Confort cultural
En muy pocos meses han ca¨ªdo los dogmas neoliberales, aunque no sepamos bien a cambio de qu¨¦. Todos invocan que no se pueden rebajar las pol¨ªticas sociales a pesar de la crisis o del parad¨®jico proteccionismo estatal que requiere la crisis del capital financiero. A cuenta del fen¨®meno Obama, por ejemplo, se ha difundido una realidad que permanec¨ªa relativamente opaca ante la opini¨®n p¨²blica internacional: la no universalidad del seguro m¨¦dico en Estados Unidos, paradigma para muchos, pena de muerte incluida, del para¨ªso de la libertad. Esa misma opini¨®n p¨²blica coincide en que esa err¨¢tica cobertura sanitaria es un d¨¦ficit serio de la democracia norteamericana. Y ya que estamos con la salud p¨²blica, valga la industria farmac¨¦utica como ejemplo de lo que me interesa resaltar hoy sobre la protecci¨®n a la industria cultural. Gran parte de los ingresos de la industria farmac¨¦utica provienen de la compra de medicamentos por parte de los sistemas de salud p¨²blica, pero no por ello se ha generado un estado de opini¨®n en el sentido de que ese sector est¨¦ desmesuradamente subvencionado. Todos convenimos en que los medicamentos son necesarios para la salud y el bienestar de todos.
Todos tenemos derecho al confort cultural: crea riqueza y nos enriquece frente a la barbarie
Una de las consecuencias de la crisis que cada vez se comienza a hacer m¨¢s evidente es que la ciudadan¨ªa vivimos m¨¢s de puertas adentro: se sale menos, aumentan los tiempos diarios dedicados a ver televisi¨®n, es posible que suba la natalidad y ,pienso, ir¨¢ subiendo el consumo de productos culturales para disfrute dom¨¦stico. Imagino que, como muchas personas, mis fines de semana m¨¢s excitantes vienen precedidos de una llegada a casa en la tarde del viernes, atiborrado de discos, libros y deuved¨¦s y con una agenda imposible de cumplir de lecturas, visionados y escuchas.
Una de las obscenidades mayores de esta crisis es esa aseveraci¨®n tan extendida en los medios de comunicaci¨®n por cuenta de pol¨ªticos y financieros de que es necesario aumentar el consumo para superar la situaci¨®n. No quiero ni pensar lo que sentir¨¢n los que van incrementando d¨ªa a d¨ªa el censo del desempleo ante esas afirmaciones que, con toda seguridad, leer¨¢n en los peri¨®dicos gratuitos mientras hacen paciente cola en las oficinas del paro.
Reconozcamos, con todo, ese efecto positivo del consumo sobre la econom¨ªa general. Pero tambi¨¦n la evidencia de que gran parte del consumo de todos y todas crecer¨¢ en el ¨¢mbito de los productos culturales. Consumimos productos culturales para aumentar el conocimiento de nosotros mismos, de la naturaleza y del universo, pero tambi¨¦n para conjurar uno de los mayores estigmas de la condici¨®n humana: el aburrimiento. Eso forma parte tambi¨¦n de nuestro bienestar, el confort cultural. Esos productos alguien los tiene que, efectivamente, producir, con el dinero necesario para que alguien, cada vez una mayoria m¨¢s amplia, paguemos por consumirlos. La industria cultural, pues, crea riqueza y algo bueno debe de estar ocurriendo en esta direcci¨®n cuando, en la misma semana y en contextos muy diferentes, asistimos a dos hechos que me dan la raz¨®n: la promoci¨®n por parte de este diario de una colecci¨®n de poes¨ªa y la presentaci¨®n en A Coru?a de la pr¨®xima celebraci¨®n de Cultur.gal puesta en escena como "feria" de las industrias culturales gallegas.
Uno de los t¨®picos m¨¢s extendidos sobre la poes¨ªa la clasifica como "alimento espiritual". Ahora, esa mercanc¨ªa et¨¦rea competir¨¢ en el complejo territorio del merchandising de prensa, en el que proliferan todo tipo de objetos materiales de lozas, zapatillas, bolsos o coleccionables. Otro de los t¨®picos m¨¢s extendidos, a su vez, entre las ¨¦lites culturales es que la cultura "no es una feria". El hecho de que en Galicia las industrias culturales se visibilicen ante el p¨²blico y ¨¦ste sea percibido como potencial cliente tiene mucho de democr¨¢tico y de avance social y econ¨®mico. Porque todos y todas tenemos derecho al confort cultural: crea riqueza y nos enriquece frente a la barbarie y el letal aburrimiento.
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