¨¢ dando muestras de desgaste; el d¨®lar no ha resultado ser un buen preservador del valor. Pero una transformaci¨®n hacia un sistema d¨®lar-euro o d¨®lar-euro-yen acarrear¨ªa a¨²n m¨¢s inestabilidad. Un sistema financiero global requiere un sistema de reserva monetaria global.
Una estabilidad perfecta es inalcanzable. Los mercados no se corrigen por s¨ª mismos. Sin embargo, hay aspectos que podr¨ªamos mejorar. Ser¨ªa de esperar que con la cumbre de Washington los jefes de Estado empiecen a crear una estructura financiera global para que el siglo XXI pueda ser s¨®lido y exitoso en todo el mundo.
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