Brendel entona en Barcelona su canci¨®n de despedida
El m¨²sico dice adi¨®s al p¨²blico espa?ol con un recital en el Palau, antes de su ¨²ltimo concierto en Viena
Se retira Alfred Brendel, el destilado de la m¨²sica para piano centroeuropea, como lo es Claudio Magris para la literatura: caminantes los dos, wanderers que se impregnan de la mejor tradici¨®n del imperio austroh¨²ngaro en descomposici¨®n y la devuelven al mundo en forma de obra propia. Ayer, Alfred Brendel dijo adi¨®s a Espa?a con un concierto en Barcelona, ciudad de la que ha sido asiduo visitante de la mano de Ibercamera, que precede de poco la gran despedida en el Musikverein de Viena, el d¨ªa 18 de diciembre, con Charles Mackerras al frente de la Filarm¨®nica de Viena.
Toda solemnidad decae con este hombre de 78 a?os, de aspecto despistado y fr¨¢gil y dedos a menudo envueltos en humildes esparadrapos. Como Magris, Brendel tambi¨¦n se ha salvado del inmenso naufragio utilizando toneladas de iron¨ªa. Al¨¦rgico a las entrevistas -ahora ha concedido s¨®lo algunas, para su publicaci¨®n en enero, tras los fastos-, en Barcelona el m¨²sico ha vivido entre el hotel Arts -es muy exigente con el silencio- y el Palau de la M¨²sica, donde se reencontr¨® con su viejo conocido Stenway -no quiere el recientemente adquirido-, debidamente afinado por Thomas Hubsch, que viaja siempre con ¨¦l.
"Mi carrera no era nada espectacular, proced¨ªa paso a paso"
Ha ejercido siempre un compromiso intelectual radical con las obras
Alfred Brendel se retira de las salas de conciertos. No de la literatura musical, que tambi¨¦n cultiva, y qui¨¦n sabe si de la poes¨ªa humor¨ªstica, a la que se dedic¨® un tiempo. Nacido en 1931 en Wiesenberg (norte de Moravia, hoy Rep¨²blica checa), m¨¢s que una formaci¨®n acad¨¦mica Brendel tuvo una educaci¨®n sentimental, completamente ajena a la m¨²sica, en una familia que reun¨ªa ascendencias alemanas, austriacas, italianas y eslavas. De ni?o vivi¨® en Zagreb, donde el padre regentaba un cine, y tras la guerra se estableci¨® en Graz, en cuyo conservatorio estudi¨® mientras el padre dirig¨ªa unos grandes almacenes. M¨¢s adelante tom¨® clases de Edwin Fischer y Paul Baumgartner, pero siempre ha reivindicado el autodidactismo como la manera m¨¢s libre de acercarse a la obra. "Si pertenezco a una tradici¨®n", ha escrito, "es a aqu¨¦lla que consigue que la obra diga al int¨¦rprete lo que hay y lo que no hay que hacer, y no el int¨¦rprete el que diga a la obra c¨®mo deber¨ªa ser o al compositor c¨®mo deber¨ªa haberla escrito".
As¨ª pues, un compromiso intelectual radical con la obra. Brendel nunca fue un ni?o prodigio, ni un memorizador extraordinario, ni un virtuoso en el sentido de Arrau o Benedetti Michelangeli. Como Rubinstein, a veces cae en la tecla de al lado de la que busca o no le rebota la mu?eca en los acordes r¨¢pidos del Claro de luna: gajes del oficio, tampoco hay que darle mayor importancia. Brendel pertenece a una generaci¨®n formada por, con y en el disco: los escuchaba y ¨¦l mismo se grababa y se escuchaba, antes de empezar a grabar en la d¨¦cada de los cincuenta para todos los dem¨¢s. "Mi carrera no era nada espectacular, proced¨ªa paso a paso. Pero un d¨ªa me vi tocando un programa de Beethoven en el Queen Elizabeth Hall de Londres", ha dicho casi excus¨¢ndose, aunque tambi¨¦n muerto de la risa.
Ha tocado con los m¨¢s grandes. Mozart con la Saint-Martin-in-the-Fields de Neville Marriner, Brahms con la Filarm¨®nica de Berl¨ªn de Claudio Abbado, Beethoven con la Filarm¨®nica de Viena conducida por Simon Rattle. Y por si no bastara, incluye en su cat¨¢logo un monumento tan elevado como el Winterreise de Schubert con Matthias G?rne.
S¨ª, probablemente sea Schubert el primer compositor que uno citar¨ªa a bote pronto a prop¨®sito de Brendel. Las sonatas, los Impromptus: el viaje sentimental, los paseos por el campo con los amigos, las historias de amores y desamores imposibles cruzando la vieja Europa. Los dedos envueltos en esparadrapo del pianista concentran toda esta tradici¨®n herida, como la concentra el impermeable que Magris utiliza en sus excursiones, el cual, seg¨²n escribe, ha durado m¨¢s tiempo que los rid¨ªculos uniformes nazis.
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