La mala suerte del rom¨¢nico catal¨¢n
Un estudio analiza la venta del patrimonio religioso del Pirineo por la Iglesia
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En agosto de 1907, Josep Puig i Cadafalch, Josep Gudiol y el fot¨®grafo Adolf Mas viajaron al valle de Aran y la Alta Ribagor?a para conocer la arquitectura rom¨¢nica de estas comarcas. La expedici¨®n regres¨® con m¨¢s de 250 im¨¢genes y la descripci¨®n de 30 edificios. Cien a?os despu¨¦s, Santiago Alcolea, director de la Fundaci¨®n Instituto Amatller de Arte Hisp¨¢nico, ha vuelto a los edificios descritos en 1907 y, con el cuaderno de Gudiol en la mano, ha comprobado que este patrimonio se ha esfumado casi por completo. Ni pinturas, ni retablos, ni objetos lit¨²rgicos. Seg¨²n Alcolea, el 82% de los objetos descritos hace un siglo ya no est¨¢n en su lugar original. Y lo que es peor: el 60% de ellos no consta que hayan desaparecido -durante la Guerra Civil muchas obras religiosas fueron destruidas-, pero tampoco se sabe d¨®nde est¨¢n.
Campillo destaca que la venta era legal, "otra cosa es su aspecto moral"
La desaparici¨®n de estas obras empez¨® a producirse poco despu¨¦s de la expedici¨®n de 1907 y fue una pr¨¢ctica consentida e incentivada por la propia Iglesia durante d¨¦cadas, lo que provoc¨® m¨¢s de una pol¨¦mica. Lo analiza el historiador Jordi Campillo (Puigcerd¨¤, 1967) en su libro On ¨¨s la calaixera? L'espoli del patrimoni historicoart¨ªstic altpirinenc al segle XX, que se presentar¨¢ el 4 de diciembre en el Museo de Historia de Catalu?a.
Campillo ha tenido acceso a los fondos del Archivo Diocesano del Obispado de Urgell. All¨ª se conservan los expedientes gubernativos de enajenaci¨®n de bienes religiosos-art¨ªsticos que demuestran que la Iglesia se vio inmersa en la venta de su patrimonio y describen el procedimiento que se segu¨ªa: el obispado recib¨ªa la petici¨®n de una obra de un anticuario o coleccionista, acompa?ada de una oferta econ¨®mica. Se transmit¨ªa al p¨¢rroco del lugar donde estaba la pieza y se le preguntaba por el estado y la repercusi¨®n social que tendr¨ªa su venta. Si el informe era favorable, se iniciaba un proceso de peritaje, tras lo cual dos comisiones, la del Cap¨ªtulo Catedralicio y la del Consejo Diocesano, decid¨ªan sobre la conveniencia de la venta. En caso de que los bienes fueran de un valor excepcional, se ped¨ªa autorizaci¨®n a la Santa Sede.
Expediente a expediente, Campillo ha comprobado que, entre otros muchos objetos, se vendieron la puerta de Al¨°s d'?neu (Pallars Sobir¨¤), el retablo g¨®tico y una Virgen de Arcavell (Alt Urgell), un frontal de altar de Bolvir (Cerdanya) y las pinturas murales de Santa Maria de Bo¨ª y Santa Maria y Sant Climent de Ta¨¹ll (Alta Ribagor?a), vendidas ¨¦stas por 12.000, 35.000 y 5.000 pesetas, respectivamente.
Sin embargo, Campillo considera que no se puede hablar de expolio, sino de venta legal, que se ajustaba a las normas que recog¨ªa el C¨®digo de Derecho Can¨®nico de 1917. Otra cosa ser¨ªa el "aspecto moral de estas ventas", seg¨²n el historiador, realizadas debido a la fuerte necesidad econ¨®mica de estas poblaciones, a la imposibilidad de conservarlas y a la presi¨®n de coleccionistas y museos, muchos de ellos extranjeros
Para colmo, durante la Guerra Civil ning¨²n pueblo del Pirineo escap¨® de los disturbios que se produjeron al principio del conflicto. Seg¨²n Campillo, s¨®lo el 20% de los bienes que quedaban en el obispado de Urgell en aquel momento se salvaron de la quema y no sufrieron da?os.
Pero la mala suerte del rom¨¢nico catal¨¢n no acaba aqu¨ª. El historiador explica que en los a?os sesenta, tras el Concilio Vaticano II, se orden¨® la retirada de los altares de las piezas que no eran de culto. Los parroquianos, ante el temor de que las ventas continuaran, impidieron que estos ornamentos salieran de las iglesias, por lo que las sacrist¨ªas, sin medidas de seguridad, se llenaron de objetos e incluso en muchos pueblos se escondieron en casas particulares, donde puede quedar alguno. Despu¨¦s, el despoblamiento rural ayud¨® a que los ladrones itinerantes expoliaran a su antojo la mayor¨ªa de estas iglesias.
La recuperaci¨®n
Desde que el 30 de noviembre del a?o 2000 la Unesco declar¨® Patrimonio de la Humanidad el conjunto de las iglesias rom¨¢nicas del valle de Bo¨ª, los edificios gozan de reconocimiento y reciben la visita de miles de personas cada a?o (en 2007 fueron 157.000), aunque, se?ala Santiago Alcolea, la consecuencia es que uno de los peligros actuales es la presi¨®n urban¨ªstica.
En los ¨²ltimos a?os han sido varias las iniciativas para intentar devolver su aspecto original a estos edificios. Por una parte, se restauran los pocos fragmentos de pinturas murales que permanecen in situ, como las de Sant Vicen? de Estamariu (Alt Urgell), cuyos trabajos de recuperaci¨®n han finalizado este mes, y las aparecidas recientemente en Sant Climent de Ta¨¹ll. En otros casos se instalan r¨¦plicas fotogr¨¢ficas de los frescos arrancados, como ha ocurrido con las pinturas de Santa Maria de Mur (Pallars Juss¨¤), que emigraron a Estados Unidos en 1919 tras ser vendidas por 7.500 pesetas. Fue un esc¨¢ndalo que provoc¨® la movilizaci¨®n de la Junta de Museos, que decidi¨® arrancar sistem¨¢ticamente los frescos para evitar su salida al extranjero. Muchos est¨¢n en el Museo Nacional de Arte de Catalu?a, que est¨¢ firmando acuerdos para que puedan exhibirse r¨¦plicas en el Centro del Rom¨¢nico del valle de Bo¨ª, en Erill la Vall.
Para el resto de las piezas desaparecidas hay que conformarse con las fotograf¨ªas tomadas hace un siglo por Adolf Mas, que recorren Catalu?a desde mayo en la exposici¨®n La missi¨® arqueol¨°gica del 1907 als Pirineus, organizada por Alcolea con el respaldo de la Fundaci¨®n La Caixa. Hasta el 26 de diciembre puede verse en el Museo de la Estampaci¨®n de Premi¨¤ de Mar, y a principios de 2009, en la Casa Amatller de Barcelona.
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