La rifa y la teta
La realidad est¨¢ llena de operaciones de aumento de pecho, y tambi¨¦n de rifas, bingos y sorteos
Los hechos son los siguientes: la discoteca valenciana organiza una fiesta donde se rifa una operaci¨®n de aumento de pecho. La empresa queda a cargo de "un prestigioso cirujano" y se valora en 4.500 euros. No obstante, si la agraciada opina que Dios ya ha sido generoso con ella, puede canjear su premio por una fotodepilaci¨®n.
Una mujer puede sentirse tan ajena a estas zozobras como un hombre a las que afectan al alargamiento de pene, pero no podemos descartar que algunas personas hagan de estos dilemas el centro de su sistema filos¨®fico y moral. Pues bien, de pronto, y como si no tuvieran otra cosa que hacer, el Ayuntamiento de Valencia, la Generalitat y el Ministerio de Sanidad anuncian sanciones contra los animosos promotores del sorteo. Pero la amenaza de propinar un palo burocr¨¢tico no surge de ning¨²n inter¨¦s objetivo: la amenaza es ideol¨®gica. La amenaza, en fin, es un ejercicio de polic¨ªa pol¨ªtica, control social e intromisi¨®n en la vida privada.
?Qu¨¦ raz¨®n asiste a esos tipos para imponer a nadie su universo moral? Asombra que en este pa¨ªs, palad¨ªn del laicismo, la laicidad, la laicizaci¨®n, la laicitud y la laicolatr¨ªa; en este pa¨ªs que exige de la autoridad una completa neutralidad frente a todas doctrinas, los detentadores del poder no se sientan aludidos cuando se trata de las suyas. La hipocres¨ªa que subyace a este fen¨®meno denuncia la vocaci¨®n totalitaria del feminismo institucionalizado, que impone su escala de valores y condena la m¨¢s t¨ªmida operaci¨®n desviacionista. No tolera ning¨²n modelo de conducta que afee su paisaje moral.
Es un debate parecido al que suscita la prostituci¨®n, una de las bestias negras de esa ideolog¨ªa. No era ayer cuando dej¨® de ser delito, en algunos lugares, la pr¨¢ctica de la homosexualidad, a¨²n en el ¨¢mbito privado, y ahora nuevos doctrinarios deciden que el intercambio de sexo por dinero es condenable. Quiz¨¢s deber¨ªan aprender que existe alguna diferencia entre eso que a ellos no les gusta y eso que deber¨ªan tolerar.
Hace unos a?os una congregaci¨®n de monjas o un impetuoso p¨¢rroco habr¨ªan denunciado la inmoralidad de esa rifa mamaria. Y los mismos que hoy proh¨ªben la t¨®mbola habr¨ªan respondido, muy airados, que esa gente no tiene derecho a imponer su moral a los dem¨¢s. Pero algunos compartimos el principio de que nadie tiene derecho a imponer su moral a los dem¨¢s; y lo hacemos hasta el punto de no bajar la voz frente a esa grotesca dictadura de seres tronantes que atiborran su discurso de tecnicismos psicologistas e imponen penitencias psicosexuales, obligan a los leguleyos a perpetrar aberraciones gramaticales y exigen a la ciudadan¨ªa una diaria, s¨®rdida y asfixiante introspecci¨®n en busca de algo sucio.
La polic¨ªa pol¨ªtica que se est¨¢ construyendo desde el poder deber¨ªa asumir este principio elemental: lo que hagan personas mayores de edad, no incapacitadas judicialmente, en un ¨¢mbito privado, en uso de su libertad, sin da?o de tercero y sin ejercicio coactivo no les debe importar una higa ni a los bur¨®cratas que detentan el poder ni a los grupos de presi¨®n a los que aquellos tan servilmente obedecen. Que dejen a la gente en paz cuando no hace da?o a nadie.
La realidad est¨¢ llena de operaciones de aumento de pecho. La realidad tambi¨¦n est¨¢ llena de rifas, bingos y sorteos. ?Qu¨¦ hay de malo en combinar ambos conceptos? Quieres un implante de teta y te toca en la rifa. Pues eso, en plena crisis econ¨®mica, m¨¢s que un expediente sancionador deber¨ªa inspirar toda clase de parabienes. Y, de haber sido socialdem¨®crata, hasta pedir¨ªa ayudas p¨²blicas para tan imaginativos empresarios.
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