Laicidad y desidia oficial

Garantiza nuestra Constituci¨®n (art¨ªculo 16) la libertad religiosa y sienta que nadie puede ser obligado a declarar sobre su ideolog¨ªa, religi¨®n o creencias. S¨ª, pero hay formas indirectas de esquivar el precepto. Y lo peor es cuando a ¨¦stas se llega por v¨ªa de la desidia oficial. V¨¦anse dos ejemplos detectados nada menos que en la conmemoraci¨®n del cincuentenario del Instituto Nacional de Administraci¨®n P¨²blica (INAP), dependiente del MAP, que se hizo coincidir con la entrega de t¨ªtulos a los nuevos TAC (hoy Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado).

El primero: en el acto se hizo circular un librito editado y, por tanto, costeado por el INAP que dice ser una aproximaci¨®n a la historia de dicho Cuerpo y contiene un cap¨ªtulo dedicado a quienes van a ingresar en el mismo bajo la r¨²brica de Serm¨®n final para misacantanos. Vocablo ¨¦ste que, seg¨²n la RAE, significa sacerdotes que van a cantar su primera misa, con lo que aqu¨ª resulta poco apropiado, no s¨®lo por el sexo de los opositores victoriosos, pues habr¨ªa m¨¢s "sacerdotisas misacantanas" que cantores masculinos, sino por su rancio olor a sacrist¨ªa, que no parece adaptarse a las ideas de laicidad o, al menos, de aconfesionalidad del Estado.

Y el segundo: los opositores son llamados uno a uno por sus nombres para recibir los t¨ªtulos y obligarse a cumplir y hacer cumplir la Constituci¨®n mediante "promesa" o "juramento", en voz alta, lo que supone singularizarse desde el punto de vista ideol¨®gico, religioso o de creencias. Problema que, seg¨²n el profesor Santolaya (EL PA?S, 5-11-08), resolvieron los nuevos catedr¨¢ticos de Universidad de Madrid leyendo uno de ellos una f¨®rmula de acatamiento en nombre de todos. ?Que se imite.