Amnist¨ªa como triunfo de la memoria
El primer gran movimiento unitario de la oposici¨®n, tras la muerte de Franco, fue exigir la libertad de los presos pol¨ªticos como irrenunciable primer paso a la democracia. Los logros no obligaron a olvidar el pasado
No sab¨ªa bien hasta qu¨¦ punto acertaba el editorialista de EL PA?S cuando afirmaba -La memoria hist¨®rica, 7 de enero de 1977- que la guerra civil ocupar¨ªa "en la memoria colectiva un lugar de primer orden durante d¨¦cadas". La guerra tiene que ser "objeto de una reflexi¨®n colectiva y de un debate abierto, en el que participen tanto quienes la hicieron como sus descendientes, tanto los vencedores como los vencidos", se dec¨ªa entonces, expresando una convicci¨®n compartida por un amplio sector de lectores, entre los que no faltaron voces del exilio, como la de Manuel And¨²jar, que envi¨® una carta al director para subrayar la coincidencia de este editorial con la posici¨®n mantenida por ¨¦l y el grupo de exiliados que dirigieron en M¨¦xico la revista Las Espa?as.
La ley de octubre de 1977 quiso simbolizar el comienzo de una nueva era de concordia
No hubo amnesia: la revista m¨¢s le¨ªda sigui¨® publicando reportajes sobre fosas comunes
La memoria de la que tanto se hablaba hace m¨¢s de 30 a?os ten¨ªa un objetivo: superar el pasado. As¨ª lo entend¨ªa Manuel Tu?¨®n de Lara, cuando se preguntaba en la presentaci¨®n de Historia del Franquismo -excelente colecci¨®n de fasc¨ªculos de Daniel Sueiro y Bernardo D¨ªaz Nosty- si por formar parte de la historia los hechos relatados en aquellos cuadernos deb¨ªan ser olvidados. Y respond¨ªa: "Esos hechos y esos actos tienen que ser olvidados como condicionantes del presente y del futuro, como factores pol¨ªticos. En cambio, hay que asimilarlos y explicarlos como historia". As¨ª era entonces la memoria hist¨®rica, la misma a la que se refiere Todorov cuando afirma que "si se quiere superar el pasado, en primer lugar, hay que fijar y establecer la propia historia".
Fruto principal de aquella memoria fue el impresionante movimiento por la libertad de los presos pol¨ªticos y el retorno de los exiliados que creci¨® como la espuma en el primer semestre de 1976. Comenz¨® pronto, inmediatamente que se conoci¨® el verdadero alcance del indulto concedido por el Rey al hacerse cargo de la jefatura del Estado. Y eso se supo casi al d¨ªa siguiente, cuando Manuel Fraga, ministro de la Gobernaci¨®n, volvi¨® a meter en la c¨¢rcel a Marcelino Camacho, condenado en el proceso 1001, indultado y vuelto a encarcelar en la m¨¢s palmaria demostraci¨®n de que el indulto regio era papel mojado; que el amo de la calle era ¨¦l, Fraga, vicepresidente con licencia para retirar de la circulaci¨®n a quienes estorbaban sus planes de reforma.
Liquidado el primer efecto del indulto, la reivindicaci¨®n de amnist¨ªa sirvi¨® de aglutinante a colegios profesionales, organizaciones vecinales y feministas, partidos y sindicatos todav¨ªa ilegales, para exigir, en el primer gran movimiento unitario de la oposici¨®n, la libertad de los presos pol¨ªticos como irrenunciable primer paso a la democracia. Las manifestaciones por la libertad, la amnist¨ªa y el estatuto de autonom¨ªa en Barcelona los d¨ªas 1 y 8 de febrero de 1976, la convocada en Madrid el 4 de abril, las concentraciones organizadas por las Gestoras Pro-Amnist¨ªa en Euskadi, todas ellas reprimidas con sa?a por la polic¨ªa, culminaron, tras la ca¨ªda del Gobierno Arias / Fraga, en la Semana Pro-Amnist¨ªa celebrada con multitud de actos entre el 7 y el 12 de julio, pocos d¨ªas despu¨¦s del nombramiento de Adolfo Su¨¢rez como presidente del Gobierno.
"El pueblo empuja, el Gobierno no puede soportar m¨¢s la presi¨®n popular y arroja la toalla", escrib¨ªan los autores del Libro blanco sobre las c¨¢rceles franquistas, expresando un sentimiento com¨²n. La oposici¨®n unida hab¨ªa conseguido un triunfo y dado un paso adelante en la lucha por la democracia. S¨®lo un paso, pues la amnist¨ªa por fin decretada el 30 de julio de 1976, siendo la mejor de las posibles, no era la m¨¢s amplia de las deseables, como escribi¨® EL PA?S. Pacata con los militares dem¨®cratas, dej¨® fuera adem¨¢s los actos que hubieran "puesto en peligro o lesionado la vida o la integridad de las personas". De modo que vuelta a empezar, sobre todo en Euskadi, donde se iniciaron huelgas de hambre y encierros en iglesias cuando pas¨® el 30 de diciembre y la amnist¨ªa total, la que iba a cubrir los delitos de ETA, se qued¨® sobre la mesa de un Consejo de Ministros abrumado ante el secuestro por los GRAPO del presidente del Consejo de Estado, Antonio Mar¨ªa Oriol.
Fue a partir de esta segunda oleada cuando la reivindicaci¨®n de amnist¨ªa total adquiri¨® un nuevo significado. Hasta entonces, al exigir la libertad de los presos pol¨ªticos y el retorno de los exiliados nadie planteaba, como contrapartida, una medida similar para quienes, como funcionarios de la dictadura, hubieran participado en la violenta represi¨®n de los "delitos" de asociaci¨®n o de reuni¨®n. Desde comienzos de 1977, camino de las primeras elecciones generales, amnist¨ªa total comenz¨® a identificarse con fin de la guerra civil y de la dictadura. Y, en consecuencia, adquiri¨® un nuevo contenido: hab¨ªa que amnistiar el pasado de todos para construir -como dir¨¢ Arzalluz- "un nuevo pa¨ªs en el que todos podamos vivir".
As¨ª se plante¨® por primera vez en la reuni¨®n que mantuvo Su¨¢rez con los delegados de la Comisi¨®n de los Nueve el 11 de enero de 1977 para hablar de las dos grandes cuestiones pendientes ante la convocatoria de elecciones: la amnist¨ªa y la legalizaci¨®n de todos los partidos. El Gobierno, que hubiera aceptado de buen grado "un gran acto solemne que perdonara y olvidara todos los cr¨ªmenes y barbaridades cometidos por los dos bandos de la guerra civil, antes de ella, en ella y despu¨¦s de ella hasta nuestros d¨ªas", como propuso el representante del PNV, Julio J¨¢uregui, no se sinti¨® con fuerzas para decretarla. Prefiri¨® tomar el camino de las medidas de gracia, eliminando el inciso "puesto en peligro" del decreto del a?o anterior y recurriendo a la anacr¨®nica figura del extra?amiento para sacar de la c¨¢rcel a un buen pu?ado de presos de ETA, entre otros a los condenados en el consejo de guerra de Burgos.
De modo que la amnist¨ªa total, como recordaron varios dirigentes de la oposici¨®n, quedaba emplazada para despu¨¦s de las elecciones. Y as¨ª fue. El primer d¨ªa que entraron en el Congreso, los diputados del PNV presentaron una proposici¨®n de ley de "amnist¨ªa general aplicable a todos los delitos de intencionalidad pol¨ªtica, sea cual fuere su naturaleza, cometidos con anterioridad al d¨ªa 15 de junio de 1977". ETA hab¨ªa puesto a prueba al Gobierno, asesinando a Javier de Ybarra, secuestrado d¨ªas antes de las elecciones. A pesar de ello, la propuesta del PNV fue apoyada por el resto de los grupos de oposici¨®n, a los que se sum¨® UCD, de modo que el proyecto de ley incluy¨® tambi¨¦n a las autoridades, funcionarios y agentes de orden p¨²blico que hubieran cometido delitos contra el ejercicio de los derechos de las personas.
Esa fue la sustancia de la Ley 46 / 1977, de 15 de octubre de 1977, de Amnist¨ªa: sacar de la c¨¢rcel a todos los presos de ETA y, a cambio, extender la amnist¨ªa a autoridades, funcionarios y polic¨ªas. Hubo m¨¢s, pero lo fundamental, en el ¨¢nimo de los proponentes y del Gobierno, consisti¨® en simbolizar el comienzo de una nueva era de concordia dejando las c¨¢rceles vac¨ªas de presos por actos de intencionalidad pol¨ªtica cualquiera que fuese su resultado. Para legitimar esta primera ley de las nuevas Cortes se habl¨® de la guerra civil, de la dictadura, de las torturas y sufrimientos padecidos, se trajo el pasado al presente, pero con la intenci¨®n de darlo por clausurado y cerrar una larga etapa de la historia. La guerra civil hab¨ªa en verdad terminado, coment¨® la prensa el d¨ªa siguiente.
?Fue la ley producto de una amnesia, causa de un olvido? ?Midi¨® con el mismo rasero a los presos pol¨ªticos que hab¨ªan luchado pac¨ªficamente contra la dictadura y a sus carceleros y torturadores? En absoluto. Excluy¨®, s¨ª, el pasado del debate parlamentario; pero no impuso una tiran¨ªa de silencio: el mismo d¨ªa que fue aprobada, la revista de mayor difusi¨®n de aquellos a?os, Intervi¨², continuaba la publicaci¨®n de una larga serie de reportajes sobre fosas con uno titulado "Otro Valle de los Ca¨ªdos sin cruz. La Barranca, fosa com¨²n para 2.000 riojanos". Y por lo que se refiere a los presos pol¨ªticos que hab¨ªan luchado con medios pac¨ªficos, ya estaban en la calle desde un a?o antes, algunos ocupaban esca?os en el Congreso y defendieron con vigor y convicci¨®n el proyecto de ley. A su coraje moral y a su determinaci¨®n pol¨ªtica debemos que la democracia echara a andar, asediada por las pistolas de quienes, a derecha y a izquierda, recibieron la amnist¨ªa como una muestra de debilidad del Gobierno.
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