Aqu¨ª est¨¢n las armas de destrucci¨®n masiva
Tengo que hacer una confesi¨®n y una sugerencia. La confesi¨®n es que ¨²ltimamente, cuando entro en alg¨²n restaurante, miro hacia las mesas a mi alrededor, que con bastante frecuencia siguen repletas de gente joven, y me invade un incontenible deseo de ir mesa por mesa dici¨¦ndoles: "Ya s¨¦ que no me conoc¨¦is de nada, pero tengo que deciros que no deber¨ªais estar aqu¨ª. Deber¨ªais estar ahorrando dinero. Deber¨ªais estar en casa comiendo bocadillos de sardinas. Esta crisis econ¨®mica va a alargarse durante mucho tiempo. Esto no es m¨¢s que el fin del principio. En serio, pedid que os pongan ese filete para llevar y marchaos a casa".
Ahora ya entender¨¢n por qu¨¦ ¨²ltimamente no me suelen invitar a cenar. Si de m¨ª dependiera, ahora mismo se celebrar¨ªa una sesi¨®n extraordinaria del Congreso, se reformar¨ªa la Constituci¨®n y se pasar¨ªa la fecha de la ceremonia de investidura del 20 de enero al D¨ªa de Acci¨®n de Gracias. Olvid¨¦monos de las galas; no nos lo podemos permitir. Olvid¨¦monos de las tribunas; no las necesitamos. Denme un juez del Tribunal Supremo y una Biblia, y hagamos (por convicci¨®n) que Barack Obama jure el cargo ya mismo, con las mismas prisas con que lo hicimos (por necesidad) con Lyndon B. Johnson en la parte trasera del Air Force One.
Ten¨ªamos enterradas las armas en el jard¨ªn, con las hipotecas 'subprime' y los productos derivados de ellas
Por desgracia, llevar¨ªa demasiado tiempo conseguir que una mayor¨ªa de estados ratificara una reforma semejante. Pero lo que s¨ª podr¨ªamos hacer ya, seg¨²n el experto en el Congreso Norman Ornstein, coautor de The Broken Branch, ser¨ªa "pedir al presidente Bush que nombre de inmediato a Tim Geithner, quien ha sido propuesto por Barack Obama para el puesto de secretario del Tesoro". Que se convierta en un nombramiento de Bush y que ocupe su cargo la semana que viene. Esto no es ninguna cr¨ªtica a Hank Paulson. Es simple y llanamente que no podemos permitirnos dos meses de transici¨®n durante los cuales los mercados no sepan qui¨¦n est¨¢ al mando ni ad¨®nde nos dirigimos. Por otra parte, el Congreso deber¨ªa permanecer continuamente reunido para aprobar cualquier ley que fuera precisa.
Estamos ante un c¨®digo rojo en toda regla. Como me comentaba un banquero: "Por fin hemos dado con las armas de destrucci¨®n masiva". Las ten¨ªamos enterradas en nuestro propio jard¨ªn, con sus correspondientes hipotecas subprime y todos los productos que se derivan de ¨¦stas.
Pese a ello, es evidente que el presidente Bush no puede poner en marcha los mecanismos para desactivarlas, como, por ejemplo, un plan de est¨ªmulo de gran calado para mejorar las infraestructuras y crear empleo; alguna iniciativa de gran calibre dirigida a los propietarios de viviendas que limite las ejecuciones hipotecarias y estabilice el precio de la vivienda, y, por ende, los activos hipotecarios; m¨¢s capital para los balances generales de las entidades bancarias; y, lo m¨¢s importante de todo, una enorme inyecci¨®n de optimismo y confianza que nos diga que podemos salir y saldremos de esto con un nuevo equipo econ¨®mico al tim¨®n.
Lo ¨²ltimo es algo que s¨®lo puede aportar el nuevo presidente Obama. El origen de nuestra enfermedad ahora mismo es tanto la p¨¦rdida de confianza en nuestro sistema financiero y en nuestro liderazgo como todo lo dem¨¢s. No me hago ilusiones pensando que la entrada en escena de Obama sea como una varita m¨¢gica, pero no nos va a venir mal.
En estos precisos instantes se observa algo profundamente disfuncional, que raya en lo escandalosamente irresponsable, en el d¨ªscolo comportamiento de nuestra ¨¦lite pol¨ªtica; las cosas siguen su curso habitual en el momento econ¨®mico m¨¢s poco habitual de nuestras vidas. Parece que no captan que nuestro sistema financiero est¨¢ en peligro.
"Parece que ya no hay unidad. La situaci¨®n de urgencia parece menos agobiante", dec¨ªa Bill Frenzels, ex congresista republicano durante 10 legislaturas y que en la actualidad trabaja para la Brookings Institution, en declaraciones a CNBC.com el pasado viernes.
No quiero que desaparezca del mapa la industria del autom¨®vil de Detroit, pero ?qu¨¦ se supone que deber¨ªamos hacer con los directivos de ese sector que viajan a Washington por separado en tres jets privados, piden que se les rescate con el dinero de los contribuyentes y no presentan un plan detallado para emprender una reconversi¨®n?
Los mercados burs¨¢tiles y crediticios no se han dejado enga?ar. Las acciones han empezado a cotizar a niveles de gran depresi¨®n, no a niveles de recesi¨®n. Ahora, con cuatro euros, se puede comprar una acci¨®n de Citigroup, y con lo que sobra, pedir algo en McDonald's.
En consecuencia, es muy posible que Barack Obama tenga que tomar la decisi¨®n m¨¢s importante de su presidencia, antes incluso de que haya comenzado.
"Hay que hacer inmediatamente una valoraci¨®n profunda que determine cu¨¢l es la dimensi¨®n y la gravedad de la situaci¨®n", afirma Jeffrey Garten, catedr¨¢tico de finanzas internacionales de la Yale School of Management. "Se trata de una valoraci¨®n crucial. ?Pensamos que bastar¨¢ con unos 150.000 millones de euros para zanjar el problema o creemos que, a pesar de todo lo que hemos hecho hasta ahora -a pesar de los 560 millones de euros para sacar a flote a los bancos, del descenso de los tipos de inter¨¦s y del modo en que ha intervenido directamente la Reserva Federal para apuntalar determinados mercados-, a¨²n falta mucho para tocar fondo y que lo que tenemos delante es un profundo agujero en el que podr¨ªa caer todo el mundo?".
Si es m¨¢s bien lo segundo, entonces nos hace falta un enorme catalizador de confianza y capital para dar la vuelta a la situaci¨®n. Y ¨¦ste s¨®lo lo pueden proporcionar el nuevo presidente y su equipo, en sincronizaci¨®n con las otras grandes econom¨ªas del mundo.
"El mayor error que podr¨ªa cometer Obama", a?ade Garten, "ser¨ªa pensar que el problema es menor de lo que es en realidad. Por otro lado, sobrestimar lo que se necesitar¨¢ para resolverlo es mucho menos peligroso".
La sabidur¨ªa popular dice que es bueno para un presidente empezar desde abajo, porque entonces s¨®lo se puede ir hacia arriba. Y es cierto, a menos que el suelo se derrumbe antes de que ponga manos a la obra. -
Traducci¨®n de News Clips.
(c) New York Times News Service, 2008.
Thomas L. Friedman es columnista del diario The New York Times.
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