El elefante en su laberinto
McCain era un buen candidato para su partido, pero lleg¨® tarde. Los republicanos terminaron pagando tanto los errores de Bush como su incapacidad para actualizar las propuestas de Reagan
En 1975, el elefante republicano chapoteaba ensimismado en el estanque de frustraci¨®n que propiciaron el caso Watergate, la renuncia de Nixon y la derrota de Vietnam. Bajo los rigores devastadores de la crisis econ¨®mica de los 70, el GOP (Grand Old Party) yac¨ªa presa del desaliento. Fue entonces cuando Ronald Reagan asumi¨® el liderazgo republicano y afront¨® la situaci¨®n con energ¨ªa imaginativa y claridad de objetivos. Ofreci¨® a los norteamericanos una causa en la que creer y, al mismo tiempo, les dio una respuesta coherente y sencilla a los problemas que preocupaban a la sociedad. As¨ª, el elefante se puso en marcha, encontr¨® la senda argumental para un nuevo destino y avanz¨® hacia ¨¦l con decisi¨®n, guiado por una bandera que sus pioneros pronto bautizaron como la Revoluci¨®n Conservadora. Cinco a?os despu¨¦s, Reagan fue llevado a lomos de una s¨®lida mayor¨ªa republicana hasta la Casa Blanca, revalid¨¢ndola y extendi¨¦ndola luego al Capitolio. Desde entonces el GOP pas¨® a controlar -conjunta o alternativamente- ambas instancias de poder, hasta que el pasado 4 de noviembre la victoria de Obama quebr¨® seriamente sus bases estrat¨¦gicas y electorales.
La derecha de EE UU se alej¨® de las mujeres, los hispanos y sectores de las clases medias urbanas
En la prudencia del ¨²ltimo discurso de McCain est¨¢ la clave del futuro republicano
El boomerang que tumb¨® a Carter y el Muro de Berl¨ªn, que maniat¨® a Clinton, sustent¨® la pol¨ªtica exterior de Bush y conden¨® a los dem¨®cratas al papel de comparsas durante d¨¦cadas, se ha vuelto finalmente contra McCain y el GOP. Basta echar un vistazo al mapa electoral y analizar en d¨®nde ha crecido la mancha azul (dem¨®crata) y roja (republicana) en 2008 para comprender que el elefante se ha detenido en su marcha. En realidad, ha quedado atrapado dentro del laberinto estrat¨¦gico edificado por Reagan tras su victoria en 1980. De hecho, la mayor¨ªa de Bush de 2004 fue el c¨¦nit de un dise?o insinuado en los 60, cuando el eje de gravedad republicano se desplaz¨® del norte al sur, adapt¨¢ndose a los cambios demogr¨¢ficos y rentabilizando el malestar causado entre los sure?os dem¨®cratas por la lucha de Kennedy contra la segregaci¨®n racial. Al ¨¦xito de esta estrategia contribuyeron varios factores. Por un lado, la mutaci¨®n ideol¨®gica ensayada por Barry Goldwater en 1964, ya que introdujo un arsenal te¨®rico con el que combatir el paradigma cultural introducido con el New Deal de Roosevelt. Y, por otro, la Revoluci¨®n Conservadora liderada por Reagan. A partir de ella, la corriente whig del viejo partido de Lincoln -liberal, igualitario y antiesclavista- ensambl¨® un h¨ªbrido complejo que sum¨® eficazmente a la base moderada y centrista de los republicanos, el discurso de libertarios como Milton Friedman y el conservadurismo moral que defend¨ªa la vuelta a la Arcadia religiosa de los Padres Fundadores.
En 1980, Reagan sintoniz¨® con una amplia mayor¨ªa transversal que aglutin¨® a las clases medias suburbanas y a buena parte de las clases trabajadoras blancas de todo el pa¨ªs y que, fieles al substrato com¨²n aportado por los valores tradicionales, contemplaban con preocupaci¨®n los cambios que exhib¨ªa la nueva estructura de la sociedad postindustrial descrita por Daniel Bell en los 70. Posteriormente el sentido realista y pragm¨¢tico de muchas de las pol¨ªticas de Reagan dio estabilidad y continuidad a esa mayor¨ªa. Primero, con George Bush padre y despu¨¦s, con Bill Clinton y los llamados nuevos dem¨®cratas. ?stos se mantuvieron dentro de las coordenadas del legado de Reagan al defender un partido de perfil centrista que se limitaba a corregir los excesos neoliberales de la pol¨ªtica econ¨®mica de los 80. Incluso 20 a?os despu¨¦s del nacimiento de la mayor¨ªa que logr¨® aposentar c¨®modamente al elefante en los pastos del Capitolio, la presidencia volvi¨® a recaer en otro republicano, aunque esta vez la victoria de George W. Bush fue ajustada. La raz¨®n hay que buscarla en que los dem¨®cratas, despu¨¦s del fortalecimiento del patriotismo vivido tras el triunfo en la guerra fr¨ªa y la generalizaci¨®n del Fin de la Historia perge?ada por Fukuyama, estaban tan firmemente instalados en la centralidad que perdieron un voto de clase trabajadora que hab¨ªa sido descuidado y que el GOP supo captar. De hecho, localiz¨® un semillero electoral que luego rentabiliz¨® cuando en 2004 Bush fue reelegido con una amplia mayor¨ªa.
Precisamente las claves de la derrota republicana de 2008 hay que buscarlas en el ¨¦xito sin paliativos alcanzado cuatro a?os atr¨¢s. El ¨¦nfasis sure?o cada vez m¨¢s conservador y moralista, as¨ª como la radicalizaci¨®n de los discursos con los que el GOP afront¨® la reelecci¨®n de Bush, sentaron las bases del agotamiento de sus expectativas de crecimiento. La apuesta por dividir maniqueamente el pa¨ªs en torno a un debate simplificador sobre los valores religiosos y la lucha de clases cultural que ensalza al hombre corriente del interior (Heartland) frente al esnob progresista del este han lastrado la estrategia dise?ada por Reagan cuando abri¨® el angular de los asideros electorales de los republicanos. Incluso su fuerza propositiva se ha desdibujado por el impacto de un victimismo de clase que ha reivindicado la fuerza intolerante de una mayor¨ªa supuestamente oprimida -la Am¨¦rica sencilla de los principios- frente a una ¨¦lite heterodoxa y tolerante que habr¨ªa renunciado a ellos por su intelectualismo y su aire cosmopolita, tal y como describen David Brooks en BoBos in Paradise (2000) y Jack Cashill en Hoodwinked (2005).
En este sentido, la irrupci¨®n de los neocons en el entorno de Bush y el desarrollo de su pol¨ªtica exterior tras el 11-S a?adieron a la visi¨®n republicana un componente ideol¨®gico cada vez m¨¢s radical en sus planteamientos sobre los fundamentos y el funcionamiento de la democracia norteamericana, haciendo de la lucha contra el relativismo moral preconizada en los escritos de Leo Strauss un objetivo final de refutaci¨®n y refundaci¨®n del paradigma contractual sobre el que se bas¨® el nacimiento de Estados Unidos en 1776. Esto, sumado a los fracasos de la Administraci¨®n Bush en la gesti¨®n inicial de la guerra de Irak, as¨ª como en el desastre del Katrina y los excesos de la llamada Nueva Econom¨ªa, provocaron paulatinamente la enajenaci¨®n de buena parte de los apoyos m¨¢s moderados y centrados de la mayor¨ªa forjada en los 80, apoyos a los que, por cierto, desde las filas m¨¢s enfervorizadamente militantes del GOP se les caricaturiz¨® como RINOS (Republicans In Name Only).
Hoy, el elefante vuelve a ensimismarse. La derrota sufrida por McCain ante Obama ha situado al GOP ante una compleja encrucijada que no permite un an¨¢lisis basado en la perspectiva europea. Primero, porque las claves ideol¨®gicas de nuestro continente no son operativas en Estados Unidos. La ausencia de una izquierda socialdem¨®crata -en su sentido literal, digamos bernsteiniano- o marxista impiden equiparar el debate pol¨ªtico norteamericano al europeo. Y segundo, porque la policrom¨ªa cultural y racial estadounidense, as¨ª como el aliento progresista que recorre el pa¨ªs, desbordan los esquemas sociol¨®gicos de Europa. En la batalla electoral de 2008 el GOP ha tratado de restaurar la mayor¨ªa de los 80. Ha querido apostar por el moderantismo de McCain y su giro centrista, pero el intento ha sido vano, ya que la crisis y el descr¨¦dito de la Administraci¨®n Bush terminaron por da?ar sus posibilidades. McCain era un buen candidato, pero ya era demasiado tarde. De hecho, la complejidad creciente de la sociedad norteamericana, los cambios demogr¨¢ficos y culturales de los ¨²ltimos a?os, el aumento de poblaci¨®n hispana y el cada vez m¨¢s debilitado peso de su mayor¨ªa blanca han erosionado la fuerza de los soportes de la coalici¨®n que unific¨® Reagan.
Dos frases explican por d¨®nde puede llegar la salida del laberinto: el hilo que habr¨¢ de seguir el GOP para reconciliarlo con importantes sectores de las clases medias del este y el oeste del pa¨ªs, y abrirlo a espacios de apoyo entre la poblaci¨®n hispana y las mujeres. Para Newt Gingrich "hay que ser honestos acerca de la gravedad de nuestro fracaso tras ocho a?os de gobierno y saber por qu¨¦ no hemos tenido ¨¦xito social despu¨¦s de este periodo". Por eso mismo Jim Greer, uno de los l¨ªderes en alza dentro de los republicanos, no ha dudado en afirmar autocr¨ªticamente desde Florida que sus seguidores no pueden "obsesionarse con asuntos que no preocupan a la mayor¨ªa de los norteamericanos". Lo dicho, el elefante en su laberinto a la espera de un liderazgo que haga del estilo prudente y las palabras pronunciadas por McCain en su discurso de Phoenix el soporte de una posible mayor¨ªa que retome con inteligencia el discurso de los valores jeffersonianos que est¨¢ en los or¨ªgenes del partido y de la Rep¨²blica norteamericana.
Jos¨¦ Mar¨ªa Lassalle es secretario de Estudios del PP y diputado por Cantabria.
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