Una isla de silencio

Hospedarse en esta casa pairal ampurdanesa es como estar en el cielo. S¨ª, algo exagerado parece, pero es que no es habitual encontrarse cerca de la Costa Brava un oasis verde y tranquilo de 25 hect¨¢reas en el entorno del parque natural de les Gavarres. Una isla de silencio, aire puro y mimos familiares bajo el r¨®tulo de una mas¨ªa fechada en 1781 con torre de almenas y c¨¦sped bien segado hasta la puerta. Qui¨¦n no se dar¨ªa un lujo aqu¨ª si por rascarse el bolsillo un poco m¨¢s que en el resto del Ampurd¨¢n est¨¢ asegurada la inescapabilidad (atentos, empresarios que planeen una reuni¨®n en un ambiente de m¨¢ximo aislamiento...).

El sendero de acceso deja atr¨¢s bosques y m¨¢s bosques de alcornoques, encinas y pinos. De noche, la justa iluminaci¨®n informa ya del recogimiento pretendido por los due?os. En su rehabilitaci¨®n, la antigua entrada se ha convertido en vest¨ªbulo-recepci¨®n, atendido por un mostrador fiel a la ortodoxia de un hotel. El viejo cobertizo alberga hoy el comedor, tan pulcro en su atm¨®sfera como ¨ªntimo a la hora de servir las elaboraciones caseras de su propietaria. Y en las cuadras, debidamente vaciadas, se ofrecen las nueve habitaciones. Nada que no sea previsible en un establecimiento campestre: piedra a la vista, cabeceros de forja o de madera r¨²stica, mesas camilla o l¨¢mparas de espiga, ventanas con visillos de encajes y, seg¨²n en qu¨¦ estancia, pinturas de abstracci¨®n contempor¨¢nea. En los cuartos de ba?o se han introducido algunos elementos de sesgo minimalista, aunque sin tomar riesgos en la generaci¨®n de espacios particulares. Nada sorprende, pero tampoco desagrada. La ampliaci¨®n prevista sobre un in¨²til sol¨¢rium, frente a la piscina, aportar¨¢ probablemente un plus de audacia al establecimiento.

La buena disposici¨®n del matrimonio formado por Jordi Doria y Montse Sendil hacia sus hu¨¦spedes hace el resto. Por hartura del mundanal ruido o por permitirse una escapada de inc¨®gnito, cada vez hay m¨¢s incondicionales de este tipo de retiros cartujos. El bosque alrededor act¨²a de muralla infranqueable, a la vez que proporciona un escenario ¨²nico para el disfrute de los sentidos. En la finca sobreviven tres ¨¢rboles catalogados: una encina cinco veces centenaria, un almez con m¨¢s de 300 a?os y un pino que tampoco le va a la zaga en edad.