Bombay, de nuevo
El Gobierno indio es incapaz de frenar un terrorismo islamista de perfil cada vez m¨¢s local
El terror masivo (m¨¢s de 100 muertos y de 300 heridos) ha llegado de nuevo a Bombay, la capital econ¨®mica de India, despu¨¦s de golpear en los ¨²ltimos meses otras ciudades del pa¨ªs, ante la incapacidad del Gobierno de Delhi para prevenir los atentados o descifrar su origen. Una espesa niebla oculta el fen¨®meno, pese a ser India, donde han perecido m¨¢s de 500 personas en los dos ¨²ltimos a?os, una clara v¨ªctima del azote terrorista. Rutinariamente, como ayer hizo el acosado primer ministro Manmohan Singh, el Gobierno atribuye las sucesivas matanzas a fan¨¢ticos islamistas organizados en pa¨ªses vecinos, en referencia a Pakist¨¢n, el enemigo hist¨®rico. En muy escasas ocasiones, si alguna, se consigue probar algo concluyente, en parte por incompetencia policial, en parte por una inextricable jungla legal.
Todo sugiere, sin embargo, que India, acostumbrada a combatir separatismos y guerrillas locales, afronta su propio terrorismo islamista, cuando no otro incipiente inspirado por el fanatismo hind¨². Las bombas de septiembre en Delhi, con decenas de muertos, anunciadas previamente, fueron reivindicadas por unos desconocidos Muyaidines Indios, de los que no hab¨ªa noticia hace un a?o, que se atribuyeron tambi¨¦n las matanzas de Jaipur, en mayo, 63 v¨ªctimas, y de Ahmadabad, en julio. Algunos de los arrestados tras este ¨²ltimo rosario de ataques confes¨® haber recibido entrenamiento en campos indios, en Kerala y Madhya Pradesh.
Los sangrientos asaltos de Bombay (donde en 2006 murieron 180 personas por bombas en los ferrocarriles), dirigidos contra occidentales y ejecutados con una disciplina y sincron¨ªa propias de una organizaci¨®n elaborada, han sido reclamados por otro grupo muyaidin semidesconocido, que ya en septiembre avis¨® de que vengar¨ªa los excesos policiales contra los musulmanes en la megal¨®polis.
No es dif¨ªcil reclutar fan¨¢ticos en un pa¨ªs con m¨¢s de 130 millones de musulmanes, postergados en casi todo y que se sienten amenazados por otra creciente violencia extremista, de signo hind¨², la que impl¨ªcitamente alienta el Bharatiya Janata (BJ), el gran partido rival del gobernante del Congreso. El BJ predica una India hind¨² (el 80% tiene ese credo) y se desliza hacia un fundamentalismo de imprecisas fronteras con la violencia.
La idea de que musulmanes indios, siguiendo pautas de Irak o Afganist¨¢n, abracen el terrorismo es la peor de las pesadillas para un Gobierno ineficaz y en declive, que afronta unas elecciones generales y que a estas alturas carece de un organismo federal que coordine la lucha en ese terreno. Pero los islamistas que han descoyuntado Pakist¨¢n pueden acabar llevando el caos a un pa¨ªs como India, emergente potencia planetaria y nuclear, con crecientes lazos con EE UU y una formidable minor¨ªa musulmana. La considerada mayor democracia del mundo debe poner en juego muchos m¨¢s medios y voluntad pol¨ªtica para hacer de la lucha antiterrorista una de sus prioridades absolutas.
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