Bajo el terror oscuro de la batalla del Taj
La frialdad de los terroristas conmociona a la India - Los supervivientes relatan escenas terribles de cr¨ªmenes sin piedadLa esposa y los dos hijos del director del hotel murieron asfixiados
La siempre ca¨®tica Bombay se sumi¨® anoche en el silencio frente al atronador ruido de las explosiones y la metralla que la sacudieron los ¨²ltimos tres d¨ªas. Un silencio envuelto por el denso humo de las piras funerarias con que familiares y amigos despidieron a sus seres queridos, que se un¨ªa en la dolorosa jornada al de los rescoldos de los incendios apagados por los bomberos en el hotel Taj Mahal. Vestigios del terror que cost¨® la vida al menos a 195 personas e hiri¨® a otras 300.
India vivi¨® una de las batallas m¨¢s dram¨¢ticas y sorprendentes de su historia, con el emblem¨¢tico hotel Taj Mahal como epicentro de la barbarie. Una veintena de terroristas armados con granadas, fusiles y explosivos pusieron en jaque al pa¨ªs al hacerse fuertes tomando como rehenes a centenares de extranjeros y miembros de la ¨¦lite social y pol¨ªtica india, que se hospedaban en ese hotel y en otro tambi¨¦n de superlujo, el Trident-Oberoi.
Quien orden¨® atacar el hotel quer¨ªa hundir el orgullo nacional
Al menos dos de los atacantes llevaban d¨ªas hospedados en el Taj Mahal
Nunca antes hab¨ªan entrado en acci¨®n en una ciudad india tantas tropas de ¨¦lite. El coraz¨®n de Bombay, la capital financiera del pa¨ªs, se vio de pronto convertido en un campo de batalla donde operaban miembros de Guardia Nacional especializados en la lucha antiterrorista y conocidos como Los gatos negros; comandos de guardiamarinas fronterizos y unidades de la Fuerza de Acci¨®n R¨¢pida. La resistencia de los terroristas y el temor a una sangr¨ªa a¨²n mayor -murieron al menos 195 personas y resultaron heridas cerca de 300- mantuvo la lucha hasta ayer por la ma?ana en el Taj.
La precisi¨®n y la frialdad de los extremistas revelan su entrenamiento. Tomaron tambi¨¦n el Centro Cultural jud¨ªo y al inicio de la operaci¨®n, el mi¨¦rcoles por la noche, incluso se permitieron diversificar los objetivos. Enviaron a dos de ellos a la estaci¨®n ferroviaria y a otra pareja a un gran hospital, en donde mataron al jefe de la lucha antiterrorista de Bombay. La polic¨ªa india estaba totalmente desconcertada y tard¨® horas en darse cuenta de la magnitud de los ataques y en recurrir a unidades especiales del Ej¨¦rcito.
Los indios no dudan de que quien orden¨® incendiar el Taj Mahal pretend¨ªa destruir uno de los s¨ªmbolos del orgullo nacional. El hotel lo mand¨® construir en 1903 el empresario Jamshetji Tata -fundador del mayor conglomerado industrial, financiero y tecnol¨®gico del pa¨ªs- despu¨¦s de que no le permitieran alojarse por ser indio en el Watson del Bombay colonizado por los brit¨¢nicos.
El espl¨¦ndido edificio presenta m¨²ltiples huellas del fragor de la batalla, pero lo que mejor refleja el dramatismo de los tres d¨ªas que vivieron sus hu¨¦spedes y empleados son las s¨¢banas y cortinas anudadas que muchos utilizaron para escapar. Ahora penden como fantasmas al viento de ventanas y balcones.
Aprovechando el s¨¢bado, miles de curiosos se dieron cita en los alrededores del Taj, mientras la polic¨ªa segu¨ªa detonando algunos de los explosivos encontrados y sacando los cuerpos de las v¨ªctimas y de los dos ¨²ltimos terroristas abatidos. Familias completas, con viandas para pasar la jornada sin trabajo, se concentraron en el malec¨®n y la Puerta de India, el famoso monumento que se alza frente al mar Ar¨¢bigo y ante los ventanales del hotel.
Muchos miran hacia el mar buscando tal vez el rastro de los terroristas que desembarcaron a escasos metros de la zona en la noche del mi¨¦rcoles. Seg¨²n ha declarado el ¨²nico capturado vivo, eran un grupo de 10 muchachos entrenados en la lucha y en la guerra en el mar. Los 10 se embarcaron en el puerto paquistan¨ª de Karachi con abundante armamento, municiones y frutos secos para alimentarse. El barco iz¨® bandera blanca cuando se aproxim¨® a las costas indias de Porbandar (norte del pa¨ªs) para iniciar el descenso hacia Bombay. Poco despu¨¦s se les aproxim¨® una patrullera con ganas de investigar; mataron a uno de los guardacostas y el otro les gui¨® hasta unos dos kil¨®metros mar adentro de la Puerta de India. All¨ª le tirotearon y en tres lanchas r¨¢pidas se acercaron a sus objetivos.
Seg¨²n la polic¨ªa, la batalla fue tan dura porque los extremistas conoc¨ªan perfectamente el terreno en el que se mov¨ªan. Aunque a¨²n no se ha confirmado, todo apunta a que dos hombres que se alojaron d¨ªas antes en la habitaci¨®n 630 formaban parte de los atacantes y les facilitaron toda la informaci¨®n sobre las puertas, los pasillos y la estructura del hotel. La polic¨ªa cree que los extremistas contaban tambi¨¦n con otros dos miembros empleados como pinches de cocina hace unos meses. El ataque comenz¨® por las cocinas.
El Taj Mahal est¨¢ compuesto de dos edificios: el antiguo y una torre a?adida en 1973. Desde las cocinas, que se encuentran bajo la conexi¨®n de los dos edificios, un grupo de extremistas se desplaz¨® hacia el nuevo y el otro hacia el antiguo, donde se encontraba la central de vigilancia por v¨ªdeo cuyos miembros fueron tiroteados. Posteriormente, esa habitaci¨®n de vigilancia fue incendiada cuando se batieron en retirada los dos militantes que la controlaban y desde la que informaban a sus compa?eros que agrupaban a los rehenes de los movimientos de la polic¨ªa.
Para las unidades especiales llamadas con urgencia a combatirles todo fue m¨¢s dif¨ªcil. "No ten¨ªamos ni idea de las salidas, los pasillos ni del interior del edificio. ?bamos como ciegos, sin saber por donde movernos", declar¨® ayer uno de los guardiamarinas. Esta unidad del Ej¨¦rcito fue la que logr¨® rescatar a 200 hu¨¦spedes y 50 empleados del edificio nuevo del Taj, que hab¨ªan sido tomados como rehenes en la segunda planta de ¨¦ste.
El mismo escenario de terror se repet¨ªa a un par kil¨®metros, en el hotel Trident-Oberoi, tambi¨¦n compuesto de dos edificios. La guerra en el Trident se acab¨® en la noche del jueves, pero en el Oberoi se mantuvo hasta las tres de la tarde del viernes (cuatro horas y media menos en Espa?a).
El viernes fue la jornada m¨¢s dura, en parte porque las fuerzas de seguridad indias cometieron la imprudencia en la noche del jueves de considerar que hab¨ªan resuelto el ataque y en parte porque los militantes ya hab¨ªan comprendido que no escapar¨ªan vivos de su acci¨®n. Se inici¨® entonces una lucha sin cuartel entre las dos fuerzas enfrentadas.
La ficci¨®n se convirti¨® en macabra realidad. Un comando de gatos negros descendi¨® en mitad de la ma?ana ante la at¨®nita mirada de periodistas y curiosos por las cuerdas lanzadas desde el helic¨®ptero que les transportaba hasta la terraza del Centro Cultural jud¨ªo. Mientras, en el suelo, otro comando trataba de abatir las puertas y rescatar al rabino, su hija y otros tres fieles tomados como escudos humanos. Tras horas de enfrentamiento, las unidades del Ej¨¦rcito acabaron con los dos secuestradores pero ¨¦stos hab¨ªan matado antes a sus cinco rehenes.
Muchos de los liberados en el Trident-Oberoi cuentan escenas dantescas de asesinatos sin piedad delante de sus ojos; de escapadas incre¨ªbles bajo la lluvia de balas y de la "suerte extraordinaria" que les permiti¨® salir indemnes del infierno, como los dos empresarios espa?oles ?lvaro Rengifo y Alejandro de la Joya.
La guerra en el Taj parec¨ªa no acabarse nunca. La polic¨ªa y los principales informativos indios pasaron casi los tres d¨ªas anunciando su inminente fin. Una de las luchas m¨¢s dram¨¢ticas fue la del director general del famoso hotel, Karambir Kang, quien empe?ado en proteger a los hu¨¦spedes perdi¨® a su mujer y a sus dos hijos de 12 y 6 a?os. Murieron asfixiados en el ba?o del apartamento que ten¨ªa la familia en la sexta planta del Taj. Dos extremistas estaban alojados desde el 22 de noviembre en la habitaci¨®n contigua y le prendieron fuego.
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