Ob¨¦lix no lleva menhires sino ladrillos
Gerard Depardieu es un actor rotundo. Da el tipo perfecto para interpretar a Obelix, por ejemplo. Francisco Camps lo sabe bien, porque se fundi¨® en un abrazo con el excelente e irascible int¨¦rprete franc¨¦s con motivo del rodaje de la pel¨ªcula Asterix en la flamante Ciudad de la Luz de Alicante. Eso fue hace unos a?os, pero la imagen ha regresado a los peri¨®dicos estos d¨ªas para ilustrar el ¨²ltimo informe de la Sindicatura de Cuentas que, en un lenguaje nada cinematogr¨¢fico, vuelve a cuestionar el modelo de gesti¨®n de los estudios de cine y a denunciar p¨¦rdidas millonarias. Esa foto cost¨® a la Generalitat varios millones de euros, una cantidad similar a la que se desembols¨® para inmortalizar al molt honorable con Antonio Banderas. Son los millones que se pagan para que se ruede en Alicante, una f¨®rmula estrat¨¦gica y de marketing s¨®lo para entendidos, que persigue publicitar en el mundo las completas y car¨ªsimas instalaciones. Lo que se ha conseguido es, sin duda, ser comidilla entre los profesionales del cine, que no salen de su asombro por la disposici¨®n de la Generalitat a pagar, al tiempo que dudan de la viabilidad de un proyecto sobredimensionado y fuera de la realidad. Otra cosa es la operaci¨®n urban¨ªstica en los terrenos de Aguamarga sobre los que se asienta el complejo. Quiz¨¢ se podr¨ªan extraer de ah¨ª argumentos a los escasos alumnos de su escuela para escribir un falso documental estilo Gomorra. Pero seamos justos y d¨¦mosle tiempo. Tiempo y dinero.
No hac¨ªa falta construir uno de los teatros de la ¨®pera m¨¢s grandes y caros del mundo
La nueva d¨¢rsena de Valencia es un erial con vistas al mar de imposible acceso
La Mostra es un espejo en el que se ha mirado la pol¨ªtica cultural de la Generalitat.
El brillo se paga. La cultura se compra, no se fomenta ni se crea. Y los nombres tienen precio
Hay, sin embargo, un precedente que no llama al optimismo y que tiene tambi¨¦n a Gerard Depardieu como inesperado int¨¦rprete. Recuerdo su presencia en la gala de la Mostra de Val¨¨ncia de 1999 y c¨®mo el festival m¨¢s sandunguero del mundo se las vio para pagar en met¨¢lico unos cuantos millones de pesetas de entonces al int¨¦rprete de Cyrano de Bergerac justo antes de la ceremonia. "O me pagan ya o me largo", vino a decir con rotundidad el actor, que acababa de aterrizar en Manises. Al final, con la pasta en la americana, se dio un garbeo por el Palau de la M¨²sica, estrech¨® las manos a la alcaldesa y se march¨®. Misi¨®n cumplida: Rita Barber¨¢ apareci¨® con el actor.
La Mostra es un espejo en el que se ha mirado buena parte de la pol¨ªtica cultural desarrollada por la Generalitat. El brillo se paga. La cultura se compra, no se fomenta ni se crea. Y los nombres propios tienen un precio. Ejemplos hay muchos, siendo el colmo del dislate aquella gira millonaria por Latinoam¨¦rica que pagamos los valencianos para mostrar los rid¨ªculos cuadros de Vangelis. ?Pero Vangelis no es un m¨²sico griego? Pecata minuta. Tampoco ten¨ªan ninguna relaci¨®n con la pel¨ªcula muchos de los invitados al estreno mundial del Tirant lo Blanc en el Palau de les Arts. "T¨ªo, es que me han insistido y me han pagado el viaje y 3.000 euros s¨®lo por esta noche", vino a contestar un actor a un perplejo cineasta valenciano cuando ¨¦ste le pregunt¨® qu¨¦ hac¨ªa en ese sarao.
Nada, an¨¦cdotas de un antiguo plumilla empe?ado en convertirlas en categor¨ªa, ciego ante el fulgor de Valencia, la ciudad que desbanc¨® a Venecia como referencia del arte contempor¨¢neo con apenas unas ediciones de su bienal. Esperemos que a la Mostra no le pase lo mismo y se muera de ¨¦xito. M¨¢s que nada por la gente que a¨²n cree que se podr¨ªa hacer un festival digno que no averg¨¹ence incluso a algunos de sus organizadores. Tambi¨¦n algunos cre¨ªamos que la nonata Ciudad del Teatro de Sagunto, ¨²nica en el mundo entero, podr¨ªa ser una realidad, m¨¢s all¨¢ de las promesas recicladas.
Ser¨ªa ingenuo, no obstante, pensar que todas las nuevas iniciativas culturales de la Generalitat de los ¨²ltimos a?os adolecen de falta de rigor, de vender castillos en el aire o de buscar s¨®lo el impacto medi¨¢tico. No. Todas han contribuido a construir el relato de nuestro ¨¦xito, a quitarnos los complejos y mejorar nuestra autoestima. Aqu¨ª nos codeamos con todos. Somos referencia en el mundo. Un relato que ha calado y que se sustenta en los pilares de los llamados grandes eventos, cuyos efectos beneficiosos lamentablemente se diluyen en su escaso o nulo disfrute ciudadano. Importa la historia de ¨¦xito que se transmite por televisi¨®n, no la realidad. Como apunta el ensayo Storytelling, la m¨¢quina de fabricar historias y formatear la mente, contar un cuento, vender una historia dirigida al sentimiento, "es un arma de distracci¨®n masiva". Una imagen paradigm¨¢tica: Bush, vestido de aviador, proclama en un portaviones el fin de la guerra de Irak con el decorado de una gran pancarta Misi¨®n cumplida. Las bajas en el ej¨¦rcito americano no hab¨ªan hecho m¨¢s que comenzar.
La realidad es que, tras la espl¨¦ndida estampa popular de la marina durante la Copa del Am¨¦rica, la nueva d¨¢rsena de Valencia es un erial con vistas al mar de imposible acceso, y el circuito de F¨®rmula 1, una dolorosa herida sin cauterizar sobre todo en tiempos de crisis aguda. Las cosas se pueden hacer de otra forma.
Pero habl¨¢bamos de cultura y de rigor, y muy rigurosas y sistem¨¢ticas han sido las aportaciones millonarias de la Generalitat a la recuperaci¨®n del patrimonio de la Iglesia. De hecho, el programa expositivo religioso de La Llum de les imatges y la ¨®pera son las dos ¨²nicas l¨ªneas de actuaci¨®n constante en materia cultural de la Generalitat. Con m¨¢s de 70 millones de euros invertidos, el clero no tiene motivo de queja, al contrario que los editores, los libreros o los lectores en general. La Generalitat no ha sido capaz de poner este a?o dos millones de euros para la compra de libros para bibliotecas p¨²blicas, igualando la aportaci¨®n del Gobierno. Pero el libro no vende. No forma parte del relato oficial. Ni es medi¨¢tico ni es prioritario revertir los ¨ªndices de lectura de los valencianos, por debajo del ¨ªnfimo promedio espa?ol.
Montar una ¨®pera en Valencia era una buena idea. Pero no hac¨ªa falta construir uno de los teatros de la ¨®pera m¨¢s grandes y caros del mundo. Aqu¨ª no hay hip¨¦rbole, no hay tropo, sino una simple descripci¨®n. 400 millones de euros se llevan gastados en un edificio desmesurado que condiciona su funcionamiento y el futuro de sus espect¨¢culos y de su prometedora orquesta. Hace unos d¨ªas trascendieron las dificultades para pagar la extra a los trabajadores de una ¨®pera que ha mostrado tener pies de barro. No solo por las inundaciones (Camps, que acude religiosamente a los estrenos, no dio la cara en este bochornoso suceso), tambi¨¦n por su debilidad estructural: la crisis se ha llevado de inmediato a los patrocinadores privados, la mayor¨ªa, constructoras e inmobiliarias.
Ciertamente, la crisis act¨²a como el antirrelato oficial. La consagraci¨®n del ladrillo ha coincidido con el esplendor de la cultura de escaparate. La realidad ya estaba ah¨ª (la mayor deuda por habitante de Espa?a, un PIB y una cualificaci¨®n profesional menor a la media, un paro por encima de la media...), pero la potencia del relato oficial sostiene la ficci¨®n. Al final, sin embargo, la realidad suele superar a la ficci¨®n.
Ferran Bono es periodista y diputado en el Congreso por el PSPV-PSOE.
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