Antonio Romero
Como los a?os van pasando y la democracia forma ya parte de la memoria, empezamos a tener recuerdos parlamentarios. Los recuerdos parlamentarios son de agradecer, porque las situaciones democr¨¢ticas de nuestro pa¨ªs s¨®lo alcanzaron a ser peque?¨ªsimos par¨¦ntesis entre la tiran¨ªa y la barbarie. Despu¨¦s de muchos a?os de protagonismo parlamentario en representaci¨®n del Partido Comunista de Andaluc¨ªa y de Izquierda Unida, Antonio Romero decidi¨® en las ¨²ltimas elecciones retirarse de la pol¨ªtica institucional y dej¨® paso a gente m¨¢s joven. Su sucesor malague?o en el Parlamento, Jos¨¦ Antonio Castro, naci¨® en 1974, y lleva, seg¨²n advierte Antonio con una sonrisa en los labios, tres zarcillos en la oreja, penetrante s¨ªntoma de renovaci¨®n.
Entre mis recuerdos parlamentarios tiene un lugar privilegiado el humor de Antonio Romero, su capacidad para condensar el mundo en una frase y abrir nuevas perspectivas gracias a reflexiones tan llenas de sorpresa como de sabidur¨ªa popular. Advirti¨® Antonio Machado, en uno de sus discursos sobre la educaci¨®n, que bajo el birrete de un doctor puede esconderse el cr¨¢neo de un idiota. Bajo la simpat¨ªa autodidacta y militante de un campesino andaluz, puede esconderse la inteligencia en estado de gracia. Quien posee la capacidad de encontrar las palabras, de abrir y cerrar los problemas en una frase, demuestra experiencia de la realidad y voluntad de di¨¢logo con los dem¨¢s. Conocimiento y capacidad de intervenci¨®n son dos valores muy estimables en un pol¨ªtico, y yo estoy convencido de que la historia de la izquierda andaluza habr¨ªa caminado mejor si Antonio Romero hubiese sido, como debi¨® ser, alcalde de M¨¢laga.
He encontrado de nuevo a Antonio Romero en su libro ?Por qu¨¦ no me callo? Cartas pol¨ªticas (Ediciones del Planeta Rojo, 2008). No se trata, como era de esperar, de cartas pastorales, ni de cartas de ajuste o de despido, sino de cartas boca arriba, cartas encima de la mesa. Cuenta Antonio que aprendi¨® desde muy ni?o la importancia de las cartas, porque la gente analfabeta de Andaluc¨ªa buscaba ayuda culta para mandar sus recados y necesitaba medir un lenguaje metaf¨®rico para dar cuenta de los estados m¨¢s ¨ªntimos. Una mujer quejosa de la larga ausencia de un marido emigrante le pidi¨® a una mano amiga que escribiese: "Antonio, la cebada de la ca?ada honda est¨¢ ya para que la corten. O vuelves pronto o meto segadores de fuera". Por fortuna Antonio Romero no necesita un lenguaje figurado para hablar de la realidad.
Las cartas han sido en el pensamiento moderno un modo literario muy ¨²til para ejercer lo que Cadalso llamaba la cr¨ªtica de la naci¨®n. Como la rutina invita al acomodo, la mirada extranjera permit¨ªa descubrir las contradicciones y las injusticias de las costumbres. Las cartas escritas por el viajero que da noticia de un pa¨ªs fueron un recurso contundente para ejercer las denuncias sociales. Antonio es un extranjero en una sociedad neoliberal que cada d¨ªa degrada m¨¢s las ilusiones de una democracia social, la apuesta por los espacios p¨²blicos, gestionados en com¨²n a trav¨¦s de la participaci¨®n pol¨ªtica. Utiliza los n¨²meros, las estad¨ªsticas oficiales, y la verdad es que sus n¨²meros cantan en rojo cuando habla de la igualdad salarial entre hombres y mujeres, del campo andaluz, de los servicios de salud, de las cuentas de la Corona, del sueldo de los ejecutivos y de la inmigraci¨®n. La costumbre nos hace acomodarnos a situaciones de verdadera alarma democr¨¢tica.
Antonio Romero se despidi¨® de la pol¨ªtica institucional para dejar paso a los j¨®venes, pero anuncia que continuar¨¢ dando la lata. Y los j¨®venes le agradecer¨¢n sin duda las dos cosas, su generosidad y su magisterio. Yo me despido ahora utilizando la f¨®rmula epistolar de otro analfabeto andaluz, recordado por Antonio: "Besos a los vecinos y recuerdos a mis padres".
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