El segundo asesinato de Joan Peir¨®
Acaba de aparecer otra obra p¨®stuma de Josep Benet: Joan Peir¨®, afusellat (Edicions 62). Un trabajo espl¨¦ndido, como todos los suyos, que pone ante nuestros ojos con todo lujo de detalles aquella farsa de proceso. Pero ahora quiero destacar la formidable base documental y testimonial de Benet que atestigua el esfuerzo de Peir¨® por salvar personas inocentes. En aquel sangriento verano del 36, en su ciudad de Matar¨® y en la comarca circundante del Maresme, se jug¨® la vida una y otra vez para arrancar de manos de los asesinos a eclesi¨¢sticos y a muchas otras personas inocentes. En el peri¨®dico Llibertat, de Matar¨®, escrib¨ªa semana tras semana contra los asesinos en¨¦rgicos art¨ªculos, que recopil¨® en el libro Perill a la reraguarda (Edicions Llibertat, Matar¨®, 1936). El peligro en la retaguardia que denunciaba eran precisamente los incontrolados, o no tan incontrolados, que con los fusiles que faltaban en el frente mataban y saqueaban en la retaguardia.
La obra del obispo Antonio Montero falta a la verdad al denigrar la memoria de Peir¨® y lanzar contra ¨¦l una segunda condena
Antonio Montero Moreno, actualmente arzobispo em¨¦rito de Badajoz-M¨¦rida, public¨® en 1961 su tesis doctoral Historia de la persecuci¨®n religiosa en Espa?a 1936-1939, con un loable esfuerzo de objetividad y esp¨ªritu de reconciliaci¨®n. Por primera vez se publicaba el listado de v¨ªctimas, 6.832 obispos, sacerdotes, religiosos o religiosas asesinados, con lo que se desterraron definitivamente las versiones minimalistas o maximalistas. Pero incurr¨ªa en numerosos errores, sobre todo por omisi¨®n, por el car¨¢cter unilateral de la documentaci¨®n utilizada. En sus Aclaraciones introductorias reconoc¨ªa que no se pod¨ªa escribir con garant¨ªa sobre la persecuci¨®n "sin acudir honradamente a lo publicado por los perseguidores y tomar buena nota de las excusas que aireaban" (p. XVI). Dec¨ªa tambi¨¦n que tanto el autor como la editorial "agradecer¨¢n much¨ªsimo cualquier enmienda o informaci¨®n complementaria, elemento precioso para una edici¨®n ulterior, si el volumen tiene esta fortuna" (p. XII). Es lo que hice con una extensa recensi¨®n con numerosas observaciones concretas, que escrib¨ª para la Revue d'Histoire Eccl¨¦siastique (1962, pp. 618-630) y envi¨¦ al autor, pero que no mereci¨® respuesta ni se ha tenido en cuenta en una reciente reimpresi¨®n (2004). En una nota del editor, el director de la Biblioteca de Autores Cristianos, Joaqu¨ªn L. Ortega, dice que es una "escueta y esencial reimpresi¨®n", una "simple pero literalmente fiel reimpresi¨®n", "es pura y llana reimpresi¨®n". Pero al final se ha a?adido una p¨¢gina con una fe de erratas e imprecisiones, con 15 nombres corregidos y 14 v¨ªctimas m¨¢s a?adidas. Cosas mucho m¨¢s graves ten¨ªan que haberse enmendado. En el cap¨ªtulo III, "extensi¨®n y profundidad de la persecuci¨®n religiosa", Montero, que al principio ha dicho que su historia requer¨ªa estudiar lo que dec¨ªan los perseguidores, recoge palabras de diversos revolucionarios sobre la eliminaci¨®n total de la Iglesia y de los sacerdotes, y entre los "gritos de victoria" de los que quer¨ªan exterminar de ra¨ªz a la Iglesia, cita estas palabras de Peir¨®: "El anatema general contra los mosqueteros con sotana y los requet¨¦s engendrados a la sombra de los confesonarios fue tomado tan al pie de la letra, que se ha perseguido y exterminado a todos los sacerdotes y religiosos ¨²nicamente porque lo eran... Matar a Dios, si existiese, al calor de la revoluci¨®n, cuando el pueblo inflamado por el odio justo, se desborda, es una medida muy natural y humana" (Antonio Montero, op. cit., p. 56, nota 9). Pero omite lo que viene despu¨¦s: "Matar como alguien quisiera matar
[m¨¢s arriba Peir¨® ha estado acusando a los que matan a personas que no han cometido ning¨²n delito] ser¨ªa algo parecido a los asesinatos que un tiempo ensangrentaron las calles de Barcelona, cuando ¨¦sta estuvo presa bajo el zapato de los odiados Anido y Arlegui. Entonces, los hombres eran asesinados, no por sus actividades y procedimientos. Lo eran por sus ideas, y de esto se protestaba" (Joan Peir¨®, op. cit., pp. 41-43). M¨¢s adelante dec¨ªa Peir¨®: "La persecuci¨®n del sentimiento y de las creencias religiosas conculca un derecho inalienable, es un derecho semejante al que nosotros reivindicamos cuando se nos persigue por nuestros sentimientos pol¨ªticos y sociales", y condena la destrucci¨®n de los s¨ªmbolos y obras de arte religiosos (pp. 56-57). Y tambi¨¦n: "Que uno sea burgu¨¦s o capitalista no es raz¨®n para que los revolucionarios lo persigan y lo exterminen. Tampoco lo es perseguir y exterminar curas y frailes por el solo hecho de serlo
. Nuestra lucha es contra el fascismo, y todo el que no sea un fascista comprobado, cualesquiera que sean sus ideas, para los antifascistas, para los verdaderos revolucionarios, ha de ser una persona sagrada" (p. 93). Queda claro, pues, que lo de "se ha perseguido y exterminado a los sacerdotes y religiosos ¨²nicamente porque lo eran" no eran "gritos de victoria" de Peir¨®, sino firme condena.
Que en un libro que quiere ser la Biblia Vulgata de la persecuci¨®n se diga y ahora se repita que Peir¨® fue un feroz asesino, es un asesinato moral peor que el f¨ªsico de Franco. Que el autor no se sienta capaz de revisar a fondo su obra, o que ¨¦sta sea muy buscada, no es raz¨®n para difundirla de nuevo sin corregir sus graves errores y persistir, faltando a la verdad, a la justicia y al m¨¢s elemental agradecimiento, en denigrar la memoria de Peir¨® y lanzar contra aquel hombre honrado esta suerte de segunda condena.
Hilari Raguer es historiador y monje de Montserrat
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