"Logr¨¦ mis diplomas en un almac¨¦n de patatas"
Narainsamy era un modesto ch¨®fer de autobuses. Su trabajo, duro y mal pagado, era uno de los pocos disponibles para un hombre no blanco en la Sur¨¢frica oprimida por el apartheid. Pero en el seno de su humilde familia india vio la luz en Durban hace 67 a?os la peque?a Navanethem, o Navi, una ni?a despierta y brillante a la que sus maestros auguraron un gran porvenir si segu¨ªa sus estudios. Sus padres eran miembros de la etnia tamul. Dada la pobreza familiar, toda la comunidad se uni¨® para financiar su paso por la universidad, una apuesta que dar¨ªa frutos el d¨ªa que Pillay se doctor¨® en Derecho en la Universidad de Harvard. A?os m¨¢s tarde, Nelson Mandela la convertir¨ªa en la primera mujer no blanca en llegar a juez en la Sur¨¢frica ya democr¨¢tica. Y acaba de ser nombrada alta comisionada de la ONU para Derechos Humanos.
La comisionada de la ONU para derechos humanos sufri¨® el 'apartheid'
Y es aqu¨ª, en un imponente despacho a orillas del lago Leman, donde merendamos un c¨¢lido t¨¦ con pastas, encargados por su jefe de prensa, que ella misma sirve. Y aqu¨ª cuenta el otro apartheid que vivi¨® Sur¨¢frica, el de esa minor¨ªa india que ella representa. "Est¨¢bamos un poco mejor que los negros. Ten¨ªamos ciertas ventajas, aunque tampoco pod¨ªamos votar. Hab¨ªa m¨¢s estudiantes indios en las escuelas de Medicina. Los negros ni siquiera ten¨ªan el derecho a vivir en las ciudades. Pero los indios pod¨ªan, e incluso ten¨ªan tierras. Los africanos de color que llegamos a algo tuvimos que trabajar muy duro. Cuando yo entr¨¦ en la universidad estaba segregada y deb¨ªa estudiar en un antiguo dep¨®sito de patatas. ?Es ah¨ª donde obtuve mis diplomas!".
La abogada que sufri¨® la segregaci¨®n racial y la pobreza representa hoy "a las v¨ªctimas de todo el mundo". "Y me ocupo de que sus derechos no sean pisoteados". "S¨®lo debo rendir cuentas ante la Asamblea General y el secretario general", aclara mientras revuelve el t¨¦ servido en una taza con el dorado escudo de la ONU.
Su lucha ha sido larga. "El apartheid nos aplast¨® a todos", recuerda, y cuenta una an¨¦cdota: como abogada de color, la primera vez que pudo entrar en el despacho de un juez... fue para entrar al suyo propio. Igualmente, en 1973 logr¨® penetrar en la temible c¨¢rcel de Robben Island para ocuparse, entre otros, de su m¨¢s c¨¦lebre interno: Mandela. "Entonces conseguimos triunfos como que los detenidos pudieran trabajar y tener acceso a un abogado y un juicio".
El d¨ªa que Mandela fue liberado, ella estuvo all¨ª para recibirle.
-Usted no me conoce, dijo al futuro presidente de Sur¨¢frica.
-Por supuesto que s¨ª, respondi¨® el l¨ªder, eres Navi Pillay.
Luego, esta juez fascinada en su juventud por los Juicios de N¨¹remberg har¨ªa historia como fiscal del Tribunal Penal Internacional para Ruanda al obtener que la violaci¨®n fuera considerada un crimen contra la Humanidad. "Un precedente jur¨ªdico que se aplicar¨ªa despu¨¦s en la ex Yugoslavia", explica con un orgullo.
Navi Pillay pertenece a una dinast¨ªa de mujeres fuertes, luchadoras por la justicia. Un selecto club que va desde la incorruptible fiscal suiza Carla del Ponte hasta Louise Arbour, la dama de hierro canadiense que fue su predecesora. "No creo que las mujeres tengamos una forma especial de hacer pol¨ªtica", razona Pillay, "pero es cierto que hemos sido las grandes postergadas". En todo caso tiene un deseo: "Ojal¨¢ llegue el d¨ªa en que ustedes los periodistas no se interesen en alguien como yo en funci¨®n del sexo o la raza".
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