Franz Kafka: la libertad del escarabajo
La marioneta se mueve siempre mediante el impulso de un ser que se halla detr¨¢s de las bambalinas. La sonrisa siniestra y las extremidades articuladas de estos mu?ecos son, tal vez, la expresi¨®n de ese otro yo que cada uno lleva dentro. Praga es la patria del robot, una palabra que en checo significa esclavo. No se puede entender a Kafka sin ese laberinto de Praga donde permanece todav¨ªa la memoria inquietante de astr¨®logos, robots, mu?ecas de porcelana, quiromantes y vampiros hibernados, el Golem, androide de barro con poderes ocultos creado por el rabino L?w en la Edad Media que duerme entre las vigas de la vieja sinagoga de Pinkas, una conjunci¨®n de fuerzas negras en busca el oro filos¨®fico torturado por los alquimistas. El subsuelo espiritual de Praga alimenta todos los terrores y maleficios que desconoc¨ªamos hasta que Kafka les dio un nombre. Esta atm¨®sfera cargada puede aplastarte hasta transformarte en un escarabajo.
El subsuelo espiritual de Praga alimenta todos los terrores y maleficios que desconoc¨ªamos hasta que Kafka les dio un nombre
El gueto de Praga fue demolido a finales del siglo XIX y aunque Kafka ya no vivi¨® en ¨¦l, su hedor humano le penetr¨® el subconsciente. Kafka lo expres¨® as¨ª: "En nosotros siguen vivos los oscuros rincones, los pasajes misteriosos, las ventanas cegadas, los patios sucios, las ruidosas tabernas, y las posadas cerradas con llave. Recorremos las anchas calles de la ciudad nueva, pero nuestros pasos y miradas son inseguros. La ciudad jud¨ªa vieja e insalubre que hay en nosotros es mucho m¨¢s real que la ciudad nueva e higi¨¦nica que nos rodea. Despiertos vamos atravesando un sue?o: no somos m¨¢s que fantasmas de tiempos pasados...".
En el viejo cementerio jud¨ªo de Josefov el fuego fatuo es un grajo que levanta el vuelo entre las estelas mohosas hacia las espada?as crispadas de la iglesia de Nuestra Se?ora de Tyn en la plaza del Ayuntamiento. Alrededor de esta plaza se movi¨® la existencia de Kafka. Muy cerca se halla la casa donde naci¨®, en una esquina estaba la tienda de objetos de regalo de su padre, al pie de la columna de la Virgen se citaba con su amigo Max Brod. La familia de Kafka cambi¨® de aposento al menos veinte veces a lo largo de la vida del escritor siempre en un c¨ªrculo muy constre?ido alrededor de la plaza Vieja. Todos han desaparecido. Es in¨²til buscar su rastro.
Franz Kafka hab¨ªa nacido aqu¨ª en 1883, hijo mayor del comerciante Hermann Kafka y de Julie L?wy. El padre descend¨ªa de un carnicero jud¨ªo, pobre pero temido, de Osek; la madre proced¨ªa de una familia judeoalemana de Podebrady, respetable y acaudalada, fabricante de pa?os y de cerveza, en la que tambi¨¦n hab¨ªa talmudistas, m¨¦dicos, eruditos, conversos y solterones exc¨¦ntricos. Kafka era de raza jud¨ªa, pero no practicaba su religi¨®n; era checo pero no hablaba la lengua nacional. Fue educado en la dominante cultura y lengua alemana, la del enemigo interior. Era una forma de no ser de nadie, un extranjero en su propia patria. En la calle Celetn¨¢ estaba el instituto donde estudi¨® el bachillerato y despu¨¦s se licenci¨® en Derecho en el Clementinum, sin vocaci¨®n, obligado por el padre en cuya sombra ominosa descubri¨® el enigma de los tiranos.
En esta ¨¦poca Kafka ya escrib¨ªa en secreto diarios y relatos con la misma obsesi¨®n con que los destru¨ªa. Era un joven alto, flaco, de tronco corto y de piernas largas, enamoradizo, asiduo de tabernas y burdeles. Aunque ten¨ªa un dise?o de grajo con huesos muy puntiagudos, un poco siniestro, su esp¨ªritu tend¨ªa con furia hacia el placer, que su padre y la tuberculosis reprimieron tempranamente. Amaba los deportes, iba a nadar a la Escuela Civil de nataci¨®n en el r¨ªo Moldava y a remar en su propia barca bautizada con el nombre Bebedor de Almas. Muchas veces tomaba el tranv¨ªa hacia la ¨²ltima parada y se perd¨ªa en los bosques. Pasaba largos veraneos en los pueblos de origen de sus padres, en sanatorios naturistas, en balnearios, en ciudades del imperio, Berl¨ªn, Viena, M¨²nich, Budapest, y luego en Par¨ªs, en el lago Garda, en la costa danesa, en innumerables excursiones en las que le sol¨ªa acompa?ar su amigo Max Brod y en cada lugar se las arreglaba para encontrar una amiga, una amante adicta a su tortura interior, que le ayudaba a sacudirse de encima el peso de Praga, con sus piedras carbonizadas. Kafka no amaba a su ciudad, por eso la penetr¨® con su obra como a una ramera.
La estudiante Hedwig Weiler fue su primer amor de verano en Trest con la que se carte¨® durante alg¨²n tiempo. Con la berlinesa Felice Bauer estableci¨® un noviazgo convulso lleno de misivas, dudas, rupturas y reencuentros. Luego entr¨® en su vida la suiza Gerti Wasner, que en los diarios de Kafka aparece s¨®lo con las iniciales. En enero de 1919 conoci¨® a Julie Wohryzek en la pensi¨®n St¨¹dl y con la que se prometi¨® unos meses despu¨¦s. Milena, casada con Ernest Pollak, ocup¨® durante este tiempo su cabeza y en sus brazos comenzaron los primeros v¨®mitos de sangre. La actriz Dora Diamant lleg¨® a continuaci¨®n y con ella convivi¨® los ¨²ltimos meses de su vida. Con ninguna de sus amantes lleg¨® a superar la neurosis del amor, la misma que sufr¨ªa frente a la figura del padre, angustias y promesas rotas en el ¨²ltimo momento, barreras que nunca pudo saltar.
Para algunos escritores bohemios y secretos como Kafka la noche era una frontera. Las veladas art¨ªsticas en casa de Berta Fanta adonde sol¨ªa acudir Einstein cuando estaba de paso por la ciudad y los caf¨¦s literarios se hab¨ªan constituidos en c¨¢tedras del pensamiento explosivo donde se predicaba la revoluci¨®n o se ahondaba en la propia angustia personal. Kafka hab¨ªa sintetizado en su esp¨ªritu todas las contradicciones de las corrientes expresionistas de entreguerras, que irrump¨ªan en la nocturnidad de Praga. En el Caf¨¦ Louvre ten¨ªa asiento reservado con sus amigos. All¨ª se hablaba de filosof¨ªa, sobre todo de Kant y Hegel; de f¨ªsica cu¨¢ntica, de psicoan¨¢lisis, de nada. Al terminar la tertulia Kafka regresaba a casa, muy alta la noche, con bomb¨ªn y traje negro pisando los adoquines mojados de la plaza Vieja o desde el castillo bajaba sobre la nieve por el oscuro Callej¨®n del Oro, que arranca de la Torre de los Alquimistas sobre el foso de los Ciervos, sin salida, donde el enigm¨¢tico emperador Rodolfo II despe?aba a sus enemigos. En el verano de 1916, despu¨¦s de unas vacaciones con su novia Felice en Marienbad, Kafka encontr¨® un peque?o estudio en el n¨²mero 22 de este callej¨®n. Aqu¨ª se retiraba a escribir por las tardes, despu¨¦s del trabajo de abogado de Seguros, hasta altas horas de la madrugada. "Quiz¨¢ hay otras maneras de escribir, pero yo no conozco m¨¢s que una; de noche, cuando la angustia no me deja dormir". Luego volv¨ªa a la ciudad por la antigua escalinata del palacio.
Al final de todo cuanto sabemos de la biograf¨ªa de Kafka, uno se pregunta qu¨¦ significa la palabra Kafka. Significa saber que la ¨²nica forma de escapar consiste en convertirte en un escarabajo para huir por la rendija debajo de la puerta antes de que venga tu padre a aplastarte; asumir que eres un individuo cuyo apellido es K nacido s¨®lo para ser juzgado; aceptar previamente la condena y precipitarte en el r¨ªo Moldava para ahogar la culpa; trabajar como un robot en una oficina de Seguros y so?ar con lejanos pa¨ªses mahometanos; convertir toda la belleza de Praga en un maleficio; vomitar sangre, transformar el terror en un humor muy inquietante y destruir o quemar todos los papeles escritos, pero tener un amigo fiel, como Max Brod, dispuesto publicar tus cuadernos despu¨¦s de muerto, que ser¨ªan en el futuro pasto interior de psicoanalistas.
Muri¨® en el sanatorio Hoffmann, en Kierling, cerca de Viena, el 3 de junio de 1924, a los 41 a?os. Dora Diamant le cerr¨® los ojos. Cuando al final de su enfermedad Kafka ya no pod¨ªa soportar el dolor, le record¨® a su amigo, el doctor Klopstock, la promesa que le hab¨ªa hecho de inyectarle una dosis mortal de morfina y como en el ¨²ltimo momento el m¨¦dico dudara, Kafka le dijo: "M¨¢tame, si no, ser¨¢s un asesino".
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