La inc¨®gnita sobre el papel de Ternera
A finales de 2002, tras ser procesado en relaci¨®n con el atentado de 1987 contra la casa cuartel de Zaragoza (12 muertos), Jos¨¦ Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera, volvi¨® a la clandestinidad y a la direcci¨®n de una ETA con el plan de negociaci¨®n en la mano. Se encontr¨® una organizaci¨®n debilitada y dividida en facciones que pugnaban por hacerse con el poder. Pareci¨® entonces que con el ascendente de haber pasado largos a?os de c¨¢rcel en Francia y haber dirigido la organizaci¨®n con mano f¨¦rrea, su autoridad resultar¨ªa indiscutida, m¨¢s a¨²n si se suma la influencia que su propio hijo ejerc¨ªa entre los j¨®venes. Pero pronto se comprob¨® que ETA-Batasuna afrontaba el proceso de negociaci¨®n desde dos perspectivas bien distintas.
Mientras unos cre¨ªan que, dado lo insostenible de la situaci¨®n, era preciso negociar para conjurar el riesgo de disoluci¨®n del proyecto pol¨ªtico de la izquierda abertzale, otros pensaron que era el Gobierno espa?ol el m¨¢s necesitado en pactar. Su tesis era que el ejercicio de la "lucha armada" en estas ¨²ltimas d¨¦cadas hab¨ªa impedido la consolidaci¨®n del modelo de la Espa?a auton¨®mica y provocado la "grave crisis actual de la estructural territorial del Estado".
Las primeras diferencias afloraron ya pocos meses despu¨¦s de la declaraci¨®n del "alto el fuego permanente" (22 de marzo de 2006). Ekin —colectivo de ETA para coordinar y dirigir a las estructuras civiles de la banda—, difundi¨® un documento en el que se subrayaba que el proceso de negociaci¨®n no ten¨ªa por qu¨¦ ser el definitivo y deb¨ªa servir a los objetivos pol¨ªticos de una izquierda abertzale que se reservaba la posibilidad de "responder a los ataques del Estado".
Las distintas reacciones a la declaraci¨®n institucional del presidente del Gobierno en junio de 2006, cuando anunci¨® el inicio del proceso de di¨¢logo, mostraron a las claras las primeras desavenencias. Mientras unos aplaudieron la comparecencia de Zapatero, otros la rechazaron al tiempo que exig¨ªan una declaraci¨®n sin l¨ªmites constitucionales, como la de Downing Street, que inici¨® el proceso en el Ulster.
A estas alturas, la inc¨®gnita mayor es sobre el comportamiento y el paradero de Josu Ternera. ?Le oblig¨® su enfermedad a retirarse de la negociaci¨®n y, aparentemente, del activismo en ETA? ?Fue destituido por las facciones en lucha o ¨¦l mismo se autoexcluy¨® por el clima de enfrentamiento interno y se mantiene a la espera de una nueva oportunidad? En sus encuentros con los representantes del Gobierno, L¨®pez Pe?a nunca explic¨® las razones de esa ausencia.
Sea como fuere, la determinaci¨®n del aparato militar de volver a la violencia se increment¨® a medida en que ganaban fortaleza operativa —robos de armas y explosivos, reactivaci¨®n de los ingresos de la extorsi¨®n— y comprobaban que la idea de poner fin a medio siglo de terrorismo empezaba a cuajar en la base militante de Batasuna y en sus propias filas.
El ¨²ltimo tramo, vigilado, de los meses en los que Txeroki ha campeado como amo y se?or en ETA debe de haber sido muy provechoso para la polic¨ªa. "Metimos la pata con la detenci¨®n de Thierry en aquel momento preciso, pero la hemos sacado con la captura de Txeroki", resume un investigador policial. Con los dos jefes en prisi¨®n, la divisi¨®n interna en ETA vuelve, pues, al punto de partida.
Pero, como dice el ministro Rubalcaba, creer hoy por hoy en la pr¨®xima desaparici¨®n de ETA es una ilusi¨®n, por profunda que sea su crisis y elevada la capacidad de prospecci¨®n de los servicios de informaci¨®n policiales. Y es que el sentido y alcance del rumbo que la organizaci¨®n terrorista vaya a adoptar a partir de ahora no est¨¢ escrito, que se sepa.
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