La r¨®tula y el largo de las faldas
S¨¦ bien -por cultura, formaci¨®n, cargo que hoy ocupo, y los que a lo largo de mi vida he ocupado-, que no se debe opinar mucho de las sentencias judiciales; ¨¦stas se acatan y punto; y as¨ª es, ha sido y debe seguir siendo, sobre todo lo de acatar, aunque opinar es ya m¨¢s discutible: de todo se puede, y se debe, discutir, siempre que se observen las reglas del juego que nos hemos dado, que no son otras que las que marcan la Constituci¨®n y las leyes que la desarrollan. Todo este pre¨¢mbulo viene a cuento de lo que a continuaci¨®n comento: algunas sentencias dictadas por algunos jueces -y juezas, que tambi¨¦n las hay, y que ya no son las mujeres del juez- que, desgraciadamente, de vez en cuando, nos escandalizan.
Comienzo por una sentencia que a muchos puede parecerles menor, pero que para m¨ª, y para lo que debe ser la sociedad en igualdad que la Constituci¨®n se?ala, es muy significativa: la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andaluc¨ªa sobre el uniforme de las enfermeras de una cl¨ªnica sanitaria de C¨¢diz. Ya escrib¨ª sobre ello y expres¨¦ lo que pensaba, entre otras muchas cosas dec¨ªa: "?C¨®mo es posible que a estas alturas haya mujeres trabajadoras, enfermeras, por ejemplo (para m¨¢s escarnio), que son obligadas por la empresa a llevar uniforme con falda corta, cofia y amplio escote?"; esta decisi¨®n empresarial, discutida y razonablemente protestada, fue recurrida por un sindicato de esa cl¨ªnica y el tribunal sentenciador -nada m¨¢s y nada menos que el Tribunal Superior de Justicia de Andaluc¨ªa-, se descuelga con una sentencia que dice: "No se puede afirmar razonablemente, en el contexto y circunstancias laborales en las que ha sido tomada la medida empresarial, que el uso de una falda, que seg¨²n la testifical practicada es por debajo de la r¨®tula... viole los derechos al honor, la intimidad y la propia imagen".
Su sola lectura me produce escalofr¨ªos, y es mucho m¨¢s larga, l¨®gicamente, pero es incre¨ªble que haya personas -hombres o mujeres, en este caso m¨¢s de lo primero que de lo segundo- que a estas alturas de la vida, del esfuerzo realizado por generaciones y generaciones de mujeres, sigan opinando sobre si nuestra intimidad y honor se mide por el largo de la falda y la r¨®tula, y a?ade "que no es discriminatorio la imposici¨®n a las enfermeras de vestir cofia, delantal y falda"; l¨¦ase bien lo que estoy escribiendo, a las enfermeras, no a los enfermeros, que, por supuesto no tienen porque llevar semejante vestimenta para cumplir bien su trabajo; pues bien esta sentencia, lo diga quien lo diga, y lo afirmo con todo los respetos, contradice la Constituci¨®n, la ley org¨¢nica de igualdad entre mujeres y hombres, la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos, y el sentido com¨²n que es -como dec¨ªa mi padre, quien, por cierto, era juez- el mejor de los sentidos.
Otro paso atr¨¢s, otra vez tenemos que volver a empezar, recurrir esta sentencia, a ver si ahora tenemos m¨¢s suerte, escribir en contra de estos criterios, hasta que logremos de nuevo convencer de que la misi¨®n de las mujeres no es la "agradar", sino la de ser eficaces en el trabajo, y que para ello el uniforme tiene que poder ser igual que el de los hombres, y que ya est¨¢ bien, que no tiene gracia, y que est¨¢ en juego la vida -?s¨ª la vida!- de muchas mujeres; o todos y todas iguales o rompemos la baraja, y le decimos a las mujeres, juezas y abogadas, por ejemplo, que no se pongan esas horribles togas negras, que tanto las "afean"; que el Consejo General del Poder Judicial, hoy afortunadamente paritario -gracias a esa ley que estos jueces no comprenden- declare que estamos m¨¢s "monas" con una toga con un largo que no est¨¦ "por debajo de la rotula".
Y reitero, no son cosas menores; todo tiene que ver con lo mismo: estos jueces y juezas que dictan sentencias como ¨¦sta, o como la que condena a una madre a un a?o de alejamiento de su hijo por una bofetada mal dada, sin duda, y que no ejecutan sentencias cuando deben hacerlo, o que discuten las leyes que aprueban los parlamentos, que se ponen en huelga y tantas y tantas otras cosas; y me duele en el alma decir esto, porque s¨¦ que todas las generalizaciones son malas y esta m¨ªa lo es, pero no tenemos m¨¢s remedio que discutir sentencias aparentemente inocuas como ¨¦sta que comento que, aunque no les parezca, tiene que ver con la violencia que se ejerce sobre las mujeres, porque tenemos que ser algo m¨¢s que objetos, y ser consideradas sujetos con derechos y no solo con "la obligaci¨®n de agradar" aunque lo diga el empresario. ?Ni mucho menos!
Y como he escrito en repetidas ocasiones, "el universo de la discriminaci¨®n contra las mujeres es tan variopinto, tan intenso y tan extenso, que resulta, en contra de lo que en ocasiones se lee, dif¨ªcil de abarcar. Ser conocedoras del discurso de la igualdad entre mujeres y hombres es una especialidad de la que pocas personas pueden ser consideradas expertas. Aparentemente casi todo el mundo sabe de ello, y, sin embargo, pocas conocen de verdad el porqu¨¦ esto ocurre". Parece evidente que el TSJA no es precisamente experto en asuntos de igualdad de g¨¦nero, y lo siento.
Amparo Rubiales es doctora en Derecho y abogada.
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