Europa y el nuevo orden mundial
El 15 de noviembre de 2008 es una fecha para el recuerdo porque, ese d¨ªa, se hizo historia. Por primera vez, el G-20, formado por las principales econom¨ªas del mundo, se reuni¨® en Washington, D. C. para encontrar una soluci¨®n a la crisis financiera y econ¨®mica mundial. Aunque de esa primera reuni¨®n no salieron m¨¢s que declaraciones de intenciones, no hay duda de que fue un momento hist¨®rico.
Ante la crisis financiera y econ¨®mica m¨¢s grave que ha visto el mundo desde los a?os treinta, las naciones industrializadas occidentales (incluida Rusia) que antes dominaban la econom¨ªa mundial ya no son capaces de hallar una respuesta eficaz. Las esperanzas de mitigar o incluso superar la crisis est¨¢n depositadas exclusivamente en las potencias econ¨®micas emergentes, la primera de todas China.
La acci¨®n nacional es el pasado; hay que impulsar de nuevo la integraci¨®n europea
Como consecuencia, el G-8, que excluye a los principales pa¨ªses emergentes, ha dejado definitivamente de ser significativo. La globalizaci¨®n ha provocado un cambio duradero en el reparto de poder y de oportunidades, y ha sentado las bases de un nuevo orden mundial para el siglo XXI.
Cuando pase la actual crisis mundial, nada volver¨¢ a ser igual que antes. Occidente -Estados Unidos y Europa- sufre un declive relativo, mientras que las potencias emergentes de Asia y Latinoam¨¦rica estar¨¢n entre los ganadores.
Estados Unidos ha reaccionado ante su p¨¦rdida de poder en el mundo de forma impresionante, con la elecci¨®n de su primer presidente afroamericano, Barack Obama. En medio de una de las peores crisis de su historia, ese pa¨ªs se ha demostrado a s¨ª mismo, y ha demostrado al mundo, su capacidad de reinventarse. Y no hay duda de que esta decisi¨®n tendr¨¢ tres consecuencias a largo plazo.
En primer lugar, la elecci¨®n de un presidente negro enterrar¨¢ el tr¨¢gico legado de la esclavitud y la Guerra de Secesi¨®n. A partir de ahora, factores como el color de la piel, la forma de los ojos o el sexo ya no ser¨¢n decisivos a la hora de escoger a un candidato para altos cargos, ni siquiera para el m¨¢s alto de todos. El sistema pol¨ªtico estadounidense refleja los cambios demogr¨¢ficos de un pa¨ªs en el que los sectores que no son blancos son los que est¨¢n creciendo a m¨¢s velocidad.
Segundo, la elecci¨®n de Obama desembocar¨¢ en una reorientaci¨®n de la pol¨ªtica exterior estadounidense a medio plazo. En particular, la relaci¨®n transatl¨¢ntica con Europa, que siempre ha sido el centro de dicha pol¨ªtica y se ha dado por descontada, ser¨¢, cada vez m¨¢s, una cosa del pasado.
Tercero, la reestructuraci¨®n interna de la perspectiva pol¨ªtico-cultural de Estados Unidos se ver¨¢ reforzada por el actual traspaso de la riqueza y el poder en el mundo, de Occidente a Oriente.
Las potencias del noreste asi¨¢tico -China, Jap¨®n y Corea del Sur- ya son, con mucho, las principales acreedoras de Estados Unidos, y su importancia aumentar¨¢ todav¨ªa m¨¢s como consecuencia de la crisis financiera. En un futuro inmediato, las mayores oportunidades de crecimiento se encuentran en esa regi¨®n y Estados Unidos, tanto por motivos econ¨®micos como por motivos geopol¨ªticos, prestar¨¢ cada vez m¨¢s atenci¨®n a la zona del Pac¨ªfico y reducir¨¢ su orientaci¨®n transatl¨¢ntica.
Todo esto es una mala noticia para Europa, porque, cuando la crisis mundial quede atr¨¢s, los europeos, sencillamente, habr¨¢n perdido importancia. Y, por desgracia, Europa no s¨®lo no est¨¢ haciendo nada para evitar o invertir ese declive, sino que est¨¢ acelerando el proceso con su propia conducta.
Con la elecci¨®n de Obama, Estados Unidos ha vuelto la mirada hacia el futuro, hacia un mundo globalizado y multipolar; por el contrario, Europa, en estos momentos de crisis, est¨¢ volviendo a descubrir la acci¨®n nacional, es decir, recurriendo al pasado. La Constituci¨®n Europea ha fracasado, el Tratado de Lisboa para la reforma est¨¢ en el limbo despu¨¦s de que los irlandeses lo rechazaran, la desuni¨®n entre Alemania y Francia impide una mano m¨¢s firme a la hora de gobernar la econom¨ªa europea. La reacci¨®n de los Estados miembros de la Uni¨®n Europea ante este impasse que ellos mismos han provocado est¨¢ muy clara: en vez de intentar volver a impulsar el proceso de integraci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica, act¨²an cada uno por su cuenta para tratar de llenar el vac¨ªo que se ha creado.
Desde luego, hay una coordinaci¨®n entre los Estados miembros que en ocasiones incluso logra resultados, pero, sin unas instituciones europeas fuertes, esos ¨¦xitos aislados no durar¨¢n.
Existe un verdadero peligro de que Europa desperdicie este hist¨®rico giro estrat¨¦gico hacia un mundo multipolar y pague un precio muy alto por ello. Despu¨¦s de la cumbre de Washington, todos los europeos -incluidos los euroesc¨¦pticos de las Islas Brit¨¢nicas- deber¨ªan haber comprendido que esa reestructuraci¨®n estrat¨¦gica se est¨¢ produciendo ya. Si los europeos no pueden hacerse a la idea de que el siglo XIX se acab¨® hace tiempo, la caravana mundial seguir¨¢ adentr¨¢ndose en el siglo XXI sin ellos.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Joschka Fischer fue ministro de Exteriores, vicecanciller de Alemania y l¨ªder del Partido Verde de ese pa¨ªs. ? Project Syndicate/Institute for Human Sciences, 2008.
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