Carles Santos, el sonido de la transgresi¨®n

"Ya soy un se?or mayor". Carles Santos (Vinar¨°s, Castell¨®n, 1940), pianista, compositor, hombre de escena, poeta conceptual, performer de vieja fecha, artista total donde los haya, recib¨ªa con iron¨ªa la noticia de la concesi¨®n del Premio Nacional de M¨²sica. Iron¨ªa y tambi¨¦n alegr¨ªa por el "reconocimiento" que supone a una trayectoria construida a golpe de fe y buen humor.

Como a Juan Mars¨¦, el galard¨®n espa?ol le llega a Carles Santos en la edad madura: gajes de la excentricidad, tanto la geogr¨¢fica como la creativa. Pero lo que cuenta de verdad es que el premio le pilla trabajando. Mientras su espect¨¢culo sobre Joan Brossa (1919-1998), el poeta con quien colabor¨® desde los a?os sesenta, se halla de gira por Espa?a, el m¨²sico prepara para este mismo s¨¢bado, en Agramunt (Lleida), una gran crem¨¢ de una docena de pianos -verticales, en eso ha estado comedido- que arder¨¢n en homenaje al pintor Josep Guinovart, fallecido el 13 de diciembre de 2007, otro artista con el que colabor¨® muy estrechamente. Por si no bastara, en mayo estrenar¨¢ en el Teatre Lliure de Barcelona Piturrino fa de m¨²sic (Piturrino hace de m¨²sico: siempre esa pasi¨®n por los t¨ªtulos sorprendentes), con el grupo Barcelona 216. "Es m¨²sica para 12 m¨²sicos. Yo tocar¨¦ el piano. En esta ocasi¨®n es m¨²sica sin escenograf¨ªa".

Pero no hay que creerle, porque la escenograf¨ªa es ¨¦l. Verle tocar, aporrear, acariciar, insultar, implorar o herir a su B?sendorfer Imperial, que ya convirti¨® en pantera joyceana en uno de sus espect¨¢culos m¨¢s celebrados, es una experiencia global que va m¨¢s all¨¢ de la simple audici¨®n.

"Sigo haciendo mis cosas, como siempre. No me puedo quejar. Cuando empec¨¦, apenas si llegaba a reunir a 40 o 50 personas en mis espect¨¢culos. En cambio Brossalobrossotdebrossat [otro de sus t¨ªtulos imposibles] realiza ahora mismo una gira de tres semanas. Eso se lo debo al teatro, bastante m¨¢s inquieto que la sala de conciertos, donde todav¨ªa manda el conservadurismo".

Toda la trayectoria art¨ªstica de Carles Santos ha sido una lucha tenaz, aunque nada dram¨¢tica, contra ese conservadurismo: la autoiron¨ªa le ha eximido de caer en el aburrido clich¨¦ del creador incomprendido y consecuentemente amargado. Formado en el Conservatorio del Liceo de Barcelona, inici¨® su carrera como int¨¦rprete convencional, pero el encuentro en 1961 con Brossa, que le encarg¨® la m¨²sica para Concert irregular, en homenaje al 75? aniversario de Joan Mir¨®, le abri¨® el camino interdisciplinar que ya nunca dejar¨ªa de transitar.

En 1968, becado por la Fundaci¨®n March, viaj¨® a Nueva York, donde conoci¨® de cerca al padre de la performance, John Cage. De vuelta a Espa?a, dirigi¨® el Grup Intrumental Catal¨¤, fundado por el compositor Mestres Quadreny. La n¨®mina de creadores con los que colaborar¨¢ en lo sucesivo es larga y en primer lugar deben figurar los cineastas de la Escuela de Barcelona de los a?os setenta: Pere Portabella, Gonzalo Herralde, Jordi Cadena, Carlos Dur¨¢n. T¨¤pies, Guinovart o Mir¨® figuran entre los artistas pl¨¢sticos con los que tambi¨¦n ha trabajado.

Pero, como ¨¦l mismo reconoc¨ªa ayer, es en el teatro donde ha conseguido abrazar a un mayor n¨²mero de espectadores. Arganchulla, Arganculla Gallac (1985), La grenya de Pasqual Picanya (1991), La pantera imperial (1996) o L'ad¨¦u de Lucr¨¨cia Borja (1991), junto con ¨®peras como Asdr¨²bila (1992) o Ricard i Elena (2000) -un homenaje a sus padres- le han permitido unir la transgresi¨®n musical con la pl¨¢stica, logrando una obra compacta, de gran aliento y extraordinaria frescura. Puso adem¨¢s m¨²sica a los Juegos Ol¨ªmpicos de 1992: como en la literatura de Juan Mars¨¦, las fronteras entre lo popular y lo culto se diluyen en el continuum creativo de este artista de raza.

Fiel a su excentricidad primigenia, Santos contin¨²a viviendo en Vinar¨®s, donde recala tan pronto como sus muchos compromisos se lo permiten.