Del derroche a la austeridad
Vive bien, gasta menos. No es el nuevo lema de la campa?a publicitaria de Wal-Mart, aunque se parece. La cosa es buscar ahorros ah¨ª donde se pueda, para vivir mejor en medio de esta crisis que despierta los mismos miedos de la Gran Depresi¨®n. Y en una ciudad como Nueva York, donde son maestros a la hora de quemar el dinero, se pueden conseguir grandes cosas mirando con algo de culpa al billete de George Washington.
New York Magazine dedica una columna semanal a lo que denomina recession index, un sumario de los malos tiempos que corren por el coraz¨®n del capitalismo. Y se descubren cosas interesantes. Cada vez se usa m¨¢s el metro por la noche, en lugar del taxi. Bajan los alquileres y el precio de los hoteles. En barrios emergentes, como Harlem, muchos edificios nuevos est¨¢n vac¨ªos.
Los ¨¢nimos no est¨¢n para muchas celebraciones esta Navidad
Muchos se quedan en casa jugando a la PlayStation y comiendo pizza
Las neoyorquinas pueden ahorrarse 2.000 d¨®lares en manicura al a?o
Y es que la recesi¨®n afecta a todos en Manhattan, da igual los ingresos o si es un particular o una empresa. Tirando por lo alto, hay un buen ejemplo del esfuerzo de contenci¨®n a la hora de tirar de la tarjeta de cr¨¦dito: las trufas blancas servidas en el exclusivo restaurante del hotel Four Seasons. Hace un a?o, se ped¨ªa una quincena de tuber magnatum pico al d¨ªa. Ahora, con suerte, dicen que llegan a las cinco.
Los ¨¢nimos en la ciudad de los rascacielos no est¨¢n para muchas celebraciones esta Navidad. El a?o pasado se realizaron una veintena de fiestas corporativas en la sala Metropolitan Pavilion. Este a?o las reservas no superan la decena. Unas calles m¨¢s arriba, en Broadway, los que sufren las consecuencias de la crisis son los musicales. Cuesta llenar el 60% de las salas. Y muchos de los espectadores son turistas que llegan de fuera de EE UU.
La lista se hace casi interminable. Y los neoyorquinos empiezan a concienciarse en esta coyuntura de que es hora de hacer un ejercicio microecon¨®mico para frenar tanto descontrol en el gasto. Pero ojo, que aqu¨ª no se trata de dejar de ir de compras o de comer fuera de casa, porque eso har¨ªa descarrilar la ciudad. Es m¨¢s bien sentirse algo culpable para ser m¨¢s austeros.
A los estadounidenses les encantan las estad¨ªsticas. Las usan para todo. Y con gr¨¢ficos y cruzando n¨²meros se comprueba que con poco pueden conseguirse importantes ahorros en algo tan simple como el caf¨¦. Hay una diferencia anual de 1.200 d¨®lares entre comprar dos caf¨¦s al d¨ªa en Starbucks y haci¨¦ndolo en casa con el mismo grano y llev¨¢ndolo en un termo a la oficina.
Otro ejemplo. Las neoyorquinas son adictas a la manicura y a la pedicura, hasta el punto de que se gastan unos 2.000 d¨®lares anuales que pueden ahorrarse haci¨¦ndolo en casa. Y es que el billete con la esfinge del primer presidente de EE UU da mucho de si us¨¢ndolo bien y buscando gangas, para no tener que hacer grandes sacrificios durante las fiestas.
Hay quien se atreve a decir ya que esta crisis est¨¢ sirviendo para cambiar los h¨¢bitos consumistas de los estadounidenses, que est¨¢n haciendo m¨¢s pr¨¢cticos a la hora de hacer las compras. El tiempo lo dir¨¢. Lo que se ve de momento es que muchos prefieren quedarse en sus casas y jugar a la PlayStation o a la Wii mientras comen un trozo de pizza, en lugar de pagar m¨¢s de 10 d¨®lares en el cine.
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