Ciudad mutilada
Experimentamos estos d¨ªas otra "tormenta perfecta": un ataque de histeria colectiva, catalizado por medios sensacionalistas y gobernantes oportunistas. Para lectores de fuera de Madrid, recordemos la secuencia. Una gresca en una discoteca provoca la muerte de un chaval con apellido conocido. El local es cerrado inmediatamente pero aqu¨ª todo se politiza, dentro de los miserables par¨¢metros de la pol¨ªtica local, marcada por las luchas fratricidas del PP.
El alcalde est¨¢ missing pero la zarina de la Comunidad, Esperanza Aguirre, se materializa con gesto compungido en un "homenaje" al difunto y promete controlar a los porteros de locales nocturnos. Vapuleado por sus enemigos habituales, Gallard¨®n saca las zarpas: clausura cuatro salas -But, Macumba, Moma, La Riviera- que, se nos explica, se hallan en situaci¨®n irregular.
El cierre de La Riviera es un atentado contra la vida cultural de Madrid
Hace tiempo, estuve relacionado con un club madrile?o. Fui, supongo, eso tan sospechoso: un "empresario de la noche". En dos a?os aprend¨ª lecciones importantes. Primera, que era una ocupaci¨®n de alto riesgo: mucho dinero, demasiadas tentaciones. Segunda, que la regulaci¨®n administrativa de los negocios nocturnos pertenece a los m¨¢s profundos arcanos.
Incr¨¦dulo, escuchaba que casi todos los locales funcionaban en la frontera entre lo legal y lo ilegal: siempre faltaba un permiso, una firma, una revisi¨®n. Se necesitaban contactos en el Ayuntamiento, capacidad incansable para entablar recursos y -aqu¨ª entramos en territorio m¨ªtico- unos sobres entregados a la persona adecuada.
No digo que estas actividades sean inocentes. Una discoteca, un bar de copas, un local de conciertos concentran mucha testosterona alterada; adem¨¢s, pueden convertir la existencia de los vecinos en un infierno. Pero tambi¨¦n refuerzan el equipamiento cultural de una ciudad contempor¨¢nea. Respecto a la m¨²sica pop, Madrid tiene carencias extraordinarias y no entremos en los agravios comparativos con la m¨²sica culta o los espect¨¢culos deportivos.
Cr¨¦anme: Madrid puede tener ¨ªnfulas de ciudad ol¨ªmpica pero asume el tercermundismo en estas cuestiones. As¨ª, carece de espacios de capacidad media -entre 2.000 y 4.000 personas- para acoger conciertos con comodidad y buena ac¨²stica. El cerrojazo a La Riviera -con su fealdad y sus deficiencias- atenta contra la cartelera cultural de Madrid.
Un local con solera, adem¨¢s. Hist¨®ricos como Cachao y Bebo Vald¨¦s animaron La Riviera al principio de los a?os 60. All¨ª pudimos disfrutar de Dylan, Van Morrison y bastantes de esos artistas que ahora consiguen millonadas de promotores institucionales, empe?ados en traer algo de brillo a localidades fuera del circuito.
Imagino que alguien har¨¢ ver al ambicioso edil lo contraproducente de sus medidas. Una vez aterrorizado el sector, quiz¨¢s se eche atr¨¢s, para colgarse una medalla de "buen rollo". Como Fidel y Ra¨²l Castro: cada poco, hacen un barrido y enchironan a unas docenas de disidentes. Cuando reciben visitantes ilustres en su pobre Cuba, sueltan a unos cuantos presos pol¨ªticos. Y reciben aplausos por su magnanimidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.