Velorio en el Camino de la Rabia
La abuela Carmen tiene la mirada fija en la chimenea. Hoy no quiere hablar. Ha pasado la noche en vela a cinco metros de la chabola donde el viernes ardieron dos de sus nietos, Francisco y David Vargas. El mayor de un a?o, el menor de tres meses. Ayer algunos familiares esperaban en las otras dos casuchas del peque?o n¨²cleo chabolista, al final del llamado Camino de la Rabia. Por el suelo del chamizo quemado, sin techo, quedan restos de ropita, el armaz¨®n de los colchones calcinados. El padre de los dos ni?os, Francisco Vargas (en la imagen con la abuela), vaga de una puerta a otra. La madre, Saray, ni siquiera entr¨®. Cuando volvi¨® de limpiar portales se la llevaron a Getafe. "Le est¨¢n dando pastillas, est¨¢ muy mal", dice su marido, que ha rechazado la ayuda del Samur Social. "Nos ofrecen un albergue, pero queremos un piso, salir de aqu¨ª y olvidar los malos recuerdos". Sus hijos ser¨¢n enterrados este mediod¨ªa en Carabanchel.
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