Vaciado de un icono
El hecho de que Ian Fleming fuese el escritor favorito de John Fitzgerald Kennedy es un dato que, tradicionalmente, se ha utilizado para ironizar acerca de los objetables gustos literarios del malogrado presidente. La informaci¨®n podr¨ªa aportar, no obstante, una clave para entender la estructura profunda del siglo XX: James Bond como absoluta fantas¨ªa sexual de una masculinidad limpia de culpa en un contexto cultural donde el Playboy de Hugh Heffner era, m¨¢s que una publicaci¨®n interesante no s¨®lo por sus art¨ªculos, toda una filosof¨ªa de vida.
En un siglo XXI en el que los mapamundis ya no se trazan con las l¨ªneas de la guerra fr¨ªa y la masculinidad parece abocada a pedir disculpas, Bond resulta un elemento problem¨¢tico. No deja de resultar curioso que la refundaci¨®n del mito (y su franquicia) emprendida con Casino Royale (2006) recurriese a las fuentes literarias del personaje para descubrir que en el origen hab¨ªa material para reivindicar a James Bond como mito tr¨¢gico. El agente 007 asum¨ªa, as¨ª, el nuevo rostro de Daniel Craig y volv¨ªa a nacer como alma herida.
QUANTUM OF SOLACE
Direcci¨®n: Marc Forster.
Int¨¦rpretes: Daniel Craig, Olga Kurylenko, Mathieu Amalric, Judi Dench, Giancarlo Giannini.
G¨¦nero: acci¨®n. Reino Unido, 2008.
Duraci¨®n: 106 minutos.
La elecci¨®n de un director tan poco bondiano como Marc Foster para prolongar ese discurso hac¨ªa temer lo peor -un Bond sobreexplicado, un poco a la manera del Batman de Christopher Nolan-, pero Quantum of solace no tarda en desarticular estos prejuicios: es una pel¨ªcula sorprendentemente concisa en sus fren¨¦ticos 106 minutos de metraje, que funcionan como constante encadenado de secuencias de acci¨®n en parajes que reformulan el atractivo tur¨ªstico en pesadilla de supervivencia y venganza unidireccional.
Hay muchas cosas significativas en Quantum of solace: por ejemplo, que el ¨²nico escarceo amoroso de Bond implique a una figura muy secundaria -y no a la muy publicitada chica bond de turno: Olga Kurylenko-, que saldr¨¢ de escena a trav¨¦s de un muy esquinado homenaje a una poderosa imagen de James Bond contra Goldfinger (1964). Curiosa manera de decir que las se?as de identidad que siempre definieron al personaje ahora funcionan s¨®lo como inercia o eco del pasado. La silueta de Bond atraviesa un desierto en los cr¨¦ditos iniciales: las dunas acaban fundi¨¦ndose con los contornos de siluetas femeninas en una acaso involuntaria condensaci¨®n del esp¨ªritu de Quantum of solace, donde un Bond desertizado sue?a con un espejismo hedonista que ya no es posible.
Como todo mito m¨¢s grande que la vida, James Bond quiz¨¢s canaliz¨® los complejos de inferioridad y los sue?os de poder del hombre com¨²n del siglo XX. Ahora, es el propio 007 quien se revela v¨ªctima de su propio complejo. Aqu¨ª resulta palpable algo que ya se suger¨ªa en Casino Royale: que la renovaci¨®n de la franquicia surge a la sombra del ¨¦xito de Jason Bourne, ese h¨¦roe sin identidad que quiz¨¢s defina la esencia del h¨¦roe de acci¨®n del nuevo milenio.
Babelia
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